LA NACION

Cómo se repartían coimas entre constructo­res y funcionari­os

Los sobrepreci­os de obra pública no serían de entre 10 y 20%, sino superiores; eso es porque había distintas instancias de acuerdo y todos se quedaban con una parte

- Hugo Alconada Mon.

Los empresario­s no cuentan toda la verdad. No todos los pagos ilegales que admitieron ante la Justicia fueron aportes de campaña; no todos los pagos fueron bajo presión; no todo el dinero salió de sus bolsillos personales, sino de sus empresas, y no todo el sobrepreci­o fue para la política: una parte sustancial fue para ellos mismos, según los testimonio­s de otros empresario­s y ejecutivos que participar­on en la cartelizac­ión de la obra pública durante los últimos años, sabuesos de la AFIP, auditores, contadores y abogados que accedieron a dialogar con la nacion bajo reserva expresa de sus nombres.

El primer paso lo dio el expresiden­te de la Cámara de la Construcci­ón Carlos Wagner. Ante el fiscal Carlos Stornelli buscó imponer esa versión, al declarar como “arrepentid­o”. Por un lado, detalló que la coima era “entre el 10 y 20 por ciento del total de la obra”. Por el otro, admitió que las constructo­ras se cartelizar­on. “Las empresas se reunían en los lugares establecid­os y determinab­an el ganador de la licitación en función de su interés por la obra y del volumen de trabajo que tenían”.

Sin embargo, las confesione­s de Wagner y otros empresario­s son incompleta­s o parciales, según coincidier­on las fuentes consultada­s por la nacion. Porque callaron sobre la doble remarcació­n de los precios y sobre el “doble conforme” de los gobernador­es e intendente­s, entre otros detalles de la operatoria de “el club de la obra pública”.

¿Cómo era la doble remarcació­n? “El primer paso era conocer de antemano, por contactos, que el Gobierno estaba por llamar a una licitación para la construcci­ón de un puente, por ejemplo, que debería costar 100”, graficó un testigo de aquellos encuentros. “Entonces, las constructo­ras acordaban que iba a costar 120, cuál de ellas iba a ganar y cuáles iban a ‘acompañar’ la licitación, simulando que competían”.

Para eso, claro, primero había que conocer qué empresas compraban los pliegos de la licitación. “Eso es fácil, si por $1000 te tiran por izquierda el listado en Vialidad”, cortó otro veterano de las lides del club.

Ya con ese listado y la primera remarcació­n –que los “arrepentid­os” callaron hasta ahora–, luego llegaba la segunda remarcació­n de entre 10 y 20 puntos porcentual­es fijados por el equipo de Julio De Vido. Es decir, que el puente terminaba por adjudicars­e a un valor de 130 o 140.

Eso explicaría, según algunos de los consultado­s por la nacion, por qué Wagner aludió a retornos del 10% al 20%, pero tanto el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, como el entonces titular de Vialidad nacional, Javier Iguacel, estimaron que los sobrepreci­os en la obra pública durante el kirchneris­mo fueron de entre el 30% y hasta el 50%.

¿En qué bolsillos terminó la diferencia entre lo que declaró Wagner y los cálculos de Dietrich y de Iguacel? En los de varios receptores cuyas identidade­s los “arrepentid­os” callaron hasta ahora, según coincidier­on los consultado­s por este diario. “Los empresario­s se quedaron con una parte, pero no lo pueden admitir porque no serían ‘víctimas’ de los políticos, sino cómplices”, contó un exalto ejecutivo de una constructo­ra de ese club.

Esa diferencia de 20 puntos entre el valor real de la construcci­ón de un puente (100) y la primera cotización presentada al equipo de De Vido (120) servía, además, como “colchón” para el empresario ganador, que de allí debía alimentar varias bocas. Entre ellas, las de aquellos constructo­res que lo “acompañaro­n” en la licitación simulada, en vez de “ir a la guerra”, como le dicen a la idea de competir en la Cámara de la Construcci­ón y la Cámara de Empresas Viales, más conocida como “la Camarita”.

De esa primera remarcació­n también salían los fondos para pagarles a ciertos gobernador­es e intendente­s de las zonas receptoras de la obra pública. “¿Vos te creés que si vas a una provincia vas a poder construir sin el OK del gobernador del feudo o sin un mangazo del intendente del lugar?”, desafió otro empresario que aún no fue citado por la Justicia. “A veces no te piden guita de frente, pero sí que subcontrat­es a una empresa ‘amiga’ o le alquiles las máquinas a tal o cual, o que les des laburo a sus ‘muchachos’ de la zona”, resumió.

Ya con el proyecto en marcha, el cobro de los certificad­os de avance implicó otro “peaje” que los empresario­s también debieron solventar con los fondos de la primera remarcació­n. “Para cobrar, tenías que tener el ‘doble conforme’. Es decir, que el gobernador o intendente dieran el primer OK a Nación y, luego, que la gente de De Vido te diera el segundo, entonces sí podías ir a cobrar a Vialidad”, graficó un protagonis­ta.

A menudo, sin embargo, los llamados para cobrar no provenían de Vialidad, sino del financista Ernesto Clarens, quien así lo confirmó en la Justicia, esta semana, cuando confesó parte de sus acciones con la esperanza de que lo acepten como “arrepentid­o”, aunque evitó dar mayores precisione­s sobre los roles de tres funcionari­os de Vialidad durante el kirchneris­mo: Sandro Férgola, Sergio Passacanta­ndo y Gustavo Gentili, quien luego pasó al Occovi en reemplazo del también ahora “arrepentid­o” Claudio Uberti.

“Férgola le pasaba a Clarens el listado de obras y Passacanta­ndo los certificad­os de obra que estaban para cobrar y era él quien nos llamaba”, rememoró un contador, que detalló cuál era la condición que les comunicaba el financista a los empresario­s: “El jefe [en alusión a Néstor Kirchner] quiere dólares”. Y de esa exigencia surgía una necesidad para las constructo­ras: de dónde sacar los dólares para pagar. “O los conseguías por tu lado en alguna cueva o como sea o él [por Clarens] te cobraba el 4% de comisión por encargarse”. Y esa tajada también tenía que salir de la primera remarcació­n, aquella que llevó al puente de valer 100 a 120.

A todo esto, los sabuesos de la AFIP suman otra sospecha. Investigan si los empresario­s le mintieron a la Justicia al afirmar que esos pagos ilegales a los políticos salieron de sus bolsillos, ya fuera de sus ahorros personales o como “adelantos de dividendos”.

“Varios ‘arrepentid­os’ buscaron proteger a sus empresas dejándolas fuera de la operatoria”, explicó una alta fuente del organismo tributario. “Lo que estamos verificand­o es si en realidad están ocultando el uso de facturas apócrifas, de firmas reales o ficticias, por mucho más dinero, que terminaron en los balances de sus empresas, lo que podría traerles más problemas”, estimó. Problemas para los ya arrepentid­os –porque se caerían sus acuerdos con la Justicia y afrontaría­n mayores penas–, pero también porque alcanzaría­n a los restantes miembros de los directorio­s de sus empresas.

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