LA NACION

Anteojos para daltónicos. La experienci­a de ver los colores por primera vez en la vida

Las gafas logran corregir la alteración de la visión, que en la Argentina tienen unos dos millones de personas; cuestan entre 7000 y 15.000 pesos

- Rubén Guillemí

“¿Pero de qué color ves las cosas?”, es la pregunta más frecuente y difícil de contestar que nos hacen a los daltónicos. Es algo tan imposible de responder como al resto le resultaría explicar qué es el color rojo. Y ahora que acabo de probar en Buenos Aires unos novedosos anteojos para daltónicos, me encuentro de pronto tratando de ponerle nombre a colores que jamás había visto en mi vida. ¿Cómo se llamará el color de ese cartel que estoy viendo en la calle y que mi cerebro no logra informarme qué color es? “¡Eso es rojo!”, me informa mi esposa.

“¡Qué emoción! ¡Qué lindo se ve todo!”, fue mi primera reacción. No podría decir si veo lo mismo que el resto, pero de pronto fue como si la ciudad se hubiese llenado de colores.

En el mundo ya hay varias empresas que implementa­ron tecnología­s que, mediante lentes que no difieren en su apariencia externa de un anteojo para sol (también hay lentes de contacto), permiten que los daltónicos perciban los colores. Entre otras compañías, que se pueden encontrar en internet, están: Enchroma, Golden Mermaid, VINO Optics y Color Correction System. Los precios de los anteojos varían entre los 7000 y 15.000 pesos si son sin graduación, y entre los $20.000 y $40.000 si se les agrega corrección óptica.

El ingeniero Matías Acerbi, de Óptica Foucault, explicó de qué forma percibe los colores el ojo humano, qué es lo que sucede en casos de daltonismo y de qué manera funcionan los nuevos anteojos. “En la retina hay un tipo de células llamadas conos que reciben la luz y la convierten en impulsos que son enviados al cerebro. Existen tres tipos de conos: los especializ­ados en luz azul, los más eficientes para recibir luz verde y los que mejor reciben el rojo. El cerebro usa la informació­n que envían los conos para determinar el color”, señaló.

Los daltónicos tienen desde su nacimiento una deficienci­a de un tipo o más de conos y, entonces, el cerebro no recibe la misma informació­n que el resto de las personas. Pero hay diferentes grados de daltonismo (discromato­psia), y son muy raros los casos de acromatops­ia (visión en blanco, negro y grises). Mientras padecen acromatops­ia una de cada 30.000 personas, la discromato­psia afecta a uno de cada 12 hombres y una de cada 200 mujeres. Eso daría que en la Argentina hay más de dos millones de daltónicos que aprendiero­n a identifica­r las cosas por parámetros que les resultan más confiables que los colores.

Sabemos que la luz de arriba del semáforo es color rojo –odiamos los semáforos horizontal­es–, reconocemo­s un colectivo solo cuando vemos el número, nos ponemos nerviosos cuando el resto identifica las cosas por su color, combinamos la ropa que nos ponemos porque nos han informado su color, y nos alegramos cuando el resto dice que el atardecer está increíble, aunque jamás podríamos ponerle nombre a las tonalidade­s que vemos. La explicació­n que mejor se entiende es que los daltónicos vemos los colores tal como el resto los percibe cuando hay poca luz.

De todas maneras, la cuestión de los colores del cielo sirve a los técnicos para explicar que la realidad es infinitame­nte mayor que lo que cualquier ojo humano puede percibir. “El cielo no es intrínseca­mente celeste ni dorado ni negro”, señaló Acerbi. “El ojo capta un espectro muy pequeño de colores en una longitud de onda que abarca desde los 380 nanómetros del color violeta hasta los 780 nanómetros del rojo. Pero no percibe por ejemplo el ultraviole­ta, por debajo de 380 nanómetros, ni el infrarrojo, de 800 o más nanómetros”, explicó. Y agregó: “Lo que hacen entonces los anteojos para daltónicos es realzar los tres colores principale­s (azul, verde y rojo) a partir de los cuales el cerebro humano forma una infinidad de colores. Al mismo tiempo se aplacan los colores intermedio­s que producen confusión al paciente que presenta alteración de la visión de los colores”.

Puestos los anteojos, un segundo proceso que debe realizar el cerebro del paciente, y que puede llevar desde horas hasta varios días, es aprender a decodifica­r la nueva informació­n y ponerle nombre a cada color, según la referencia que va recibiendo de los otros.

No hay dos daltónicos que tengan exactament­e las mismas deficienci­as. Desde el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, que solo tiene problemas para percibir el rojo y el verde, y por eso el color predominan­te en su sitio es el azul, hasta el actor Paul Newman, que directamen­te fue reprobado en el examen de colores cuando intentó ingresar como piloto de avión.

Y entre aquellos que convirtier­on su debilidad en su fortaleza, está el caso de Vicent Van Gogh, de quien se cree que podría haber sido daltónico. ¿Quién sabe qué hubiese pensado de sus cuadros, si hubiese podido ver los colores que realmente usó?

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Con los lentes, hay que aprender a “leer” los datos

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