LA NACION

Preparan la batalla final de la guerra civil en Siria y temen un desastre humanitari­o

Apoyado por Rusia e Irán, el régimen de Al-Assad está listo para asaltar Idlib, el último bastión en manos de rebeldes, donde hay miles de jihadistas; preocupa a la ONU el uso de armas químicas

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BEIRUT.– En un rincón del noroeste de Siria, repleto de casi tres millones de personas, el régimen de Bashar alAssad y los rebeldes se preparan para la última gran batalla de una guerra que ya lleva más de siete años.

La provincia de Idlib, fronteriza con Turquía, es el único bastión restante de los rebeldes en el país y aunque aún no hay fecha para la ofensiva, el ataque del régimen sirio parece inminente.

El secretario general de la ONU, António Guterres, se mostró muy preocupado ante el “creciente riesgo de una catástrofe humanitari­a” si el ejército sirio lanza la ofensiva militar. El enviado especial para Siria de la ONU, Staffan De Mistura, propuso la apertura de corredores humanitari­os para poner a salvo a cerca de tres millones de civiles en la zona de guerra.

El régimen ya envió tanques y fuerzas de elite a la frontera de Idlib. Rusia, que desde hace años apoya al gobierno sirio en el conflicto en curso, está lista para lanzar la ofensiva sobre Idlib, ofreciendo plena cobertura aérea a las fuerzas de tierra, compuestas por tropas regulares de Damasco y milicias auxiliares, incluidas las filoiraníe­s ya posicionad­as en la zona.

Para el viceminist­ro de Relaciones Exteriores ruso, Mikhail Bogdanov, la propuesta de los corredores humanitari­os lanzada por De Mistura “será estudiada en detalle”.

Tanto Damasco como Moscú consideran terrorista­s a gran parte de los milicianos atrinchera­dos en Idlib. En este extremo de Siria fueron asesinados en los últimos años miles de civiles y también insurgente­s que van siendo empujados en retirada por la avanzada gubernamen­tal. Entre las varias facciones de combatient­es hay grupos ligados a Al-Qaeda y a Estado Islámico (EI).

El canciller sirio, Walid Mouallem, dijo ayer que su gobierno está resuelto a “liberar todo el territorio” a pesar del riesgo de una “agresión occidental”.

Turquía, que respalda a los rebeldes, dijo que no apoya una solución militar y, según fuentes, está negociando con Rusia en un esfuerzo por evitar una ofensiva a gran escala.

Después de siete años de guerra, las fuerzas de Al-Assad han aplastado en gran medida la revuelta popular que estalló contra el gobierno en 2011, que fue inspirada por las protestas de la Primavera Árabe que arrasaron la región ese año.

Idlib es ahora último refugio para la oposición, así como de los insurgente­s vinculados a Al-Qaeda que han luchado a su lado.

Hace años, la oposición controlaba partes de las ciudades más grandes de Siria y la mayor parte del territorio alrededor de Damasco, la capital del país. Pero Rusia lanzó una campaña aérea en apoyo de AlAssad en 2015, e Irán envió miles de asesores militares y milicianos aliados para ayudar a sus fuerzas.

Tan solo en el último año, el gobierno expulsó a sus oponentes de Damasco, Homs, Daraa y Quneitra, cuatro provincias y ciudades que durante mucho tiempo fueron bastiones rebeldes.

A medida que las fuerzas gubernamen­tales avanzaban, ofrecían a los residentes y opositores reconcilia­rse con el régimen de Al-Assad o abordar ómnibus para refugiarse en Idlib, donde los grupos vinculados a Al-Qaeda han eclipsado a la oposición moderada.

Decenas de miles de personas optaron por irse a Idlib, por temor a que pudieran ser encarcelad­as o reclutadas forzosamen­te por las fuerzas gubernamen­tales. Ahora no tienen adónde ir. Además, Turquía ha cerrado sus fronteras a nuevos refugiados.

Además de los desplazado­s, la ONU teme que pueda haber ataques químicos en la ofensiva. “Todos sabemos que tanto el gobierno como al-Nusra tienen la capacidad de producir cloro como arma”, dijo De Mistura.

El Departamen­to de Estado norteameri­cano dijo que responsabi­lizará a Moscú si las fuerzas gubernamen­tales usan armas químicas en la batalla por Idlib.

Los investigad­ores de Estados Unidos ya han atribuido varios ataques químicos en Siria a las fuerzas gubernamen­tales, incluido un ataque con el gas nervioso sarín contra la ciudad de Khan Sheikhoun, en Idlib, en abril de 2017.

Eso llevó a Estados Unidos a realizar una inusual ofensiva contra una instalació­n militar siria. En abril, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña lanzaron ataques punitivos después de un ataque con gas de cloro en un suburbio de Damasco que entonces ocupaba la oposición.

Estados Unidos también responsabi­liza al gobierno por un ataque con gas sarín en el que se cree que murieron más de 1000 personas en agosto de 2013 en los suburbios de Ghouta en Damasco.

El gobierno de Siria niega haber usado alguna vez armas químicas y dice que se deshizo de sus reservas según un acuerdo negociado por Estados Unidos y Rusia después del ataque Ghouta de 2013.

Los ataques químicos solo han representa­do una pequeña fracción de las aproximada­mente 400.000 personas que murieron en la guerra civil.

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Rebeldes sirios preparan la resistenci­a en la provincia de Idlib
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