Daño moral Desigualdad
Vemos pasar la historia de los cuadernos, las confesiones y los miles de millones que hay en danza como si fuera una serie de Netflix, pero parece que no nos damos cuenta del daño que todo esto hace en nuestra confianza y en nuestra moral. Es un daño interior enorme que también socava, sin darnos cuenta, la moral de nuestros hijos. Y al verlo pasar ante nuestros ojos como si fuera una serie fantástica esto da la idea de que es un país de nadie, que somos ajenos a todo esto. ¿Qué futuro podemos esperar? Gonzalo G. Arias
DNI 17.659.250 El domingo pasado se publicó el artículo “Desigualdad. Las recetas exitosas que revirtieron el fenómeno de la concentración”. Una vez más se presenta como una rémora el hecho de que determinados personajes sean tan ricos. Pero lo que nunca se explica es que la riqueza que administran esas personas no la tienen atesorada en una bóveda o en una caja de seguridad, como lo hace Rico Mc Pato (Scrooge McDuck). Esa riqueza está en acción: en emprendimientos que continuamente entregan productos y servicios a la sociedad y, a su vez, crean miles y miles de puestos de trabajo. Además, las grandes cifras que administran son sensiblemente inferiores a las que año tras año se desembolsan (y muchísimas veces se despilfarran) por la vía de los gastos del Estado en numerosos países. La gran diferencia es que los discutidos personajes ricos llegan a constituirse en depositarios de la administración de esos capitales por la vía de la competencia. En cambio, las fabulosas cifras que malgastan los Estados se obtienen mediante confiscaciones impositivas. Y estas, dicho de paso, conllevan un riesgo de desaparición, porque pueden pasar a ser manejadas por los Néstor Kirchner o los Amado Boudou del mundo. Yo prefiero confiar mis ahorros a los Jeff Bezos o a los Bill Gates. Sé que no los van a guardar en bóvedas y que van a darles uso fructífero para ellos, para mí y, sobre todo, para la sociedad. Pablo F. Marchetti
DNI 6.002.426