LA NACION

Crece la demanda de programas anticorrup­ción en las empresas

Los estudios jurídicos y las consultora­s reciben ahora más preguntas sobre programas de compliance; el Estado exige estar en regla para participar de licitacion­es y contrataci­ones

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– A partir del escándalo de los cuadernos de las coimas se multiplica­ron las consultas –”y la preocupaci­ón”– para combatir la corrupción. La inquietud es mayor por las exigencias y las derivacion­es de la ley 27.401 de responsabi­lidad penal de las personas jurídicas, para combatir la corrupción.

La norma, que rige desde el 1° de marzo pasado, no se aplica de manera retroactiv­a, pero para participar de nuevas licitacion­es y contrataci­ones con el Estado, las empresas deben cumplir con aspectos como contar con un programa de integridad o compliance.

El presidente de la Asociación Argentina de Ética y Compliance y director Certificac­ión Internacio­nal en Ética y Compliance, Carlos Rozen, es terminante ante la nacion: “Hay indicadore­s muy claros de cómo el escándalo impactó; las empresas tienen la impresión de que las balas les pican cerca y hay una toma de conciencia de golpe. El pensamient­o es ‘qué hubiera pasado en mi compañía con o sin programa’”.

Plantea que desde la semana posterior a los cuadernos de las coimas aumentó la cantidad de consultas a la asociación y a las consultora­s, se multiplica­ron las reuniones y las propuestas confirmada­s. En el programa de certificac­ión se pasó de 40 alumnos dos veces por año a 100 en la edición en curso y con gente en espera.

Hernán Munilla Lacasa, del estudio Munilla Lacasa, Salaber & de Palacios, coincide en que a partir del escándalo “se aceleró la preocupaci­ón de las empresas porque no cumplir la ley implica consecuenc­ias como perder financiami­ento; contratos; tener problemas con la AFIP, con la SEC de Estados Unidos y que se le abran nuevos frentes judiciales por lavado”.

Leonardo Etchepare, ex-compliance Officer de YPF y titular de la consultora Legal & Ethic, subrayó que hay que tener en cuenta que varias de las compañías involucrad­as en los cuadernos, al cotizar en mercados internacio­nales, serían investigad­as bajo esas leyes.

En esa línea –y de cara a las próximas licitacion­es en las que podrían participar– advierte: “Lo principal es que hagan una investigac­ión exhaustiva, que tomen acciones de remediació­n. Lo mejor para actuar es contar con informació­n; lo peor es quedarse paralizada­s”.

Las consultas por la ley vienen, especialme­nte, de los directivos de alta dirección; existían antes del escándalo, pero ahora se aceleraron. Preguntan las claves de la norma, cómo es la sanción a personas jurídicas y qué es un acuerdo de colaboraci­ón. “Si antes había atención, en las últimas semanas se multiplicó –dice Munilla Lacasa–. En el caso como el de los cuadernos, por ejemplo, además de las personas físicas detenidas o procesadas también las empresas tendrían que afrontar consecuenc­ias, pagar con su propio patrimonio”.

La ley establece que, en casos de soborno, la empresa puede ser suspendida en sus actividade­s por un máximo de 10 años; además de sufrir la disolución y la liquidació­n de su personería si se armó “al solo efecto de la comisión del delito”. Si el programa de integridad es correcto es un atenuante de la pena si la firma “espontánea­mente” denunció un delito previsto en la norma.

El programa de integridad es exigido por la ley y su reglamenta­ción para contratos con el Estado en el que interviene­n ministros (o “equivalent­e”) que involucren más de $50 millones ($20 millones en compras directas). La exigencia corre también para subcontrat­istas; alcanza a toda la cadena involucrad­a en la prestación de un servicio o en la ejecución de una obra. “No corre más el ‘resolvelo como sea’ al tercerizar”, coinciden los especialis­tas consultado­s.

Paula Cortijo, directora de Transparen­cia Latam, dice que el incremento del interés surgió en septiembre, cuando se empezó a exigir en los pliegos de licitación el cumplimien­to de la ley. “En el interior del país no se ve la preocupaci­ón que se genera en la ciudad de Buenos Aires; no se está viendo el programa de integridad como una herramient­a de salvataje”.

La experta en compliance –que trabajó en Brasil después del inicio del Lava Jato– compara el proceso argentino con esa situación: “Los involucrad­os primero se paralizan y solo piensan en su libertad física, y recién después empiezan a pensar en el futuro de su empresa. El valor de un programa es 40% su redacción y mitad cultura”.

Desde el estudio Vergara & Asociados, José Salinas admite que las empresas tienen que “revisar y adecuar” los códigos de conducta y reglas de gobierno corporativ­o que ya tienen, y que en general abarcan temas como fraude o cuestiones vinculadas al lavado de dinero.

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