LA NACION

Daybreaker: yoga, shows y baile a las... 7 de la mañana

En su sexta edición, el evento Pijama Party reunió a todos aquellos que se animaron a empezar su jornada laboral en la discoteca del Palacio Alsina

- Natalí Ini

Varias personas en pijama hacen fila para entrar a un boliche en pleno microcentr­o. En el edificio de al lado, un encargado limpia la vereda. Es un martes de invierno a las 7 de la mañana, Buenos Aires amanece y el tráfico todavía es fluido. La mayoría son mujeres que llevan colgados sus

mat de yoga y pantalones de colores. Al entrar, la discoteca Palacio Alsina está oscura, luces de led orientan el camino y unos jóvenes vestidos con pijamas enteros de peluche de unicornio, perros o conejos dan una bienvenida cálida, abrazan a todos, sonríen y desean un buen día.

Así empezó Daybreaker, un evento que dura de 7 a 9.30 de la mañana y que se divide en dos partes: primero, una clase de yoga y luego una fiesta con shows y baile. Se hace en 25 ciudades del mundo, por ejemplo Vancouver, San Diego, Tel Aviv, Berlín y hace pocos días tuvo lugar la sexta edición en Buenos Aires cuya temática fue Pijama Party.

Gastón Silberman es el argentino responsabl­e de traer esta experienci­a al país. Mientras vivía en Nueva York, un amigo lo invitó a Daybreaker “Nueva York es la ciudad de los mil planes. Pero esta tenía algo distinto, cuando mi amigo me dijo que había que despertars­e a las 5 de la mañana capturó mi atención. No era un evento más al que vas por inercia, había que tomar la decisión de ir”. La alarma no suena para ir trabajar sino para irse de fiesta.

La edición Pijama Party, al igual que las da ybreakerd el mundo, arrancó con una clase de yoga. Todo el piso se cubrió de mats mientras que en el techo, por efecto de una pantalla, se veía una lluvia de estrellas que invitaba a la relajación. Era como si dentro del Palacio Alsina todavía no hubiera salido el sol. Todo se fue dando de manera progresiva. La clase de yoga puso el cuerpo en funcionami­ento y de repente la música provocó movimiento­s más rápidos.

Las barras del boliche, en lugar de tener botellas de alcohol, estaban llenas de leches de almendras y castañas, agua, frutas y otros productos orgánicos. La mayoría de los asistentes, que llegaron después de la clase, comenzaban a recorrer el lugar, tomaban algo y se los veía expectante­s. Dafne Schilling, creadora de la disciplina Yoga Booty Ballet, tuvo la versatilid­ad para pasar de ese estado de relajación a arengar la fiesta. Sonaba música pop y disco en inglés, divertida y que invitaba a moverse. Era curioso que muchas de las letras se referían a la noche “I need some hot stuff baby tonight”, “Lady, here me tonight”, pero eran las 8 de la mañana.

Un poco de historia

La fiesta Daybreaker nació hace 5 años en Nueva York, la premisa es “Bienestar, baile y comunidad” y se inspira en ese espíritu desprejuic­iado y amante de la diferencia que ocurre en Burning Man, el evento cultural más grande del mundo que convoca alrededor de 50.000 personas todos los años en el desierto de Reno, Nevada. Entre todos los participan­tes se construye una ciudad efímera que dura una semana. “Daybreaker tiene mucha cercanía con la cultura burner, su fundadora Rhada Agrawal va todos los años a Burning Man y tomó algunos de sus principios. Desde la idea de comprar una entrada y después no usar más el dinero adentro del evento hasta promover la libre expresión, el fomento de la diversidad. Y esto me resulta un desafío en una ciudad prejuicios­a como Buenos Aires, que no suele celebrar la diversidad”, dice Silberman cuya carrera profesiona­l estuvo siempre ligada a la idea de crear comunidad, desde su proyecto Cartele que invitaba a través de una web a enviar fotos de carteles divertidos –antes de que existieran las redes sociales– hasta algunas apps en el presente.

Y mientras algunos estaban terminando de comer una mandarina, la música invitó a llenar la pista de baile. Para quienes todavía no se habían despertado, no quedó otra opción porque los tambores sonaban muy fuerte. Los percusioni­stas Bianca Lerner y Mariano Dominguez, que llevaban sus djembes colgados, quedaron rodeados. Se trataba de un “Wow Moment”, así se denominan las intervenci­ones artísticas que se dan cada 15 minutos en Daybreaker. “Se le da mucho lugar a la percusión en esta fiesta, hay interacció­n con el público, no estamos en el escenario, compartimo­s con todos y nos nutrimos de ellos. Los tambores están ligados desde siempre a los festejos. Es una energía muy primaria”, cuenta Bianca Lerner, percusioni­sta y coordinado­ra del círculo de tambores que participa desde la primera edición.

Esta edición fue gratuita y esto acercó a muchos participan­tes por primera vez. El comentario más general era que les parecía una manera de romper la rutina. Marcia Furtado cuenta que maldijo un poco el momento en que sonó el des- pertador “pero junté fuerzas y vine, y me emociona pensar que a todos los que estamos acá nos pasó eso, que vencimos esa fiaca y vinimos a encontrarn­os”. Gianina Azcurra fue a dos Daybreaker, “me quedo muy feliz todo el día, a la tardecita mi cuerpo se da cuenta de que empecé más temprano de lo habitual y me agarra un cansancio pero hay algo de contarles a tus amigos o de que durante la semana te vengan a la mente imágenes de lo que viviste que es muy lindo”, dice.

Y cuando la respiració­n estaba acelerada de tanto bailar al ritmo de la percusión, una colchoneta gigante entró a la pista. Es que esta edición se hizo en asociación con Colchón Box, una marca de colchones que vienen en cajas, se desenrolla­n y por arte de magia, ya están listos para ser utilizados. ¿Había llegado la hora de dormir? No. Tres acróbatas de la compañía Qualia hicieron de todo, menos dormir. Saltaron por el aire y fomentaron una guerra de almohadas. Las plumas flotaban por todo el lugar. Todos filmaban o tomaban fotos con sus celulares.

El final de Daybreaker consiste en una ceremonia de cierre. En este caso fue una meditación guiada. Meditar dentro de un boliche a las 9 de la mañana. Este evento es distinto a todo y es fácil la burla. Cuando los organizado­res dieron notas en la tele, se convirtier­on en memes. De todas formas, ellos lo definen como un evento contracult­ural “porque es sano, porque todos tomamos la decisión de estar ahí, no fuimos por inercia ni improvisam­os, porque arranca a las 6 am, porque es energía pura”, dice Silberman.

Y cuando el reloj marcó las 9.30, todos leyeron una frase de Antonio Machado en voz alta: “Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar”.

El comentario general era que les parecía una buena forma de romper la rutina

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