La guerra de las cintas amarillas en Cataluña, el nuevo factor de discordia
Se convirtieron en el símbolo de los independentistas; crecen los incidentes por su utilización y la disputa llegó a la Justicia
BARCELONA.– Unos van con tijeras; otros, con cinta adhesiva. Unos hacen moños y los otros se los deshacen. La cinta amarilla, el símbolo adoptado por los independentistas catalanes para mantener vivo su mensaje, se convirtió en el nuevo elemento de discordia en una sociedad fracturada por la irresuelta tensión separatista en la región.
“Empezó hace semanas como una cuestión simbólica. Pero está derivando en un enfrentamiento emocional difícil de frenar, tanto por su carga afectiva como por los componentes de identidad que conlleva”, dijo a la nacion Emilio Camps Giner, sociólogo de la Universidad de Barcelona.
La espiral creció hasta convertirse en materia de disputa callejera: los independentistas ponen las cintas y quienes se oponen van y las retiran. En medio, crecen los altercados y las situaciones violentas entre uno y otro bando.
El fin de semana pasado, una mujer fue golpeada mientras supuestamente retiraba unos lazos amarillos en el Parque de la Ciudadela, donde está el Parlamento catalán. No fue el único incidente, pero sirvió para potenciar la tormenta política.
Desde entonces, con sus brigadas de tijeras o de pegamento, según los casos, la guerra de las cintas extendió sus consecuencias por numerosas instituciones. “Eso no tiene que ver con nosotros ni con el independentismo”, rechazaron desde la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una de las principales plataformas del separatismo catalán.
Tanto la policía nacional española como la regional catalana (Mossos d’Esquadra) están en la mira. Los primeros, porque fuerzas independentistas los acusan de haber ayudado a ciudadanos que querían retirar cintas. Los segundos, por haber hecho seguimiento e identificación de un grupo que retiraba las cintas. Ahora son investigados por la fiscalía.
El asunto creció tanto que se hi- cieron planteos ante la Fiscalía Nacional de Estado. ¿Es delito poner cintas? ¿Es delito sacarlas? La nueva titular del organismo produjo una respuesta de lo más salomónica. “No veo delito en poner ni en quitar los lazos, ya que ambas cosas forman parte de la libertad de expresión”, dijo María José segarra.
Los partidos políticos y el gobierno independentista catalán tomaron posiciones, alentando a uno y otro grupo. “Esto no puede ser. Alentamos y defendemos a todos los ciudadanos que quieren que el espacio público sea de todos y no solo de los independentistas”, dijo Inés Arrimadas, del partido liberal Ciudadanos, la fuerza más votada en Cataluña.
“El gobierno tiene que intervenir, poner orden e impedir que sus ciudadanos sean agredidos. El gobierno catalán gobierna para todos y no solo para los independentistas que piensan como él”, fustigó Pablo Casado, el nuevo líder del derechista Partido Popular (PP).
Pero para el presidente autonómico, Quim Torra, la culpa la tienen quienes sacan las cintas y las fuerzas “fascistas” que los alientan. “Yo le pedí a los Mossos que actúen contra los grupos agresivos que quieren asustar a los activistas por la libertad”, dijo, y defendió la persecución que la policía regional hizo de quienes recogían las cintas porque se trataba “de personas encapuchadas que actúan de noche y con armas blancas”, en lo que pareció una referencia a las trinchetas que usan para remover los lazos.
La puja callejera llegó hasta la amenaza de movilizar a la Unesco si no se removían los cientos de bolsas de basura amarillas que, durante semanas, flamearon en la muralla romana de Tarragona, donde habían sido encajadas a la fuerza. El ayuntamiento de la ciudad se vio obligado a retirarlas.
De cara al próximo aniversario del fallido referéndum por la independencia, del pasado 1° de octubre, y la posterior declaración unilateral, del 27, se prevé una escalada en la puja emocional por el espacio público. Las cintas amarillas son el catalizador de esa tensión.