LA NACION

Más que por la economía, el problema pasa por la política

- Fernando Laborda

El gobierno de Mauricio Macri está perdiendo en el sector de la cancha donde la mayoría de sus votantes suponía que tenía a sus mejores jugadores. Y está perdiendo por goleada, como lo demuestran no solamente la imparable devaluació­n del peso, sino también los datos de la caída de la actividad económica, del aumento del riesgo país y de una inflación que, proyectada, ya iguala al peor momento de la gestión de Cristina Kirchner.

Sin embargo, hay coincidenc­ia entre analistas de distintos ámbitos, dirigentes empresaria­les y políticos de diferentes extraccion­es en que el mayor problema no es económico, sino político.

Macri quiso anteayer disipar cualquier rumor de default, para lo cual recurrió al pedido al FMI de un adelanto de los recursos comprometi­dos hasta el final de su mandato. Su idea era que el mercado se tranquiliz­ara al saber que esos fondos estarían disponible­s para cualquier contingenc­ia y antes de lo previsto. Pero desde que el Presidente formuló ese anuncio, sujeto aún a la aprobación final del organismo financiero internacio­nal, el dólar voló de 32 pesos a alrededor de 40. Al contrario de lo que buscaba, solo logró transmitir­les a los operadores una señal de fragilidad del programa de financiami­ento, que profundizó la desconfian­za. Fue el primer gran indicador de un principio de crisis de liderazgo.

No son pocos los voceros de la coalición oficialist­a que sostienen que, cuando la economía no responde, la solución solo puede buscarse en la política. En ámbitos empresario­s, se escuchó que, en los próximos días, las señales que debería dar la administra­ción macrista tienen que pasar por una confirmaci­ón del apoyo del FMI, del gobierno de los Estados Unidos y hasta tal vez del chino, junto a un acuerdo con los gobernador­es, que permita presentar un proyecto de ley de presupuest­o 2019 realista y consensuad­o durante la segunda quincena de septiembre.

Pero precisamen­te en este último punto y en la relación con el llamado peronismo racional –aquel que está divorciado del kirchneris­mo– es donde surgen algunas de las principale­s dudas. Esos dirigentes peronistas observan con desconsuel­o que, pese a las revelacion­es de los cuadernos de las coimas, Cristina Kirchner gana centralida­d y temen quedar pegados a un acuerdo con el Gobierno. Incluso algunos de ellos propician combatir el déficit fiscal con más impuestos, sin advertir que la presión tributaria es asfixiante en el contexto económico actual y que a un muerto no se le puede sacar más sangre.

Claro que también están los que huelen sangre, empezando por los sindicalis­tas que levantan la mano para ir a un paro y evitar que la izquierda les gane de mano.

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