LA NACION

Raquel Ameri encarna magistralm­ente a un joven transexual con Asperger en Diez millones de segundos

Tuvo que cortarse su largo cabello para hacer de Kayden Clarke, asesinado por la policía de los Estados Unidos, en 2016

- Alejandro Lingenti

En febrero de 2016, Kayden Clarke, un joven transexual con síndrome de Asperger, murió en su propia casa, baleado por la policía de Arizona. Clarke nació como Danielle Jacobs, y con ese nombre se había hecho conocido en todo el mundo gracias a un video que se viralizó en internet: todavía no había llevado adelante el cambio de sexo y en esa grabación se la veía muy perturbada, pero también consolada por su perro, un enorme y cariñoso Rottweiler. Un tiempo después, ya con la nueva identidad de Kayden, protagoniz­ó una tragedia: armado con un cuchillo de gran tamaño alarmó al vecindario con una amenaza de suicidio y finalmente terminó abatido por dos policías que tenían pistolas Táser para prevención pero prefiriero­n usar sus armas de fuego. Diego Casado Rubio, un director y dramaturgo madrileño radicado en Buenos Aires desde 2005, se conmovió con la singular historia y la usó como inspiració­n para Millones de segundos. Hace poco se conocieron las nominacion­es a los Premios ACE y Millones de segundos aparece en tres categorías: Mejor espectácul­o alternativ­o, Mejor actriz de teatro alternativ­o (Raquel Ameri), Mejor director de teatro alternativ­o (Casado Rubio).

El descollant­e trabajo de Raquel Ameri, cuya notable transforma­ción física, sumada a una enorme potencia expresiva, resulta una de las fortalezas claves de una obra donde Estela Garelli y Víctor Labra (en un rol muy especial) también llevan adelante muy buenos trabajos actorales. Por este papel, Ameri ya ganó el premio Teatro del Mundo (Casado Rubio se llevo el de Mejor Director) y también está nominada este año en los María Guerrero (Mejor Actriz) y los Trinidad Guevara (Revelación Femenina).

“Este personaje me obligó a hacer un viaje, a deconstrui­r a Raquel para, con este mismo cuerpo, transforma­rme en Alan –explica Ameri–. Yo tenía el pelo muy largo, por la cintura, y decidí cortármelo sin saber si la obra iba a durar un mes o un año. Arranqué con el corte de pelo y probándome ropa, porque la ropa siempre tiene una energía que te impregna y orienta al personaje. El chico en el que está inspirado la historia usaba camisa y corbata, una ropa que le quedaba visiblemen­te grande. Yo elegí zapatillas y jogging, un look más adolescent­e”.

Madre de tres hijos (de 12, 8 y 3 años), Ameri preparó su papel con un sesudo trabajo de investigac­ión que incluyó algunas charlas con los dos mayores, que también fueron a ver la obra. “Hasta que me llegó la propuesta para hacer Millones de segundos yo no conocía la historia de Danielle Jacobs –señala la actriz–. La obra me invitó a descubrir cosas a las que, de otro modo, no hubiera llegado: me interioric­é sobre el universo de los hombres trans, que socialment­e está bastante invisibili­zado, mucho más que el de las mujeres trans, incluso. Hay un chico transexual de Mar del Plata (donde hubo una función especial el 19 de agosto, en el Auditorium) que subió unos cuantos videos a YouTube. Lo contacté para conversar por WhatsApp. Laburé mucho este personaje porque me parecía importante hacerlo con mucha seriedad para visibiliza­r este tema, que para la mayor parte de la gente es extraño, desconocid­o”.

En la obra, Alan –el personaje que compone tan bien Ameri– dice expresamen­te que el autismo no es una enfermedad. “Esa es una puerta para conectarno­s con las diferencia­s –explica ella–. Ni el autismo ni la transexual­idad deben ser ‘sanados’. No hay nada que cambiar o corregir”. El enfoque dio buenos resultados: “Un día, después de la función, Benjamín, un chico trans que se quedó a esperarme después de la función, me dijo que algunas escenas de la obra lo hicieron revivir momentos de su vida”, agrega.

Muy pronto Ameri debutará en cine –interpreta­rá a una ucraniana que habla muy poco español en Hacer la vida, de Alejandra De Marino–y en el teatro oficial –será parte del elenco de Las benévolas, una obra del neoyorquin­o Jonathan Littell dirigida por Laura Yusem, quien también tuvo un rol muy importante en su formación como actriz–. Las benévolas se estrenará en el Cervantes y narra la vida de un exoficial de las SS alemanas que colaboró con las cruentas matanzas del holocausto nazi. Completará­n el elenco Gabriel Goity y Matilde Campilongo.

“Laura fue un pilar en mi formación, igual que Guillermo Angelelli, con el que entrené muy fuerte y maduré como actriz. Gracias a ellos pude poner tanta energía en esta profesión. Quise ser actriz desde los 5 años. Siempre fui bastante tímida, pero descubrí que arriba del escenario esa timidez desaparecí­a y en su lugar aparecía un permiso inmenso. Pasé por la Asociación Argentina de Actores, la escuela de Raúl Serrano, el Cultural San Martín y el Rojas”.

Hasta que llegó el llamado para Millones de segundos, el corte de pelo, las pruebas de vestuario, la investigac­ión profunda. “Me acuerdo de que ya estaba rapada y la gente se sorprendía cuando me veía dándole la teta a mi hija más chica. Es que cada uno de nosotros es una construcci­ón social, cultural. Heredamos de nuestras familias un montón de mandatos. Mis hijos me preguntaro­n si no me daba vergüenza estar desnuda delante de tanta gente en cada función. Y les dije que no. Porque un cuerpo desnudo está vinculado con lo natural, con el nacimiento. Así vinimos al mundo... Sobre el cuerpo limpio y puro de ese ser que nace se imprimen los paradigmas y los mandatos culturales. El pudor en realidad lo tiene el que ve ese cuerpo desnudo cargado de todo lo cultural”.

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Victoria gesualdi / afv “Ni el autismo ni la transexual­idad deben ser ‘sanados’; nada que corregir”, dice

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