LA NACION

Aquel primer éxito de un histórico: McLaren

Bruce, su fundador y piloto, inició en Bélgica 1968 una senda de victorias que cumplió 50 años; en aquel GP se estrenó el alerón

- Pablo Vignone

El Gran Premio de Bélgica no solo marcará el regreso de la Fórmula 1 luego de tres semanas de receso, sino también el inicio de la despedida de Fernando Alonso de la máxima categoría, anunciada diez días atrás y que se concretará a fin del campeonato. Será la última vez que el español, bicampeón mundial, correrá con un Mclaren anaranjado en el desafiante circuito de Spa-francorcha­mps; un acontecimi­ento particular teniendo en cuenta que, medio siglo atrás, el GP belga –disputado el 9 de junio de 1968– acabó siendo escenario de la primera victoria de la escuadra Mclaren y, paradójica­mente, del último triunfo de Bruce Mclaren en la categoría, con su coche naranja. Difícilmen­te Alonso agregue este fin de semana un triunfo a su historial y al de la casa de Woking.

Aquella carrera de hace 50 años fue histórica no solamente por ello: fue la primero en la historia de la Fórmula 1 en la que se presentaro­n automóvile­s equipados con alerones. Esas piezas aerodinámi­cas que hoy son parte integral en el diseño de las máquinas fueron vistas por primera vez en aquel 1968 en el viejo circuito de Spa, que medía más

14 kilómetros trazados sobre rutas públicas y con mínimas medidas de seguridad.

La Ferrari del neozelandé­s Chris Amon apareció con un alerón apoyado en la caja de velocidade­s, idea de Mauro Forghieri, legenario director técnico de la casa de Maranello. La pretensión era dotar de más tracción en las largas curvas de Spa al auto equipado con motor

V12: Amon logró la pole-position a más de 243 km/h de promedio, sacándole casi 4 segundos de ventaja a su escolta, Jackie Stewart, que manejaba un Matra-cosworth sin alerón (ayer, medio siglo después, Kimi Räikkönen marcó el mejor tiempo de las pruebas en Spa a 244 km/h... Claro que en otro dibujo, de 7 kilómetros). El neocelandé­s lideró el GP de Bélgica de 1968 hasta que una piedra atravesó el radiador de aceite de su coche escarlata.

Piloto de Fórmula 1 desde 1958, Bruce Mclaren había estrenado su equipo propio en 1966. Había ganado ya tres carreras (incluida Argentina 1960) cuando llegó a Spa. Al ver el alerón de Ferrari y tras ser el viernes casi 9 segundos más lento que Amon, ordenó a sus mecánicos que le fabricaran un spoiler para la parte trasera de su auto, el M7A, pero el sábado diluvió en las Árdenas y él no pudo ensayar la novedad técnica a gran velocidad, de manera que eligió una estrategia conservado­ra para la carrera, hasta sentirse cómodo con un auto que podía doblar más rápido.

Tras varias vueltas en la 9ª posición, fue escalando y a dos vueltas del final era el escolta de Stewart, 25 segundos detrás. Y el escocés se quedó sin combustibl­e en el último giro, pero Mclaren, que peleaba en la pista con el mexicano Pedro Rodríguez, no lo advirtió. Cuando le bajaron la bandera de cuadros creyó que había terminado segundo, y atendía perplejo los aplausos que le prodigaban en el regreso a los boxes. “Cuando bajó de su auto”, cuenta en sus memorias Phil Kerr, uno de sus mecánicos, “no entendía por qué la gente le gritaba «¡ganaste!». Una sonrisa finalmente en su rostro... y duró siglos”.

Mclaren se convertía así, a 236,797 km/h de media, en el segundo piloto, después de Jack Brabham, en ganar un GP de Fórmula 1 con un auto construido por un equipo que llevara su nombre.

Un mes más tarde, el belga Jacky Ickx se imponía con su Ferrari en Francia, en el primer éxito en F. 1 de un auto con alerón. En busca de mayor agarre al piso para cubiertas más anchas, que intentaban transmitir toda la potencia de los motores de entonces –unos 400 HP–, los ingenieros ensayaron soluciones más complicada­s, como la tracción

4 x 4 en 1969. Costosa y difícil de poner a punto, fue pronto descartada; los alerones pasaron entonces a ser un elemento tan propio de un coche de Fórmula 1 como el asiento central y las cuatro ruedas.

Alonso se retirará de la categoría segurament­e sin un rasguño. Ni siquiera del aparatoso vuelco que protagoniz­ó en Australia 2016 salió lastimado. Cincuenta años atrás, sin alerones ni seguridad, el panorama era muy distinto. Cuatro pilotos de F. 1 murieron entre abril y julio de 1968. Dieciocho tomaron parte de aquel GP de Bélgica: ocho de ellos, incluido Mclaren, perecieron más tarde a bordo de un auto de carrera; apenas cinco permanecen vivos. Aquellos eran riesgos que los conductore­s de hoy, por fortuna, casi no corren.

 ?? Mclaren y reuters ?? Dos modelos en Spa: el M7A de 1968, con Bruce Mclaren, y el MCL 33, ayer, con Alonso
Mclaren y reuters Dos modelos en Spa: el M7A de 1968, con Bruce Mclaren, y el MCL 33, ayer, con Alonso
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