El nacimiento de otro gobierno
Si se hubieran dejado registrados en un mapa todos los caminos que Mauricio Macri y su equipo recorrieron para tratar de encontrar una salida durante las 48 horas más frenéticas (o dramáticas) de su gestión, la conclusión que se sacaría es que no se dejó punto cardinal por explorar. Casi ningún dogma quedó en pie.
Al final, después de orillar extremos y andar con rumbos demasiado variados, todo indica que el Gobierno se inclinó por privilegiar la búsqueda de nuevos ingresos fiscales para equilibrar las cuentas (léase retenciones a las exportaciones), la adopción de medidas para tratar de preservar la paz social y un refuerzo de la alianza con el radicalismo, tanto en lo que refiere a políticas por tomar como a nombres por sumarse al nuevo y encogido gabinete nacional. Hoy se sabrá si para el mercado eso es suficiente y si la política lo convalida.
Las medidas y la reforma del equipo de gobierno que se anunciarán hoy se terminaron de resolver después de una sucesión interminable de reuniones en múltiples mesas y charlas telefónicas, lo que dejó expuestas las dificultades del Presidenteysuscolaboradoresparaidentificar soluciones que aseguren un éxito. También, es la admisión extrema de la gravedad del momento por el que se atraviesa, queya no deja espacio ni tiempo para la muy transitada política de la prueba y el error.
Macri debió a recurrir a todo su pragmatismo y exhibir una plasticidad extrema para reencauzar su gestión. Tuvo que arriar algunas banderas que parecían intocables, firmar más de un indulto a figuras que habían sido eyectadas de su espacio y sondearlas para que volvieran, recortar el poder, al menos formalmente, de algunos de sus colaboradores preferidos y reconfigurar un esquema de conducción que era su marca personal, con un sistema radial de relaciones y ministros con poderes acotados. Nada de eso sigue existiendo más de la misma manera.
La crisis terminó por confirmar el mayor riesgo que tenía el sistema original: dejar a un presidente sin defensas ni fusibles capaces de preservar la instalación general ante graves contingencias. Demasiado para un país con tantas dificultades irresueltas, que el gobierno de Macri no consiguió domar con la receta aplicada hasta hoy. Tal vez podría haber funcionado si se hubiera llegado a aquel país normal que Macri prometió al asumir. Difícil de saberlo. La realidad (interna y externa) hizo imperioso abandonarlo.
El poder limitado de los distintos ministros y la extrema concentración en el Presidente y en el tridente conformado por Marcos Peña y los (hasta anoche) removidos Mario Quintana y Gustavo Lopetegui también explican la reticencia y la demora para adoptar medidas, soluciones y cambios ahora inevitables, pero que desde hace ya mucho tiempo se le aconsejaban y demandaban aun desde dentro del oficialismo. Nadie tenía capacidad ni espacio para torcer la voluntad, modificar los pruritos o alterar las convicciones de Macri, aun cuando la realidad demostrara la necesidad de explorar otros caminos. Las crisis suelen tener un poder de convencimiento inigualable. Lo único que hay que evitar es que el aprendizaje llegue demasiado tarde.
El proceso en busca de soluciones dejó a la luz la fragilidad del oficialismo y sus diferencias internas potenciadas por la corrida cambiaria. El macrismo debió saldar conflictos con sus socios en Cambiemos, especialmente con Lilita Carrió, y también puertas adentro de los oriundos de Pro. El espacio que ganó el radicalismo en las últimas 48 horas disparó el enojo de la diputada expresado públicamente en tuits sin mediaciones. Al final del día parecían haberse encauzado sin dejar nuevas heridas.
En las jornadas que precedieron este domingo de infarto, tan igual a muchos otros de la historia política de los últimos 30 años, también hubo lastimados dentro del propio macrismo, incluidos varios de sus funcionarios. La reunión que el viernes por la tarde tuvo Macri con su equipo de gestión más estrecho, integrado por Peña; Jaime Durán Barba; el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis; Quintana, y Lopetegui fue el detonante de la desazón y el pesimismo de muchos. La vieron como una demostración de endogamia y encierro. Varios funcionarios llegaron a coincidir con el lamento de uno de sus colegas: “De lo único que tengo ganas es de irme a mi casa y si no lo hago es porque no quiero ser Chacho Álvarez”, el renunciante vicepresidente de Fernando de la Rúa. La apertura posterior en las reuniones del sábado y el domingo a otros miembros del oficialismo calmó los ánimos y restituyó cierta unidad.
De confirmarse los cambios que trascendieron y visto el lugar concedido durante las reuniones para encontrar soluciones y aportar nombres, se podría decir que la UCR contará con una cuota de poder que ya no lo deja solo en el lugar de socio de una alianza electoral y una coalición parlamentaria, sino como miembro pleno y destacado de una coalición de gobierno con similares responsabilidades y bastante más atribuciones de las que tenía. Ahora son varios los macristas puros, algunos con cierta cercanía con el peronismo, que recelan de esta ampliación del capital societario: sienten que licúa su predominio.
La búsqueda de sustento político para las medidas y designaciones por hacer no se limitó a los diálogos con los aliados. También incluyó llamadas a algunos referentes de la oposición, entre ellos, el senador Miguel Pichetto, a quien le anticiparon varias de las decisiones y escucharon su opinión. Ese es el tamaño de la urgencia.
Lo que escucharon los enviados de Macri de lo que ellos laman el peronismo racional fue que habrá de su parte comprensión y prudencia, pero que esperaban a ver las medidas para dar una respuesta más precisa. Ningún cheque en blanco. En la misma actitud se inscribieron los gobernadores que mañana volverán a reunirse y que, a esta altura, podría decirse que se encuentran en estado de sesión permanente. También hubo llamadas a consejeros externos con vínculos con inversores y con operadores del mercado para ver cómo podrían caer ciertas incorporaciones en el gabinete.
Lo que antes se decidía en un círculo minúsculo ahora se transformó casi en un referéndum. La quinta de Olivos parecía estar ayer en estado asambleario, con mesas de discusiones en simultáneo evaluando medidas, nombres y configuración del futuro gabinete con los que se busca conjurar la crisis. Son todas escenas sin precedente en la administración de Macri. Ahora falta exponerlas a la prueba ácida de los mercados. Es el nacimiento de un nuevo gobierno, con todos los problemas viejos por resolver.