ataques a las instituciones.
Urge atender los continuos llamados de alerta provenientes de sectores que solo buscan el caos, transgrediendo la ley y pretendiendo permanecer impunes
Urge atender los llamados de alerta de sectores que solo buscan el caos, transgrediendo la ley y pretendiendo permanecer impunes.
Cada vez con mayor frecuencia, las instituciones de nuestro país vienen siendo blanco de arteros ataques de parte de los sectores más diversos y, en algunos casos, hasta inesperados por la responsabilidad que les cabe.
Sindicatos que promueven la violencia contra personas y bienes del Estado, funcionarios que han perdido respeto no solo por la institución a la que representan, sino por la ciudadanía en su conjunto; legisladores que amenazan de viva voz a integrantes de otros poderes; embates organizados contra fuerzas de seguridad y afrentas a la ley y a la Justicia son algunas de esas nefastas manifestaciones en peligroso crecimiento.
Si, como se dice habitualmente, el mayor ejemplo deben darlo quienes son elegidos por voto popular para integrar las más representativas instituciones del país, esa máxima se ha resquebrajado entre nosotros.
no parece haber hoy otro prototipo para mostrar que no sea el de un modelo en decadencia, cuando en el congreso de la nación una senadora se dirige a un juez en términos agraviantes y ni siquiera provoca la reacción de sus pares. Ocurrió en la sesión del miércoles pasado, cuando se debatía la habilitación al juez claudio Bonadio para allanar residencias de la expresidenta cristina Kirchner. “¿Sabés qué, Bonadio? ¡Escaneate la cabeza! En una de esas te surge o nos encontramos con que te queda una neurona de sensatez republicana”, profirió la senadora María inés Pilatti Vergara (Fpv-chaco) antes de amenazarlo: “Tené presente, tenga presente, señor juez, que no hay escritorio que no gire 180 grados”.
Una irrespetuosidad que bordea el delito, como cuando otro representante de la misma facción política, pero con banca en Diputados, buscó intimidar a los jueces y fiscales que investigan la corrupción kirchnerista diciendo: “Tarde o temprano la van a tener que pagar”. El autor de esa inadmisible advertencia es Rodolfo Tailhade, quien es además miembro del consejo de la Magistratura de la nación, en el que integra, nada más ni nada menos, que las comisiones de Selección de Magistrados y Escuela Judicial, y administración y Financiera. Es decir, quien tiene como delicada función seleccionar a jueces es el mismo que los amenaza.
En la citada sesión, se la escuchó decir a cristina Kirchner: “La historia de la argentina demuestra que pueden encarcelar gente, que pueden meter presos a todos los opositores y también a mí, pero ¿ustedes creen que realmente la argentina va a ser más gobernable? ¿En serio? Yo me atrevo a decir que no es así”. Lamentable la expresión de la senadora que, por lo visto, no solo desconoce la gravedad de las actuaciones judiciales por las que se la investiga como presunta jefa de una asociación ilícita con el fin saquear al país, sino que alerta sobre que, aun cumpliendo la Justicia con su deber, la argentina no va a ser más gobernable.
Si de amenazas se trata, ya nos hemos referido desde estas columnas a los aprietes y mensajes mafiosos que vienen recibiendo muchos jueces y fiscales de parte de bandas de narcotraficantes, que los consideran un estorbo en su camino delictivo.
Entre ellos, el fiscal federal de cámara de Salta, carlos amad, amenazado de muerte; el juez federal de Jujuy, carlos Olivera Pastor, a quien le dejaron junto a su automóvil una cabeza humana dentro de una caja, o la brutal paliza que recibió el secretario penal de su juzgado. caben recordar también los ataques a tiros en Rosario contra familiares de magistrados, las actitudes desafiantes al tribunal que los juzgaba de parte de los narcos de la banda Los Monos y las contrataciones de estos a sicarios para atacar a jueces, hechas desde la cárcel, vía Whatsapp.
Resulta harto elocuente también qué es lo que sucede cuando las instituciones son avasalladas, se desconoce la autoridad y se persigue sembrar el caos. Dan muestra de ello las escenas de barbarie registradas durante la reciente marcha de protesta de trabajadores del astillero Río Santiago, en La Plata. Durante esa manifestación se intentó derribar la reja que protege la sede de la gobernación bonaerense. Volaron piedras, vidrios y todo tipo de objetos contra los agentes de la policía, al punto de que 18 servidores de esa fuerza de seguridad resultaron heridos. Los inadaptados, que intentaron luego victimizarse como producto de un confuso episodio, se subieron a los móviles policiales, destrozando seis de ellos, en tanto que resultaron seriamente dañados otros diez autos particulares.
nadie protesta pacíficamente atacando bienes públicos y de particulares ni intentando copar una institución como la sede de la gobernación del distrito. Fue una guerra callejera claramente orquestada por un sector de violentos que quieren sacar provecho de ese tipo de situaciones y que es muy probable que estén planificando continuar e, incluso, intensificar.
Pero no solo con violencia se ataca a las instituciones. También se las depreda con el silencio, con la complicidad de muchos actores para que algunos estados de cosas se mantengan inalterables la mayor cantidad de tiempo posible. Es así como se cajonean o traban leyes vitales para perseguir a los corruptos, recuperar los bienes mal habidos o transparentar el financiamiento de la política. Es así como por omisión se consigue lo que avergüenza hacer por acción directa.
Es hora de reparar seriamente en el daño que se está infligiendo al sistema democrático, contaminado de relato, saturado de mentira y, como si todo ello fuera poco, ahora también amenazado por el accionar de quienes, con sus actos, demuestran que, en rigor, nunca lo respetaron.
Es momento de sanear el pasado, de sincerar el presente y de trabajar con miras a un futuro de legalidad, compromiso y recuperación del respeto perdido.