LA NACION

ANTES DEL GRAN REX, CUENTA SU VIDA JUNTO A CHARLY

Antes del show de esta noche en el Gran Rex, el coequiper de Charly García desde hace tres décadas cuenta su vida junto al músico y cómo se preparan para estos conciertos “sorpresa”

- Textos Gabriel Plaza | Fotos Ignacio Sánchez

El teléfono no para de sonarle. Son los pedidos de entradas para el concierto de esta noche de Charly García en el Gran Rex. A los 52 años, Fabián “Zorrito” Von Quintiero, hijo de un exiliado calabrés que se vino a los 14 años desde Italia, sin nada, dice que no puede hacer otra cosa que sonreír y disfrutar el momento. “Desde chico quise ser músico de rock nacional. Ese era mi deseo y mi ilusión. Imaginate lo que es subir a tocar con Charly y estar a su lado en un escenario. Hay una cuestión emocional muy fuerte. Nunca es un trámite”, dice.

El Zorrito todavía no puede creer que el domingo en el último ensayo terminaron a las 20. “Hasta me pude ir a comer con mi novia y todo. Recuerdo en los ochenta cuando ensayábamo­s veinte horas seguidas. Ahora la máquina está a punto y Charly está en un buen momento, rozagante y fresco”, cuenta el tecladista, que es uno de los únicos músicos que acompañaro­n a Charly García desde los tiempos de esplendor en los ochenta cuando pasó a formar parte de la emblemátic­a banda Los Enfermeros.

–¿Cuándo fue tu ingreso oficial al rock?

–En Suéter me dieron la oportunida­d de reemplazar a René Greco, que era el tecladista. Yo tenía 18 años y estaba terminando el sexto año de la ENET. Después iba a estudiar Arquitectu­ra, pero entonces surge la posibilida­d a través de un amigo en común que conocía al batero de Suéter que vivía en Urquiza como yo. Él nos presenta y me lleva al grupo. Durante mucho tiempo ensayamos en un garaje grande de mi casa en la calle Acha, y así entré al rock como un desconocid­o total.

–¿A partir de ahí empezás a curtir de entrada con los grandes de alguna manera?

–Yo me quería hacer amigo de los grandes, pero nadie me daba bola. Charly, que produjo el disco de Suéter, tampoco me registraba. El primero que me tiró una buena onda fue Andrés Calamaro y su mujer de entonces. Lo conocí en la presentaci­ón de Clics modernos y me tiró su teléfono. Ellos tenían una casa en la calle Serrano donde se juntaba todo el ambiente del rock. Ahí paraba y empecé a sentir que me dieron como la credencial de ingreso al rock. Después ya vino Soda Stereo con el que viví una experienci­a muy fuerte de giras y discos. Pero la gran bendición fue entrar a tocar con Charly.

–¿Cómo fue ese primer encuentro con García?

–En realidad con el loco ya nos habíamos cruzado en un recital de La Falda con Soda Stereo, donde subió a tocar con ellos de invitado. Se puso al lado mío en el teclado y me corrió de un codazo, y yo me quedé a su lado poniendo dos dedos para tener la foto con él. Daba miedo el personaje. Por esos días empezó a correr el rumor de que Charly iba a armar una banda nueva. Como tecladista ir a tocar con Charly iba a ser el máster de la música. Lo encaré una noche en una fiesta, de esas que habían todos los días en los ochenta, y le dije: “Dale, yo quiero tocar con vos”. Charly me miró y me dijo: “Ok, yo te aviso”.

–Fernando Samalea, que ya estaba grabando Parte de la

religión, ¿te ayudó de alguna manera?

–Éramos amigos y me acuerdo que me mostró los demos de Parte de la religión en un viaje a Mar del Plata y me volví loco. Él arengaba, pero la decisión la tenía el jefe de la selección. Me acuerdo que llegó el domingo de Pascuas, el mismo día del levantamie­nto carapintad­a, y al mediodía suena el teléfono. Era Samalea que me dice: “A las cinco tenés que estar en la casa de Coronel Díaz y Santa Fe. Es como que vino Dios y me tocó. Fue una conmoción emocional”.

–¿Recordás ese primer día de ensayo?

–El teclado estaba en el piso y el Flaco estaba en velocidad supersónic­a. Me pasó el primer tema, “Demoliendo hoteles”, y cuando hizo la posición de la mano sobre el teclado pude ver el truco que hacía. Fue como abrirme su mundo, como una revelación.

–¿Y recordás tu primer concierto con Charly?

–A la semana de ensayar en su casa fuimos a tocar en Barracas porque se habían armado escenarios en defensa de la democracia. Ahí debutamos y a la semana me propuso viajar a Nueva York para que lo acompañe todavía sin ritmo de intimidad ni nada. Me acuerdo que me llevó al Washington Hotel donde paraba habitualme­nte y no habían tomado la reserva, así que Joe Blaney, su productor, nos ofreció dormir en un estudio que tiene su mujer en el Soho. A mí no me importaba nada. Estaba en Nueva York con Charly. A la noche, cuando volvimos a dormir al estudio no había nada. Era un cuarto de tres por tres. Apenas había una colchoneta, donde obviamente se tiró a dormir Charly y yo en el piso. Nos deja ahí, sin música, sin instrument­os, hacía frío. Pero igual yo estaba flasheado.

–¿A partir de ahí se empezó a crear este vínculo especial con vos de tantos años?

–No sé lo que pasó. Siempre me pedía de acompañarl­o a los viajes porque veía que estaba libre para hacerlo o porque yo me podía manejar en distintas situacione­s. Me podía mandar a comprar algo y no tenía problema con eso. Recuerdo que de ese viaje nos trajimos todos los equipos que íbamos a usar en el show con Los Enfermeros, y obviamente los terminé cargando yo (se ríe a carcajadas, el Zorrito).

–¿Cómo veía tu familia todo eso?

–No hay que olvidar que yo era un pibe de Villa Urquiza con un origen de padre italiano laburador y no tenía contexto musical a mi alrededor. Mi ingreso a tocar con Charly produjo una conmoción en mi familia y mis amigos del barrio. Recuerdo que antes del viaje a Nueva York con Charly mi viejo le fue a decir: “Cuidame al nene”, y Charly le prometió que sí. Desde ahí Charly se integró a toda mi familia.

–¿Hoy podrías vivir de la música?

–Es difícil. En el rock no te podés jubilar, te morís o seguís.

–¿Y por qué pensás que duraste tanto tiempo tocando con Charly?

–Para mí tocar con Charly es estar en la selección y hay que dejar todo. El año pasado cumplí treinta años con él y dejé mi vida. También construí una relación. Accedí al costado humano. A García le pasan cosas como a todos: momentos felices y tristes, conflictos y problemas de salud. Les aviso a todos que Charly es un iluminado y una persona de carne y hueso.

 ??  ?? “Charly está en un buen momento, está rozagante y fresco”, cuenta el Zorrito, antes del recital de hoy
“Charly está en un buen momento, está rozagante y fresco”, cuenta el Zorrito, antes del recital de hoy
 ?? Ignacio sánchez ?? “Yo era un pibe de Villa Urquiza y no tenía contexto musical”, dice
Ignacio sánchez “Yo era un pibe de Villa Urquiza y no tenía contexto musical”, dice
 ?? I. arnedo ?? Los Enfermeros: la emblemátic­a banda de Charly
I. arnedo Los Enfermeros: la emblemátic­a banda de Charly

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina