Dos fórmulas, cuatro goles, y un empate que no conformó a ninguno
El poder de fuego de Estudiantes quedó retratado en los festejos de los juveniles Pellegrini y Apaolaza; Independiente respondió con Braian y Silvio Romero; la intensidad, el eje de un dominio repartido
Cuando ellos se activaron, las defensas se paralizaron. Como si se tratara de un embrujo, de un encanto. Ellos, solo ellos, fueron capaces de descubrir grietas. Fueron los mejores valores del empate 2-2 entre Estudiantes e Independiente, un juego gobernado por la intensidad. Por atrevidos, por animarse a romper el molde. En el primer tiempo el
Pincha sacó una luz de diferencia de dos goles con las intervenciones de Francisco Apaolaza y Matías Pellegrini; en el complemento reaccionó el Rojo, a través de las conquistas de Braian y Silvio Romero. Ellos, el póquer de futbolistas que sostuvieron viva la llama de un encuentro que también rompió en polémicas y con voces que se alzaron por los fallos y alguna pierna que fue un poco más allá de los límites.
La joven pareja de delanteros de Estudiantes, Apaolaza y Pellegrini, tiene un promedio de edad de 19 años. Fue la primera que acaparó las miradas, la que atrajo la atención y encendió el cotejo; más tarde, en el segundo tiempo, emergió la experiencia de la restante fórmula, la de Independiente –una media de 28 años–, que niveló el resultado. Los Romero le pusieron orden al marcador, tras el quiebre que impusieron los juveniles. Una manera de establecer que el partido de las fórmulas debía culminar en tablas.
“Somos un equipo joven y, aunque tenemos detalles para corregir, a mi entender vamos por el buen camino. Queremos un equipo intenso, que no de una pelota por perdida y eso lo estamos logrando”, explicó Leandro Benítez, el director técnico de Estudiantes que elige a los pibes para alistar la formación, pero también los sostiene desde el discurso.
“Jugamos un buen segundo tiempo, en el que el equipo fue agresivo y pudo tener verticalidad. No me voy contento con el resultado, pero sí con el rendimiento de mis jugadores. Silvio Romero, además del gol, le dio otra cara al ataque cuando ingreso el Puma [Gigliotti]; cuando a Silvio lo corrimos a los costados hizo un gran partido”, analizó Ariel Holan, el estratego táctico de Independiente.
En sus apuntes, ambos técnicos se llevaron ítems positivos. Virtudes que los entusiasman y hasta los ilusionan. Sin embargo, en sus semblantes, los dos dejaron apreciar desánimo, un dejo de tristeza. Aspiraban a un éxito para acomodarse en la tabla de posiciones de la Superliga y el punto les sabe insulso. Porque otros ganan y escalan, y ellos –en cambio– continúan sin despegar en el campeonato. Es cierto: estuvieron con la atención puesta en la Copa Libertadores, el certamen que más les gusta, y eso les quitó energías. Pero aunque el torneo recién ofrece los primeros bemoles, el tiempo pasa y las posibilidades de crecer, también.
La secuencia de goles refleja el dominio repartido, una etapa para cada equipo. Durante el primer capítulo, Estudiantes minimizó al rival con el despliegue de todos sus jugadores como estandarte, a lo que le agregó precisión en los últimos metros para desnivelar. Se duplicaban marcas, el Rojo jugaba incómodo y, además, el Pincha generaba riesgo cada vez que se acercaba al área de Campaña.
Un inicio eléctrico presentó Estudiantes: tras un preciso centro de Pellegrini, desde la izquierda, y un cabezazo de Apaolaza, que se despegó bien de su marca. Un rato después, el dúo volvió a aparecer aunque invirtieron los roles, como para poner de manifiesto que se complementan: Apaolaza peinó el balón tras un lateral y Pellegrini, luego de un grosero error defensivo, definió el 2-0. Dos chicos del club, nacidos en Magdalena, marcaban una ventaja que en un fútbol tan cerrado asomaba importante.
Pero Independiente sorprendió con un comienzo furioso en el segundo tiempo. Si bien dispuso de ayuda –el primer tanto fue en posición adelantada–, buscó y ejerció una reacción. Se plantó en campo contrario, ahogó al oponente y en 11 minutos equilibró el marcador.
Ese resurgir tuvo en el apellido Romero a un denominador común. En el descuento, Silvio, con un centro rasante, asistió a Braian, que solo tuvo que empujar la pelota; para el 2-2, Braian, habilitó con una asistencia de pecho a Silvio, que se acomodó y definió con un remate colocado.
El último segmento tuvo equilibrio. Todo se emparejó. Pudo ganar Estudiantes, mediante Apaolaza, a quien le anularon mal la conquista por off-side; pudo celebrar Independiente, en alguno de los contraataques, cuando el Pincha se lanzó en búsqueda de la victoria, tras la expulsión de Figal.
Un empate a pura intensidad que no conformó a ninguno de los dos equipos, un empate que construyeron cuatro arquitectos que trabajaron en sociedades.