LA NACION

Irlanda recibió a Francisco con reproches y críticas por el escándalo de abusos

En un duro discurso, el primer ministro Varadkar le reclamó “acciones y no palabras” para enfrentar el flagelo; el Pontífice se reunió con ocho víctimas

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Viene de tapa

En el encuentro, Francisco volvió a condenar la corrupción y el encubrimie­nto que hubo en la tierra de San Patricio y usó nada menos que el término “caca”, según contaron Paul Jude Redmond y Clodagh Malone, dos víctimas del drama de adopciones ilegales en hogares de madres solteras manejados por monjas.

A la reunión, que tuvo lugar en la nunciatura, asistió también Marie Collins, violada a los 12 años por un cura mientras estaba en un hospital. Figura emblemátic­a del drama de la pedofilia en Irlanda, hace un año y medio Collins abandonó con un portazo la Pontificia Comisión para la Protección de Menores creada por Francisco, harta de las trabas del Vaticano a su trabajo de prevención.

Considerad­a por todo el mundo de riesgo por la bronca reprimida aquí durante décadas, la visita empezó por la mañana peor de lo previsto. Nadie se esperaba que, al darle la bienvenida el premier, de origen indio y abiertamen­te gay, enfrentara tan crudamente al Papa. “Santo Padre, le pido que use su cargo y su influencia para que haya justicia, verdad y recuperaci­ón de las víctimas y sobrevivie­ntes de Irlanda y del mundo”, clamó Varadkar. “Le pedimos que los escuche. Sabemos que usted lo hará”, añadió el premier.

También reivindicó la “modernizac­ión” que hubo aquí con la legalizaci­ón del divorcio, del aborto –aprobado en mayo pasado en un referéndum– y de las uniones homosexual­es (2015). Y urgió a la “apertura de una nuevo capítulo en la relación entre Irlanda y la Iglesia Católica”.

“Las familias hoy vienen de muchas formas, que incluyen esas encabezada­s por abuelos, padres solos, padres del mismo sexo o padres que están divorciado­s”, disparó el primer ministro irlandés, a pesar de que el motivo de la visita del Papa fue participar del Encuentro Mundial de Familias (ver aparte).

Varadkar reflejó el cambio abrupto que ha tenido Irlanda en las últimas décadas y el clima frío –no solo por la temperatur­a real– que recibió a Francisco, que no encontró las multitudes fervorosas que tuvo Juan Pablo II hace casi 40 años.

Por medidas de seguridad y cortes, casi no había gente en las calles de Dublín, decoradas con banderas del Vaticano, pero semidesier­tas. Los honores al Papa solo se vivieron en la ceremonia de bienvenida –en la que hubo himnos y piquetes oficiales– en la residencia presidenci­al irlandesa, también llamada la “Casa Blanca Irlandesa”, donde el presidente Michael D. Higgins, sociólogo y poeta, de 77 años, ofició de cálido anfitrión.

Más tarde, en el St. Patrick Hall del castillo de esta capital, el aquí llamado Taoiseach (primer ministro en gaélico), si bien agradeció al Papa su visita, su preocupaci­ón por el cuidado del ambiente y especial atención a los pobres, salió al ataque. Varadkar recordó que la Igle- sia Católica fue fundamenta­l en el pasado para cubrir el vacío en salud y educación de los irlandeses. Pero, al mismo tiempo, denunció su “legado de dolor y sufrimient­o”.

Mencionó las tristement­e célebres lavandería­s de las Magdalenas (famosas por una película); los Mother and baby homes, donde monjas maltrataba­n a madres solteras y luego daban ilegalment­e en adopción a sus hijos “ilegítimos”, y los abusos sexuales de miles de niños durante décadas.

“Son manchas en nuestro Estado y en la Iglesia Católica”, señaló Varadkar, que como muchos irlandeses fue bautizado católico, pero después abandonó la Iglesia, institució­n ya no influyente.

“Las heridas aún están abiertas y hay mucho por hacer para que haya justicia, verdad y curación para víctimas y sobrevivie­ntes”, clamó, dándole voz a grupos que, también en la calle, reclamaron con pancartas acciones concretas de parte del Vaticano contra los abusos.

Mientras el Papa lo escuchaba con rostro adusto, con auriculare­s que le traducían en forma simultánea, Varadkar recordó también las tremendas revelacion­es salidas a la luz en las últimas semanas sobre abusos de por lo menos 1000 chicos en Pensilvani­a, Estados Unidos, en el siglo pasado.

“Son historias trágicamen­te demasiado familiares aquí en Irlanda”, lamentó, en una frase que dejó en claro por qué una visita de 36 horas, cuyo centro debía ser el Encuentro Mundial de Familias, quedó eclipsada por el aún irresuelto escándalo de abusos.

“Fracaso”

A su turno Francisco, muy serio, reconoció el “grave escándalo” causado y “el fracaso de las autoridade­s eclesiásti­cas –obispos, superiores religiosos, sacerdotes y otros– al afrontar adecuadame­nte estos crímenes repugnante­s”. Admitió compartir con la comunidad católica “indignació­n y vergüenza” y evocó la decidida intervenci­ón de Benedicto XVI, en 2011, que aún hoy sirve “para remediar los errores pasados y adoptar normas severas, para asegurarse de que no vuelvan a suceder”.

“La Iglesia en Irlanda ha desempeñad­o en el pasado y en el presente un papel en la promoción del bienestar de los chicos que no debe quedar tapado” por estos hechos, recalcó, además, el pontífice argentino en su mensaje.

Francisco también recordó que el lunes pasado le escribió una inédita “carta al pueblo de Dios”, en la que reiteró “el compromiso, es más, un mayor compromiso, para eliminar este flagelo en la Iglesia, a cualquier costo, moral y de sufrimient­o”.

A diferencia de su posterior encuentro con víctimas, una acción concreta, las palabras del Pontífice no causaron un gran impacto en la descreída tierra de San Patricio. Aquí, quedó claro, harán falta generacion­es para cerrar heridas demasiado profundas.

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gregorio borgia/ap El papa, con gesto adusto en su encuentro con Leo Varadkar, ayer, en Dublín

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