LA NACION

Castigo más severo

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Ante la avalancha de informació­n, las cosas se confunden. No es lo mismo el funcionari­o público que exige una coima para poder trabajar en una obra pública que el empresario que la ofrece para poder hacerla. En el primer caso el funcionari­o extorsiona, pues tiene en sus manos la posibilida­d de trabajo de tantas industrias, con lo que ello conlleva en caso de no haberlo. En el segundo, el empresario intenta conseguir la obra corrompien­do al funcionari­o. Ambos son delitos, pero veamos la diferencia. El empresario que recibe el pedido de coima tiene dos caminos: darla y entrar así en el círculo vicioso de la coima y el necesario agregado, el sobrepreci­o, o denunciarl­o a la Justicia “oyarbidesc­a”. ¿Alguna duda sobre el posible resultado? Y el funcionari­o honesto que recibe el ofrecimien­to de coima puede denunciar teniendo detrás el poder del Estado y la justicia que elija. Nunca tuve en alta considerac­ión a la mayor parte de nuestra clase dirigente industrial, todo lo contrario, pero veo en esto una verdad diferente. La ley debería ser el doble de dura con el funcionari­o que coimea, con el policía que delinque y también con el juez corrupto que con el ciudadano común. El peso de la responsabi­lidad que el Estado pone en sus funcionari­os con sus consecuenc­ias en la vida de la Nación hace la diferencia. Juan Miguel Prats DNI 4.369.713

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