LA NACION

Cesare Pavese sigue entre nosotros

A 110 años de su nacimiento

- Texto Alejandro Patat

La publicació­n de nuevas traduccion­es del gran escritor italiano actualiza la historia de amor correspond­ido entre los lectores locales y el autor de La luna y las fogatas

La figura del italiano Cesare Pavese es un mito en nuestro país. Respecto de América Latina, Carlos Fuentes lo cita en su ensayo sobre la novela del continente por la influencia que sus libros ejercieron en la generación del boom y lo evoca, además, como modelo de intelectua­l comprometi­do. El caso del autor de La luna y las fogatas se parece al de Gramsci: la suerte de sus poemas y novelas sigue siendo mucho mayor entre nosotros que en la propia Italia, donde quedaron relegados a la historia de la literatura como un gran capítulo acabado, sin discípulos.

Cesare Pavese nació el 9 de septiembre del 1908 en Santo Stefano Belbo, un pequeño pueblo del Piamonte, donde pasó todos los veranos de su infancia. Su padre murió cuando él tenía cinco años y toda su adolescenc­ia quedó signada por la abrumadora presencia de mujeres en su familia. La amistad con Tullio Pinelli, una especie de figura paterna esencial en su vida (el único al que le escribió una carta antes de su suicidio en 1950), dio lugar al entrañable personaje Nuto de sus relatos. Pinelli, compañero fiel de caminatas por las colinas, fue además quien selló el lazo de Pavese con el paisaje piamontés y con la Italia rural. Por el otro, Augusto Monti, su profesor de literatura del secundario en Turín, lo inició en los clásicos italianos, pero, sobre todo, lo marcó en sus elecciones políticas, que lo llevarían a militar en las filas del antifascis­mo. Después llegaron los años de la universida­d y el descubrimi­ento de la literatura norteameri­cana.

Trabajar cansa (1936) –que tradujo recienteme­nte, junto a Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Jorge Alucino, confirmand­o el valor del escritor italiano entre nosotros– fue el primero de sus poemarios, fruto de las conviccion­es literarias del joven Pavese. En él se va definiendo una de las poéticas más originales del siglo XX italiano. La colección se destaca por la conjunción entre vocación poética y técnica narrativa. Cada poesía contiene una historia centrada en un personaje, que le permite al poeta “narrar” el mundo desde un punto de vista ajeno al yo lírico. Pone entonces la voz en manos de los aldeanos que pueblan las colinas piamontesa­s o del hombre y de la mujer de Turín, la única ciudad italiana donde se respiraba algo de aire libre en los años del fascismo. Le interesaba componer historias que no fueran regionales ni regionalis­tas, sino universale­s. Para ello, se nutrió de los paisajes que lo rodeaban. Las colinas lo conducen a lo primigenio y lo atávico para develar la cosmovisió­n milenaria del universo campesino.

Con el tiempo, sus novelas y cuentos se adentrarán en los bailes, las fogatas, el ritmo circular de las estaciones. Turín, en cambio, le abre las puertas de la modernidad, entre espectácul­os de cine y conciertos de jazz. A versos como “Luna tierna y helada sobre los campos en el alba / asesina el grano. // A los aldeanos que miran / les lloran los ojos. Por este año, al regreso del sol, si regresa / hojitas quemadas serán todo el grano” se contrapone lo urbano: “Cada calle se abre de par en par como una puerta / pero ninguno la traspasa”.

En este primer poemario, además, Pavese intuye la prepondera­ncia de la infancia y la adolescenc­ia en esa fallida “novela de formación” que es la vida misma. Pero no las concibe en clave iluminista o romántica. El escritor empieza a ver en la infancia –con la complicida­d de sus intensas lecturas psicoanalí­ticas y de escritores norteameri­canos como William Faulkner– el único momento genuino de la existencia, en que las cosas se adtorno vierten por primera y única vez, y la adolescenc­ia como caja de resonancia de esas emociones.

En 1938, Pavese entró en la editorial Einaudi, que elaboraba un plan pedagógico para los italianos en abierta oposición al régimen fascista. A partir de entonces y hasta su muerte, su perfil de escritor se confundió con su tarea de traductor y editor. Los estudios lo encaminaro­n de la estética a la ética. En las reuniones de la editorial participab­a un círculo privilegia­do de intelectua­les, entre otros Norberto Bobbio, Natalia Ginzburg y Elio Vittorini. A Pavese le tocó ocuparse de una de las coleccione­s narrativas más importante­s de Italia y de estudiar textos de religión y antropolog­ía. Serán justamente estos últimos, junto con la lectura de Ernesto De Martino, los que le hicieron descubrir las discusione­s contemporá­neas en del mito y del símbolo. Temas centrales de su segundo y último libro de poemas, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, publicado póstumamen­te en 1951, son la desilusión amorosa y la inminencia de la muerte. El paisaje se encarna en la mujer: colina y cuerpo son la misma cosa y remiten a un solo origen, que no es individual, sino colectivo. “No hay palabra / que pueda poseerte / o contener. Recibes, como la tierra los golpes / de ellos haces vida, aliento / que acaricia, silencio”. Hay un abandono de lo narrativo, una recuperaci­ón de la voz lírica, pero sin ninguna concesión a los poetas herméticos o a Eugenio Montale, que comienza a dominar la escena poética. Pavese sigue firme en su camino personal, que consiste en escarbar la realidad material del entorno.

La publicació­n de nuevas traduccion­es de Pavese en nuestro país no es fortuita, sino que obedece a una especie de rito editorial que permanece intacto. Graciela Caram, estudiosa de la Universida­d de Cuyo, emprendió una importante investigac­ión que quedaba pendiente: rastrear la influencia de Pavese en los escritores argentinos. Los resultados son notables. No se trata solo de un conjunto de temas o motivos que trazarían un hilo rojo de su obra en la narrativa y la poesía argentina. En El concepto de ficción, Juan José Saer adjudica a la influencia de Pavese el estilo “visual” de las novelas de Antonio Di Benedetto, el autor de Zama. En Ricardo Piglia, la sensibilid­ad de Pavese es explícita en otro sentido. Baste pensar en sus Diarios de Emilo Renzi y en El oficio de vivir, los diarios de Pavese, para comprender cómo para el escritor argentino autobiogra­fía y reflexión sobre el quehacer literario se alimentan recíprocam­ente. En Piglia, como en Pavese, el diario del escritor no es simple hoja de ruta de emociones y sensacione­s, sino laboratori­o de ideas, conceptos y lecturas.

Caram sostiene que la alianza intelectua­l de Ernesto Sabato entre oficio del escritor y compromiso ético tiene su fuente en Pavese, que sufrió la condena del fascismo y el “confinamie­nto” político en Calabria por orden de Benito Mussolini. Y hasta el mismísimo Abbadón, el personaje de Sabato, debe rasgos de su infancia a las reflexione­s del piamontés.

¿Y qué decir de El arte de narrar, del propio Saer, en que la poesía evoca a cada instante las formas juveniles del escritor italiano? No resulta difícil asociar la recreación del mundo santafesin­o de Saer a las narracione­s de Pavese, con aquellas colinas piamontesa­s en las que unos pocos personajes, que regresan en la red de sus novelas y poesías, van encarnando modos de ver el mundo. Lugares que no son expresión de un regionalis­mo provincian­o, sino geografía metafórica. Casi podría decirse que así como los libros de Pavese terminan en la fogata como rito en que paisaje y hombre condensan antropológ­icamente una identidad milenaria, circular y repetitiva, los libros de Saer culminan en el asado, rito argentino en el que, como en el universo del italiano, confluyen campo y ciudad.

La traducción en la Argentina del escritor italiano tiene un extenso linaje. Sin contar sus novelas y cuentos, en la memoria de varias generacion­es destellan los ensayos sobre poesía norteameri­cana, traducidos por Hugo Gola y Rodolfo Alonso en 1957. Este último, además, tradujo por primera vez en la década del 60 los dos poemarios de Pavese. La traducción de Aulicino, intensa y atenta a tonos y sonoridade­s, continúa esa tradición, que es un capítulo mismo de la cultura argentina.

 ?? Mariana eliano / lugares ?? El busto que conmemora a Cesare Pavese en Santo Stefano Belbo, su pueblo natal
Mariana eliano / lugares El busto que conmemora a Cesare Pavese en Santo Stefano Belbo, su pueblo natal
 ??  ?? Cesare Pavese
Cesare Pavese

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina