Fabio Bertranou
El funcionario de la OIT afirma que debería diseñarse una trayectoria para igualar el momento del retiro de varones y mujeres mientras se equiparan oportunidades
Entrevista con el director de la oficina de la oit para el cono sur
En cualquier parte del planeta el debate sobre la edad en la que se jubilarán los trabajadores actuales y futuros es sumamente sensible desde lo social y lo político. Más allá de las resistencias, que a veces surgen sin que haga falta más que mencionar el tema, el funcionario de la OIT Fabio Bertranou advierte que la decisión de postergar el momento del retiro –que podría considerarse natural dado el envejecimiento poblacional– puede solucionar parcialmente un problema (la insuficiencia del financiamiento) pero, a la vez, generar otros (como la falta de una oferta laboral para las personas que seguirían activas).
Una de las conclusiones es que no debe modificarse ese parámetro del sistema previsional de manera aislada y sin que se revise la dinámica del mercado laboral. Más aun, el director de la Oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para el Cono Sur y especialista en seguridad social, sostiene que replantear el esquema jubilatorio en la Argentina es “prácticamente imposible” si la economía no se coloca en una “senda más sostenible de crecimiento”.
Y lo dice en tiempos en que los datos de la economía no dan margen para el optimismo. Sobre la situación posible del empleo en los próximos meses, Bertranou (que es argentino y radica en Chile) afirma que deberían aprovecharse los instrumentos de política pública disponibles para “evitar que se destruyan puestos y para lograr una contención” que prevenga efectos como el de un avance del cuentapropismo informal.
–Muchas veces o en muchos sectores el crecimiento no alcanza para crear empleo, ¿cuánto y qué tipo de crecimiento se necesita?
–La elasticidad de empleo y producto evidentemente no es igual a uno. Una tasa de crecimiento especialmente modesta como la que podemos esperar en el futuro cercano no va a producir un impacto sustancial en el empleo, y esto no pasa solo en la Argentina sino también en otros países. Chile no tuvo recesión pero su tasa de crecimiento bajó en los últimos años; la creación de empleos fue muy modesta y podría decirse que los creados son de mala calidad. Creció mucho el empleo por cuenta propia y recién en los dos últimos trimestres eso se revirtió un poco; se necesitó crecer al 5% para que empezara a reaccionar el empleo asalariado, y la pregunta es si eso se va a sostener. Hay una dinámica que tiene que ver con factores estructurales y también coyunturales, como la incertidumbre más de corto o mediano plazo de la economía, que ralentiza las decisiones de inversión, y las transformaciones de distintos sectores. Tiene que ver con la discusión sobre el futuro del trabajo.
–¿Qué importancia tiene el nivel de aportes y contribuciones para la creación de empleos?
–Hay un gran debate sobre eso y sobre el dimensionar cuánto hay de imposición y cuánto de los que se paga es internalizado por trabajadores y empresarios como un beneficio. No hay una evidencia muy concluyente. En algunos segmentos y sectores puede haber una incidencia negativa [para el empleo], pero no en términos generalizados. Hay sectores donde la productividad es suficientemente alta para soportar la estructura de costos. En el promedio puede haber un efecto no decisivo, neutral, pero en algunos segmentos y sectores sí puede ser decisivo desde el punto de vista de la formalización. Hay que tener un criterio pragmático en este tema.
–¿Es positiva la diferenciación según tamaño de empresa?
–Ha habido experiencias desde los 90 con esquemas diferenciados. Eso tiene algunos costos, porque puede hacer desplazamientos espurios o inhibir el crecimiento de las empresas. Es la discusión que hay con el monotributo: es un esquema que facilita la inscripción del emprendedor o de la pequeña empresa, pero puede inhibir el crecimiento y puede ser percibido como un esquema permanente en lugar de transitorio. Son esquemas que deberían ser transitorios, para funcionar mientras la empresa se va fortaleciendo y va adquiriendo experiencia y mercados.
–¿Cómo ve las nuevas formas de empleo, como las de economías de plataforma? ¿Deben regularse?
–Creo que lo peor es que no haya acción pública. Hay que abordar el tema y no postergarlo; socialmente tendemos a procastinar y a postergar decisiones que afectan a algún sector o grupo. Me parece que hay que tener una acción pública rápida para interpretar el fenómeno, generar el espacio de diálogo con los sectores involucrados y tener una regulación. No una regulación que destruya o inhiba la posibilidad de crecimiento, sino que otorgue certidumbre jurídica. Con una intervención regulatoria se pueden descomprimir las tensiones.
–¿La Argentina está postergando demasiado el debate sobre su sistema jubilatorio?
–Hemos fallado en tener un mecanismo de revisión más permanente y en regular los parámetros de las bases de funcionamiento del sistema, que son el desempeño del mercado de trabajo y el de las finanzas públicas. Son los dos pilares de financiamiento del sistema y hay que verlos a la luz de los cambios demográficos. Cuando presentamos nuestros panoramas de protección social de la región, la Argentina rankea muy alto en los índices de cobertura y desarrollo de las prestaciones a niños y adolescentes y a adultos mayores. Pero la pregunta es la sostenibilidad, cómo garantizar que eso siga. No nos hemos dado el tiempo para pensar los mecanismos de revisión y necesitamos que sean consensuados tripartitamente, para que el sistema sea financiera y socialmente sostenible. Cuanto antes nos pongamos a trabajar, mejor. Hay un punto importante y es que es prácticamente imposible pensar en un desempeño satisfactorio de un sistema previsional, en cuanto a la cobertura y la suficiencia de sus prestaciones, si la economía no crece y genera empleos. Una reforma de los parámetros del sistema por sí sola no cambiará mucho el panorama si la economía no se coloca en una senda más sostenible de crecimiento.
–¿Qué podría o qué debería pasar con la edad de jubilación?
–Es un gran tema de debate a nivel mundial. La edad es un parámetro importante del sistema, pero no hay que debatirlo aisladamente, sino con otros que afectan el financiamiento y las condiciones de acceso. Estamos envejeciendo como sociedad y lo natural sería pensar que se indexe la edad de retiro; sin embargo, hay una heterogeneidad muy grande en la población: no es lo mismo para mujeres que para varones, o para personas que están en estratos de ingresos bajos que para quienes han tenido mejores condiciones… El aumento de edad de retiro puede tener efectos redistributivos y, por tanto, puede solucionar parcialmente problemas de financiamiento pero crear otros problemas, como hacer que muchas personas se mantengan en el mercado de trabajo sin que haya demanda para esa oferta. Repensar el parámetro de la edad y adecuarlo a la realidad demográfica requiere revisar la dinámica del mercado de trabajo y cómo se generan las oportunidades. Al hablar de aumento de la edad de retiro, la tendencia en muchos países es que el cambio se hace en forma gradual y, en general, para las nuevas generaciones que van llegando al mercado laboral.
–¿Se tendría que revisar, en paralelo, cuántos años de aportes se requieren?
–Nosotros tenemos un sistema basado en criterios contributivos pero auxiliado por impuestos. Hay trabajadores con trayectorias regulares y completas, que pueden cumplir con los 30 años de aportes; también hay trabajadores que están toda la vida en la informalidad, y hay un enorme grupo que alterna entre formalidad e informalidad. Entonces, se puede pensar en un sistema con distintos componentes, con una garantía mínima de ingresos para todos (la prestación universal para el adulto mayor me parece que es un esfuerzo para salir de soluciones de emergencia) y hay que empezar a discutir cómo se construye de ahí hacia arriba. Pareciera que buena parte de los trabajadores no llegará a 30 años de aportes y hay que pensar en eso. Habrá personas con 10, 15 o 20 años de aportes y hay que ver cuál es el beneficio representativo de ese esfuerzo contributivo; dar algo proporcional al beneficio completo que se tendría con los 30 años. Y necesitamos discutir esquemas de ahorro complementarios para algunos sectores, como los que, por tener ingresos muy altos, no hay sistema que pueda darles una tasa de reemplazo razonable del salario.
–¿Se justifica hoy la diferencia de edad jubilatoria entre varones y mujeres o debería eliminarse?
–Hay que pensar una trayectoria de convergencia de la edad de retiro entre hombres y mujeres. No se justifica hacer una igualación de golpe, pero hay que pensar en una trayectoria a medida que se vayan garantizando oportunidades en el mercado laboral para las mujeres. Y puede ser una oportunidad para forzar que estas oportunidades se produzcan.