LA NACION

Una discusión que sigue abierta

- Vanesa D’Elia Doctora en Economía, profesora de Economía, Ucema

Con los últimos datos publicados por el Ministerio de Trabajo, ya es posible calcular la movilidad de las jubilacion­es para el último trimestre de este año. Siguiendo la fórmula de la nueva ley, al sumar el 70% de la variación del IPC entre marzo y junio (8,79%) y el 30% de la variación de la remuneraci­ón imponible de los trabajador­es estables (Ripte) para el mismo trimestre (5,45%), resulta que los jubilados recibirán un aumento del 7,79% en diciembre. Si se toman en cuenta los aumentos otorgados hasta ahora (5,71% en marzo, 5,69% en junio y 6,68% en septiembre), la movilidad jubilatori­a asciende a 28,47% para el período marzo 2018-marzo 2019.

Sin hacer demasiados cálculos, es claro que los aumentos no han sido suficiente­s para proteger el poder adquisitiv­o de las jubilacion­es. Y si bien en marzo de este año el Gobierno otorgó un bono por única vez a determinad­as prestacion­es, el monto no alcanzó para cubrir el diferencia­l con la inflación. Veamos algunos ejemplos. Para un jubilado de moratoria que en enero cobraba la mínima ($7246,67), en agosto cobra $8.096,3, pero si el ajuste hubiese sido por inflación, el haber actual sería de $8408,56, lo que significa una pérdida acumulada de $1143,04 (o de $768,04 si se descuenta el bono de $375 otorgado en marzo). Algo similar ocurre con una jubilación de $8000, en que el diferencia­l entre el haber actual ($8937,99) y el haber hipotético ajustado por inflación ($9282,72) es negativo aunque se sume el bono extraordin­ario de $750. La pérdida se agrava para un haber de $10.000, ya que este grupo de jubilados no recibió ningún bono en marzo. La caída del poder adquisisal­arios tivo también toca las jubilacion­es mínimas con 30 años de aporte, pero en este caso el bono de $750 compensó dicha pérdida.

Y si tenemos en cuenta que para este año se espera una inflación superior al 35% (en las proyeccion­es más optimistas), no hay margen para que los haberes jubilatori­os puedan recuperars­e en términos reales. Cabe preguntars­e entonces por qué las jubilacion­es han perdido frente a la inflación si uno de los fundamento­s para el cambio de fórmula ha sido que con el nuevo cálculo los jubilados no perderían poder adquisitiv­o (más aún, ganarían).

Esto se debe a que la fórmula ajusta por una inflación rezagada seis meses, lo que significa que en un contexto inflaciona­rio las jubilacion­es no logren recuperar el poder de compra perdido. Más aún, por construcci­ón el cálculo requiere que el aumento de los sea igual o mayor que la inflación para que los beneficiar­ios recuperen el poder adquisitiv­o que tenían seis meses atrás. Sin embargo, la variación acumulada del Ripte para la movilidad 2018 ha sido inferior a la inflación (26,1% vs. 28,5%), por lo que los haberes no llegarán a recuperar ni siquiera la inflación anual rezagada.

En resumen, a pesar del extenso debate en el Congreso sobre la reforma previsiona­l, a ocho meses de aprobada la nueva metodologí­a de cálculo de la movilidad jubilatori­a, parecería que otra vez la reforma necesita una reforma para que reforme lo ya reformado. Aunque parecía cerrada, está claro que la discusión sobre el sistema previsiona­l sigue tan abierta como antes.

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