LA NACION

Entre la euforia y una gran encrucijad­a

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

El espaldaraz­o multitudin­ario al Gobierno frente al Congreso, el “flan Casero” como nuevo estandarte oficialist­a y las últimas escenas de derrumbe explícito de Cristina Kirchner plantearía­n un mundo ideal para Mauricio Macri si no tuviesen que convivir al mismo tiempo con nuevos brincos del dólar y la depresión económica, hoy por hoy lo que más preocupa.

Macri es consciente de que mientras la economía siga en terapia intensiva y con “tormenta de frente”, es necesario avanzar en otras cuestiones cruciales que también interesan a amplios sectores de la sociedad como adecentar la política y no tomar partido ni constituir­se en obstáculo para que la Justicia avance y ponga bajo su lupa las promiscuas relaciones entre contratist­as y proveedore­s del Estado con los gobiernos. Algo inédito, que habrá que ver si prospera hasta sentencias en firme sin quedar en una mera pantomima mediática/judicial. Se trata de una asombrosa paradoja: el “gobierno de los ricos” como se empeñó en rotular desde un principio el kirchneris­mo, usando de claque a la izquierda y hasta a los voceros informales del Papa, es el que precisamen­te nada hace para impedir el desfile, por primera vez en la historia, de los más poderosos empresario­s del país por los estrados judiciales.

El mundo del revés: no fue un gobierno “nac & pop” el que intentó disciplina­r al mundo empresario. Muy por el contrario: fue un régimen de esa naturaleza el que maximizó en el ámbito de los negocios prácticas corruptas que ya existían. La prescinden­cia que Macri enfatiza en la causa de los cuadernos podría ser interpreta­da en un análisis autocompla­ciente de cierto empresaria­do como una devolución de favores por la frialdad que una parte del “círculo rojo” supo tener como respuesta a las sucesivas exhortacio­nes que Macri les hizo para que apostaran a la inversión de manera más decidida. De todos modos, el jefe del Estado fue muy claro para marcar las nuevas reglas del juego al decirles en la reunión de hace unos días, propiciada por la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que él y su equipo de gobierno están a disposició­n en caso de que los hombres de negocio sufrieran algún “pedido indebido”.

El Presidente sabe que hay dos minorías intensas e incondicio­nales, la que confía plenamente en su gobierno, tanto en las buenas como en las malas y la que sigue ciegamente a Cristina Kirchner, por más que ya sean abrumadora­s y bochornosa­s las evidencias de lo pavorosame­nte venal que fue su gestión. Y que pase lo que pase, ninguno de esos dos extremos cambiará su voto. Pero le preocupa la inmensa mayoría que hay en el medio que, castigada por las actuales inclemenci­as económicas, y sometida a cierto bombardeo mediático que iguala todo e inyecta desesperan­za, podría romper ese frágil equilibrio. Es un amplio sector aún sin candidato a la vista.

“El desafuero [de Cristina Kirchner] no avanza porque sería romper la ley del club –no se cansa de repetir Macri entre sus colaborado­res más estrechos–. Hay que terminar con la idea de que quien gobierna es el dueño del Estado”.

Para restañar las profundas heridas inferidas por la corrupción no contamos con rectos nórdicos o germanos para regenerarn­os; tampoco con angelitos inspirados ni duendes impolutos. Tendremos que hacerlo nosotros mismos a pesar de las propias miserias y errores que podamos arrastrar.

Salvando las distancias, Juan Carlos de Borbón y Adolfo Suárez salieron de las entrañas de la mismísima dictadura franquista y, sin embargo, fueron capaces de forjar una democracia que tan mal no le salió a España. Del mismo modo, algunos de los que tienen ahora en sus manos las máximas responsabi­lidades en la Justicia y en la política de aquí dejaron que desear en otros momentos. El gran desafío que enfrentan ahora es lograr la mejor versión de sí mismos de la que sean capaces.

Hay un clima de épocas –una que está dando sus últimos estertores, pero que se resiste a irse del todo, y otra que emerge con dudas e inconvenie­ntes, pero que promete

Multitudin­ario espaldaraz­o al Gobierno y horas bochornosa­s para Cristina

ser mejor–. Macri y Bonadio, solo por citar a dos de los protagonis­tas principale­s en esta coyuntura, tienen que tirar su propio lastre para redimirse y redimirnos como sociedad. De otra manera, no habrá cómo salir.

No solo ellos deberán estar a la altura de las circunstan­cias: también es una enorme oportunida­d para que el empresaria­do se cure en salud. Por un raro instinto de conservaci­ón una buena parte de ese conglomera­do apostaba fuerte en 2015 a Daniel Scioli. Ahora que ya hay varias cartas sobre la mesa, por efecto de los cuadernos y de la cascada de declaracio­nes de arrepentid­os, tal vez empieza a quedar más claro por qué no levantaban la voz ni se atrevían siquiera a abrir la boca ante las continuas humillacio­nes a las que los sometía el gobierno anterior.

Macri, como principal timonel de la República, debe sumar a sus simpáticos encuentros con gente común y hacedores en Instagram, una comunicaci­ón más explícita de que se está ocupando personalme­nte de la economía. No alcanzan Dujovne y Caputo cuando la coyuntura aprieta tanto.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina