Una mala gestión de la crisis exacerbó la devaluación
Nuestra moneda viene sufriendo desde fines de abril un fuerte proceso devaluatorio que ha llevado, a lo largo del corriente año, a una pérdida de su valor del orden del 110%. ¿Qué ha sucedido para que se produjera tamaño derrumbe? Claramente, este negativo escenario se gatilló por factores externos que, sin duda, fueron exacerbados por fuertes vulnerabilidades macroeconómicas internas y por una incorrecta gestión de la crisis cambiaria.
Los factores externos (suba de la tasa de interés de la Fed, guerra China-Estados Unidos y sanciones económicas del presidente Trump, entre otras) han generado un elevado grado de incertidumbre, lo cual, a su vez, provocó un aumento global de la aversión al riesgo que impactó, principalmente, en los países emergentes, con la consecuente fuga de capitales y devaluaciones de sus monedas. Sin embargo, nuestro peso fue el que más pérdida de valor sufrió, con la devaluación ya mencionada del 110%, contra 15% del resto. ¿A qué se debió esta brutal diferencia? La explicación debe encontrarse, principalmente, en las vulnerabilidades de nuestra economía (muy superiores a las del resto de los emergentes), sumadas a una mala gestión de la crisis cambiaria.
Nuestras vulnerabilidades son: déficits de cuenta corriente y fiscal (4% y 3% del PBI, respectivamente), abultado crecimiento de la deuda externa (usada para financiar el desequilibrio fiscal) y un complicadísimo escenario de estanflación (estancamiento económico y alta inflación). No todo termina aquí. En efecto, la administración de la crisis cambiaria resultante no ha sido correcta. En efecto, hasta ahora el Gobierno corrió detrás del problema con medidas ortodoxas, pero tomadas a destiempo y, en general, en magnitudes insuficientes.
Lo pasado en estos dos últimos aciagos días ilustra perfectamente el escenario. En efecto, a una patética presentación del presidente Macri, le siguieron ayer las dos nuevas medidas del BCRA (suba de encajes y de tasa de interés) y una insuficiente intervención al final. Una vez más, demasiado tarde: la negativa respuesta del mercado fueron dos devaluaciones consecutivas del 7,3% y del 15,6%. Claramente, a esta altura de los acontecimientos (en que cuanto mayor es el precio del dólar, más aumenta la cantidad demandada), no hay valor suficiente de tasa que doblegue el temor al peso y la fuga hacia el dólar. Ante esta peligrosa situación, próxima al pánico, la solución debería ser una muy fuerte y decidida intervención del BCRA : poner a disposición del mercado, por ejemplo, una cifra no inferior a los US$5000 millones. En términos macroeconómicos, no se vislumbra otra posibilidad. Caso contrario, la espiral devaluatoria podría exacerbarse aún más.