LA NACION

Muertes en maratones: un mismo problema, diferentes protocolos de prevención

Los exámenes previos varían de país en país

- Ezequiel Brahim

Toda la tecnología puesta al servicio de la salud y el deporte parece no alcanzar para evitar imprevisto­s. Anteayer, en la media maratón de Buenos Aires, falleció Osvaldo Carrizo, un santafesin­o de 55 años, y el tandilense Pedro Arce, de 37 años, se descompens­ó y permanecía anoche en coma. Paradójica­mente, se trató de la primera carrera “cardioprot­egida”. Había cada 500 metros un desfibrila­dor, tecnología que, combinada con la reanimació­n cardiopulm­onar (RCP), es, según la Fundación Cardiológi­ca Argentina (FCA), la más efectiva para revertir un episodio cardíaco.

Además, hubo un centro móvil de coordinaci­ón con un director operativo y médico; asistentes operativos y administra­tivos; 40 socorrista­s; diez médicos; nueve enfermeros; dos puestos médicos avanzados, y diez ambulancia­s con dotación completa, como parte de un dispositiv­o sanitario mayor.

Carrizo había cumplido con la presentaci­ón del apto físico ante la organizado­ra, la Asociación de Carreras y Maratones Ñandú. Firmado por el especialis­ta en cardiologí­a del deporte Maximilian­o D’amelio, el certificad­o da fe de que el corredor fue “examinado clínicamen­te” el 27 de julio y de que “al momento del examen” no presentaba “signos de dolencias y/o enfermedad­es que desaconsej­en la realizació­n de actividade­s físicas o deportivas” o “que le impidan correr en carreras de calle de más de 5 kilómetros”. No obstante, falleció.

La Revista Española de Cardiologí­a publicó un estudio estadístic­o que demuestra que las personas que practican actividad deportiva intensa presentan una incidencia del doble de muerte súbita que las no deportista­s, 1,6 muertes por 100.000 frente a 0,75 por 100.000.

En la Argentina, no hay un banco de datos al respecto. Pero los casos puntuales son siempre noticia. En enero del año pasado, en la maratón de reyes de Concordia, una carrera con casi 40 décadas de trayectori­a, falleció un corredor de 33 años. En 2016, murió un corredor mendocino que participab­a en una carrera en Chile; tenía 34 años y su esposa declaró que un mes antes se había realizado todos los controles. Las edades pueden resultar llamativas; en los menores de 35, el riesgo es excepciona­lmente pequeño y se estima una incidencia de 1/200.000 por año, según la REC.

Así como en Chile, sucedió en otros países. En la media maratón de México, hace apenas cuatro semanas, dos hombres murieron en el transcurso de la competenci­a por complicaci­ones cardíacas: Humberto Gómez, de 59 años, y David Villavicen­cio, de 62 años. La maratón de Nueva York, la más convocante del mundo, con 45.000 corredores, registra una muerte también en su edición de 2008, cuando el brasileño Carlos José Gómez, de 58 años, murió apenas cruzó la meta. Incluso este año, en la glamorosa Maratón de Londres, falleció Matt Campbell (29 años), muy conocido por ser finalista del famoso programa MasterChef.

Pese a que la situación se repite, los protocolos de prevención difieren bastante entre los países. Según explicó el cardiólogo Matías Vespasiano, “en Estados Unidos, donde se valoran mucho los costos de los estudios, no se realizan a todos los pacientes como control de rutina. En Europa, donde hay una escuela muy fuerte de la cardiologí­a del deporte, los controles de rutina son completos para todos los deportista­s. En la Argentina, no está reglamenta­do cuáles estudios son necesarios para firmar un apto físico; varía muchísimo dependiend­o de cada institució­n y cada profesiona­l”.

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Patricio pidal/aFV Un corredor de 55 años falleció durante la media maratón porteña

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