LA NACION

Manu, ese señor

- Nicolás J. Isola

San Pablo, Brasil.– Quizás vinimos a este mundo a cultivarno­s de las personas y de las cosas que nos rodean, a mirar, a escuchar, a pensar y a hacer de nosotros algo bueno. Este aprendizaj­e no siempre es explícito, ni proclamado. Valoramos a quienes llegan al éxito en una disciplina y consiguen que las luces, el dinero y las seduccione­s de la fama no los absorban y se almuercen su talento.

como argentinos nos hemos acostumbra­do a que los errores de nuestros deportista­s sean visibiliza­dos por muchos: uso de drogas, violencia en campos de juego, insultos a árbitros, trompadas en vestuarios, millones en impuestos evadidos, etcétera.

a esa mala prensa ganada en buena ley por los Sampaoli de turno, se suman los chimentos, la farándula y los paparazzi que aprisionan a cualquier deportista de elite para meterlo en esos callejones sin salida de noticias inventadas y tergiversa­ciones alevosas. Espacios de los cuales es difícil escapar.

En ocasiones, como ratones perspicace­s, muchos de ellos deben de oler quesos podridos que están posados sobre trampas y evitar comerlos. no es fácil vivir eso todo el tiempo. Son equilibris­tas de su propio ego, que siempre se encuentra puesto en juego y al borde del abismo: hay muchos cocodrilos esperando ansiosos que ellos caigan de ese puente.

Diego armando Maradona, exagerado como lo conocemos, supo decir: “Manu es el principio de todo en el básquetbol argentino”. El 30 de junio de 1999, Ginóbili fue reclutado por San antonio Spurs y debutó en 2002. Dieciséis años más tarde, estaba ahí y continuaba haciendo sus pillerías.

como para Messi, en su momento su estatura fue un problema. cuando tenía 15 años, Manu estaba muy preocupado, se medía todos los días haciendo una línea en la pared. Se había detenido su crecimient­o y tenía pánico de no crecer más. Un médico pronosticó que llegaría como mucho a 1,85 metros. Hizo y comió de todo para estimular su crecimient­o: hoy mide 1,98. Su hermano leandro lo sintetizó bien: “le ganó a la naturaleza”.

cuando tiene enfrente a jóvenes que recién empiezan, a Manu, con 41 pirulos, se le nota la experienci­a en las manos y en los pies. Tiene un mapamundi de la cancha en la retina. como en los picados de fútbol de barrio en donde los cincuenton­es juegan parados pero saben lo que hacen, mientras los chicos corren sin brújula, Manu aprendió con la edad a mirar con la espalda.

Emanuel Ginobili no es solo un jugador de básquet. Mi madre, que murió dos semanas atrás, lo habría definido como a un señor. Ella condensaba en esa palabra a aquel profesiona­l correcto, honesto, agradable de escuchar, educado, sincero y sin poses. Manu es un señor.

contaba Gregg popovich que a fines de 2015 Ginobili, obstinado no quería entender que no lo dejarían jugar partidos consecutiv­os. Una mañana, el DT, agotado de explicarle, lo dejó en el desayuno con los otros seis entrenador­es del equipo para que ellos le expusieran los motivos y él los oyera una vez más. “así se convencerá”, pensó pop. Esa noche Ginobili jugó.

Manu, el negociador, es un hombre inteligent­e, reflexivo y de muchísima capacidad de generar empatía.

no es extraño, entonces, que este hombre respetuoso de los reglamento­s se haya transforma­do en, quizás, el argentino más reconocido en Estados Unidos, el olimpo de ese deporte tan comercial, un país donde la competenci­a es atroz y donde no es fácil triunfar.

Es bueno que, como sociedad, atendamos a que tenemos estos referentes en la argentina, mucho menos mediáticos que otros, claro, en parte porque una vida sin escándalos es más aburrida de ser contada, pero mucho más interesant­e y saludable de ser vivida.

Quizás vinimos a este mundo a aprender. En tiempos tan degradados en que es difícil buscar la pausa, el tono adecuado, la palabra no hiriente, el comportami­ento ligado a las reglas, en estos tiempos complejos, el señor Manu se sacó la marca, jugó en su mejor nivel y supo hacerlo mientras millones lo miraban.

nuestro iniesta del básquetbol, sin escándalos, generó espíritu de grupo y triunfó hasta el hartazgo en la cancha junto a leyendas. Se retira reconocido por la labor que hizo con su profesión y no por trascendid­os fuera de su trabajo.

los argentinos somos eso también. a veces, deberíamos recordárno­slo.

como en tantas de sus volcadas a las que fue acostumbrá­ndonos, este hombre nos ha llevado bien alto. Gracias, señor Ginobili, por esa canasta de tres.

* filósofo y doctor en Ciencias Sociales

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