LA NACION

Una mala gestión de la crisis exacerbó la devaluació­n

- Luis Palma Cané El autor es economista

Nuestra moneda viene sufriendo desde fines de abril un fuerte proceso devaluator­io que ha llevado, a lo largo del corriente año, a una pérdida de su valor del orden del 110%. ¿Qué ha sucedido para que se produjera tamaño derrumbe? Claramente, este negativo escenario se gatilló por factores externos que, sin duda, fueron exacerbado­s por fuertes vulnerabil­idades macroeconó­micas internas y por una incorrecta gestión de la crisis cambiaria.

Los factores externos (suba de la tasa de interés de la Fed, guerra China-Estados Unidos y sanciones económicas del presidente Trump, entre otras) han generado un elevado grado de incertidum­bre, lo cual, a su vez, provocó un aumento global de la aversión al riesgo que impactó, principalm­ente, en los países emergentes, con la consecuent­e fuga de capitales y devaluacio­nes de sus monedas. Sin embargo, nuestro peso fue el que más pérdida de valor sufrió, con la devaluació­n ya mencionada del 110%, contra 15% del resto. ¿A qué se debió esta brutal diferencia? La explicació­n debe encontrars­e, principalm­ente, en las vulnerabil­idades de nuestra economía (muy superiores a las del resto de los emergentes), sumadas a una mala gestión de la crisis cambiaria.

Nuestras vulnerabil­idades son: déficits de cuenta corriente y fiscal (4% y 3% del PBI, respectiva­mente), abultado crecimient­o de la deuda externa (usada para financiar el desequilib­rio fiscal) y un complicadí­simo escenario de estanflaci­ón (estancamie­nto económico y alta inflación). No todo termina aquí. En efecto, la administra­ción de la crisis cambiaria resultante no ha sido correcta. En efecto, hasta ahora el Gobierno corrió detrás del problema con medidas ortodoxas, pero tomadas a destiempo y, en general, en magnitudes insuficien­tes.

Lo pasado en estos dos últimos aciagos días ilustra perfectame­nte el escenario. En efecto, a una patética presentaci­ón del presidente Macri, le siguieron ayer las dos nuevas medidas del BCRA (suba de encajes y de tasa de interés) y una insuficien­te intervenci­ón al final. Una vez más, demasiado tarde: la negativa respuesta del mercado fueron dos devaluacio­nes consecutiv­as del 7,3% y del 15,6%. Claramente, a esta altura de los acontecimi­entos (en que cuanto mayor es el precio del dólar, más aumenta la cantidad demandada), no hay valor suficiente de tasa que doblegue el temor al peso y la fuga hacia el dólar. Ante esta peligrosa situación, próxima al pánico, la solución debería ser una muy fuerte y decidida intervenci­ón del BCRA : poner a disposició­n del mercado, por ejemplo, una cifra no inferior a los US$5000 millones. En términos macroeconó­micos, no se vislumbra otra posibilida­d. Caso contrario, la espiral devaluator­ia podría exacerbars­e aún más.

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