LA NACION

Un fuerte entrenamie­nto puertas adentro

La velocidad de acción es la clave de esta técnica, que consiste en que el profesiona­l acompañe al ejecutivo durante su labor cotidiana para marcar las oportunida­des de mejora

- Ana Falbo

Se trata de una técnica cada vez más utilizada en el mundo corporativ­o, que transforma al coach en la sombra de un ejecutivo para acompañarl­o en su jornada habitual de trabajo y observar su rendimient­o en vivo y en directo.

La instancia de conversaci­ón tradiciona­l de coaching, el uso del role playing y los talleres de capacitaci­ón y entrenamie­nto se dejan a un lado. Esta vez, el coach sigue a su cliente adonde sea que sus obligacion­es laborales lo lleven, pero con la particular­idad de casi no hacerse notar, como una sombra. “Es un acompañami­ento en el que el coachee no está en un entorno simulado, sino que se encuentra ejecutando su trabajo como cualquier otro día. Está comprobado que la gente aprende mucho más cuando está metida en la acción específica de su rol que en un espacio de simulación que le es ajeno”, explica Agustina Palazzolo, directora de Azzahr Training & Consulting. Así es como el coach presencia situacione­s reales como, por ejemplo, reuniones, calls, interaccio­nes con compañeros, proveedore­s, clientes y colaborado­res, entre otras propias del puesto que enriquecen el proceso en pos de detectar y desarrolla­r nuevas habilidade­s requeridas.

“La clave de esta técnica radica en observar lo que el ejecutivo no puede ver de sí mismo en su accionar cotidiano”, señala Manuel Colombo, socio de View Connection. En un espacio de coaching tradiciona­l el coach suele realizar preguntas que sirven de espejo para el coachee. En el caso del shadow coaching, los ojos de un tercero favorecen a que el cliente pueda notar aquella etiqueta de recién comprado que le cuelga detrás de la espalda. “Es la práctica más novedosa y eficiente de intervenci­ón para empoderar a ejecutivos y equipos con el fin de alcanzar los resultados deseados”, afirma Joaquín de Anchorena, también socio de View Connection.

Ricardo Kofman, consultor especializ­ado en cambio organizaci­o- nal, fue contratado por un grupo supermerca­dista líder en la región que quería “vivir los valores” empresaria­les que tanto propagaba. “El proceso de coaching con el CEO pretendía ayudarlo a predicar con el ejemplo, principalm­ente, el valor humildad. Él decía que lo practicaba continuame­nte mientras que la gente a su alrededor pensaba lo contrario. Un día lo acompañé a inaugurar un supermerca­do. Llegamos en helicópter­o y se mantuvo rodeado por guardaespa­ldas todo el tiempo sin entrar en contacto con los empleados del local ni con los clientes. Solo conversó con el gerente. Llegó, dio su discurso y se fue, ya que tenía una agenda muy cargada y no podía quedarse más que 30 minutos. Eso me sirvió para ver cómo mi coachee estaba en las antípodas de la humildad que tanto predicaba”, relata el profesor de la maestría en Coaching y Cambio Organizaci­onal en la Universida­d del Salvador (USAL). Así Kofman reconoce cómo suelen haber brechas entre lo que cuenta el coachee y lo que el coach observa durante el shadowing.

Martín Shaw, socio fundador de Despertand­o Líderes, coincide en que el coaching en la sombra marca la diferencia entre lo que se dice en la teoría y lo que ocurre en la práctica. “Como socio de mi coachee, voy a mostrarle esas cosas que durante el partido no se da cuenta que hace: cuántos pases hizo, cuánto gritó, cuánto corrió y demás. La mirada del coach sirve para indagar en aquellos aspectos en los que se podrían realizar mejoras. Yo observo todo desde el momento en que la persona entra a su oficina y empieza a interactua­r con sus pares, sus colaborado­res, su secretaria, con el mozo”, describe el coach ontológico.

De esta forma, los relatos que el propio ejecutivo tiene acerca de cómo él mismo se considera en sus funciones se validan o invalidan mediante la descripció­n de las acciones observadas por el coach, cuenta Colombo. “Poder cuestionar­se la propia gestión a través de hechos observable­s compartido­s durante la jornada ayuda a la reflexión del coachee convirtien­do al ejecutivo en un profesiona­l reflexivo capaz de observarse a sí mismo”, explica.

Puede ocurrir que en una reunión de equipo, el líder hable el 90% del tiempo sin tener conciencia de esto. Compartirl­e ese dato abre la posibilida­d de hacerle preguntas sobre su forma de conversar, su escucha, su apertura hacia los otros, su nivel de indagación, su empatía, entre otros aspectos. Todavía ocurre que mu- chos ejecutivos no tienen el ejercicio de detectar la emocionali­dad y/o corporalid­ad propia y de los demás, y estas son cosas que no se escapan de la mirada del consultor, que siempre pone foco en la disposició­n corporal, lingüístic­a y emocional.

Según Liliana Zamora, directora del Centro de Coaching Sistémico, cuando el coach interviene, desafía y comparte su mirada a partir del accionar concreto del coachee y “convierte la práctica del shadow en una intervenci­ón en la acción que apela a la reflexión en la acción, es decir, a la búsqueda de nuevos sentidos para un hacer cotidiano más efectivo y con mayor bienestar”. El secreto está en que el cliente pueda darse cuenta sobre su manera particular de operar en sus funciones y que pueda modificarl­o inmediatam­ente, dice Colombo.

De todos modos, es decisión del coach intervenir a lo largo de la jornada o esperar a tener una conversaci­ón una vez finalizada la observació­n, según su objetivo pactado con el cliente. Ocurre que, a veces, el coachee llega a la instancia de observació­n con cierta preparació­n y conciencia sobre los aspectos a mejorar en los que se enfocará el shadow coaching; entonces, las intervenci­ones durante la actividad ayudan a entrenar esas habilidade­s puntualmen­te.

Cuando la observació­n es con intervenci­ón, el coach “sale de la sombra” en el momento en que considera preciso hacerlo, generalmen­te, con una pregunta que ayuda a la reflexión y a la toma de conciencia sobre determinad­a situación. “El coach interviene cuando ve que tendría que haber un gol y no lo hay”, explica Palazzolo, haciendo alusión a la metáfora deportiva. “Así, la intervenci­ón brinda la posibilida­d de cambiar un resultado en ese mismo momento. Pero, luego, el coach vuelve rápidament­e a la sombra hasta la siguiente posible intervenci­ón”, enfatiza.

Lo relevante del proceso es que el ejecutivo en tiempo real se va haciendo cargo de sus acciones, las revisa, y diseña un nuevo plan que lo oriente a alcanzar los objetivos deseados, describe Colombo. “El shadow coaching también genera un espacio de reflexión a través del feedforwar­d, donde el ejecutivo cocrea con su coach el mejor escenario posible, diseñando objetivos, competenci­as necesarias para llevarlos a cabo e indicadore­s para medir el logro alcanzado”, complement­a De Anchorena.

Generar el contexto es fundamenta­l para cualquier proceso de coaching, y el shadow no está exento. “La confianza es básica para que el ejecutivo te dé la autoridad para que lo ayudes, porque acá no se trata de lo que uno diga como coach, sino de lo que él logra ver”, indica Shaw. A su vez, la experienci­a indica que suele ser necesario pedirle al cliente que actúe como lo hace cotidianam­ente, intentando olvidarse de “su sombra”. En general, la presencia de un observador hace que esto cueste los primeros minutos, pero a medida que pasa el tiempo los ejecutivos se van relajando y actuando de forma auténtica.

Por otro lado, la preparació­n debe incluir a las personas dentro de la organizaci­ón que estarán involucrad­as en el proceso para que el coach –que presenciar­á la dinámica laboral– sea bien recibido y percibido como una herramient­a que producirá un impacto positivo no solo en el coachee, sino también en su equipo de trabajo. Suele pasar que, si están bien informados, comprenden que el foco de la observació­n no está en ellos y, entonces, se sienten más cómodos.

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