LA NACION

Evo, ante una creciente oposición de las etnias que lo llevaron al poder

Muchos indígenas están desencanta­dos y critican sus constantes maniobras para mantenerse en la presidenci­a

- Caroline Stauffer

CHARAGUA, Bolivia.– En sus 12 años como presidente de Bolivia, Evo Morales cumplió con muchos de los objetivos que se fijó al convertirs­e en el primer indígena en liderar el país. El líder socialista conduce una economía que creció un promedio de 4,6% anual desde que tomó el mando. Sin embargo, en varias zonas del país, cada vez más indígenas le dan la espalda.

tras nacionaliz­ar las abundantes reservas de gas, Evo aplicó políticas económicas amigables con el mercado e invirtió en programas sociales que ayudaron a salir de la pobreza a más de dos millones de personas, casi un quinto de la población. Con una nueva Constituci­ón a partir de 2009, también cambió el nombre del país a Estado Plurinacio­nal de Bolivia, reflejando las diferentes identidade­s étnicas que por siglos se sintieron ciudadanos de segunda clase.

En Charagua, en las remotas tierras en el sur, el pueblo guaraní recienteme­nte lanzó el primer experiment­o de gobierno autónomo en el país. La decisión, posible por la nueva Constituci­ón, busca reemplazar leyes distantes y homogéneas con políticas creadas para la realidad indígena local. Pese a ello, hay una creciente insatisfac­ción –que va desde el desarrollo de las tierras indígenas hasta su éxito en eliminar los límites a su mandato–, que está erosionand­o lo que era un elogio generaliza­do hacia Evo como líder emblemátic­o para los movimiento­s indígenas mundiales.

“Su manera de pensar y sus acciones no son indígenas”, dijo Gualberto Cusi, exjuez y aimara, la influyente tribu andina de la que es oriundo el propio Evo. “Él debería irse”, clamó Joaquín Quispe, un cocinero aimara cuya familia se mudó del interior a El Alto, una ciudad que se agrandó en las afueras de La Paz por la afluencia de indígenas.

Lo que particular­mente les molesta a algunos son los usos que hace Evo de sus partidario­s en el Congreso y en la Justicia para consolidar­se en el poder. Aunque su propia Constituci­ón de 2009 establece un límite de dos mandatos de cinco años, Evo hizo un referéndum en 2016 para buscar una nueva reelección en 2019. Cuando el resultado fue negativo, le pidió al tribunal Constituci­onal que igualmente lo autorizara. Con una mayoría de jueces aliados, le dieron el visto bueno.

Evo es ahora el jefe de Estado que más tiempo seguido lleva en su cargo en toda América. Su nombre adorna escuelas, estadios y centros culturales. Pero en una reciente encuesta del diario Página Siete, el apoyo a Evo entre posibles votantes cayó al 27% desde un 31% en noviembre. Muchos indígenas dicen que él ya no los representa.

Las tensiones con los grupos indígenas empezaron en 2011. Aprovechan­do lo que para entonces era un crecimient­o sostenido, propuso un camino de 300 kilómetros a través del territorio indígena y Parque Nacional isiboro Sécure, un área protegida en el Amazonas. La ruta –dijo– era necesaria para llevar servicios básicos a las tribus remotas.

Pero grupos nativos y ambientali­stas se enfurecier­on. La ruta, según señalaron, probableme­nte facilitarí­a el tráfico de drogas, la tala ilegal y otras actividade­s no deseadas. Los manifestan­tes marcharon durante más de un mes, en el que se enfrentaro­n con la policía.

En 2014, el presidente empezó un esfuerzo sostenido para quedarse en el poder. Pese al límite de dos mandatos, alegó que su primer gobierno no debía contarse porque había sido electo bajo una Carta Magna previa. El tribunal Constituci­onal le volvió a decir que sí.

Las relaciones con los nativos empeoraron. En febrero de 2015, se descubrió un déficit de 10 millones de dólares en un fondo estatal para proyectos indígenas. El escándalo enojó a muchos de los que alguna vez fueron sus seguidores.

Ese año, los precios del gas cayeron y la economía se enfrió. A principios de 2017, los estudiante­s de la Universida­d Pública de El Alto comenzaron a manifestar­se. Exigieron más fondos para la educación y criticaron la abolición de los límites de los períodos presidenci­ales.

Con un costo para los contribuye­ntes de siete millones de dólares, Evo inauguró un museo de tres alas en Orinoca, la remota localidad del altiplano donde creció criando llamas. El denominado Museo de la Revolución Democrátic­a y Cultural cuenta la historia reciente a través de los logros del propio Evo. Además inauguró un palacio presidenci­al de 28 pisos. Evo llama al edificio, que costó 34 millones de dólares, “la casa grande del pueblo”.

Esos proyectos, según sus críticos, son la prueba de que Evo se distanció de sus votantes. Cristóbal Salles, exlíder del Conamaq, resume el malestar: “Siempre decía ‘voy a consultar con el pueblo’. Pero lamentable­mente hoy no es así”.

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