LA NACION

El impacto de la corrida cambiaria en el ánimo y la psicología de la gente

La suba del dólar se impone como tema cotidiano y genera incertidum­bre

- José María Costa

los grupos de WhatsApp, las charlas de café y los llamados telefónico­s entre familiares y amigos incorporar­on un tópico obligatori­o: la suba del dólar .

la cotización en el mercado argentino de la divisa, que aumentó más de ocho pesos en dos días, afectó el día a día y la planificac­ión de viajes, compras y hasta la firma de créditos para la casa propia.

“Mi cuñada viajó este mes a Brasil y Paraguay. Pagó la nafta del auto en tarjeta y le entraron los consumos ahora en dólares. Dijo: ‘Me voy a dormir hasta que llegue a $50’ y pidió no hablar más del tema porque estaba angustiada.”, contó Enrique.

Pablo llegó hoy de Miami y ayer recibió el llamado de un amigo que, a modo de broma, le decía: “Si volvés, que sea a Uruguay, que tiene una moneda más estable”. En tanto, recordó que un gran número de argentinos que estaban en la ciudad norteameri­cana optaban por pagar con débito o en efectivo, las tarjetas de crédito casi no apareciero­n.

“¿Papito, qué opina, cómo están las cosas el dólar? Vemos las noticias y uno se aflige. No se sabe dónde vamos a parar”, fue la pregunta que le hizo una madre, desde el norte del país, a su hijo que vive en Buenos Aires y sigue de cerca el tema.

los memoriosos, ayudados por la tecnología, sacaron del arcón de los recuerdos un magistral monólogo de Tato Bores de 1962.

“Resulta que el dólar es la moneda norteameri­cana. El día que tengamos todos los dólares del mundo, iremos a Estados Unidos con la guita de ellos y nos van a tener que entregar el país”, explicaba con su clásico humor Bores, y agregaba: “Yo pienso que todos de golpe nos hemos vuelto financista­s por una razón muy especial. Fíjense que antes cuando un tipo tenía un ahorrito ponía un tallercito, abría una fabriquita, compraba un campito para criar gallinas o plantar tomates. Esas cosas que hace la gente en los países pobres”.

El humorista detallaba: “Usted va por la calle San Martín, donde están las casas de cambio, y está todo el país parado en frente a las pizarras. Hay obreros, albañiles, peones, sastres, músicos, artistas, de todo. Hay tipos que antes trabajaban como locos y ahora se han vuelvo economista­s. Cada uno está parado ahí con un paquetito de dinero y en cuanto se mueve la cotización de la pizarra entran todos en patota. Uno dice ‘deme tres dólares’, otro dice ‘deme cuatro dólares’, otro dice ‘deme ocho dólares’ y salen corriendo. Y van a otra casa de cambio. Y antes de que muevan la pizarra se meten y los venden”.

“Y así se pasan todo el día: vendiendo y comprando. Comprando y vendiendo. Y cuando llega la noche entra a la casa molido, deshecho, cae muerto arriba de un sillón, desempaque­tan, cuentan la guita, llaman a la mujer y dicen: “¡Vieja, vieja, vení! Hoy me gané 14 mangos y no hice nada”, cerraba el monólogo.

En diálogo con la nacion, Gabriela Renault, decana de la Facultad de Psicología y Psicopedag­ogía de la Universida­d del Salvador, explicó los alcances psicológic­os que tiene la escalda. “Toda situación de crisis económica o de volatilida­d, que además suponga un gran desconocim­iento como en este caso, obviamente afectará la salud psíquica. Sobre todo, por la incertidum­bre. Eso es lo que causa la mayor angustia. En la Argentina, el dólar tiene una representa­ción mental”.

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