LA NACION

Tanto poder, tantos errores: al borde de otro fracaso

- Pablo Vignone

Los meses venideros dirán si Ferrari pierde finalmente el título mundial 2018 de Fórmula 1; en ese caso, el desastre de Monza segurament­e se revelará decisivo en la caída. Pocas veces en la era moderna de la categoría se ha visto a un equipo tan poderoso cometer errores de todo tipo –conductivo­s, tácticos, estratégic­os– para acabar rifando lo que debió haber sido un fabuloso resultado, un día después de que uno de sus coches marcara la vuelta más rápida de la historia del Mundial.

Sebastian Vettel se equivocó una vez más bajo presión (como en Hockenheim, como en Singapur 2017) pero Ferrari ya había errado la táctica desde el arranque: tantas veces obligaron a Kimi Raikkönen a ceder el triunfo a su compañero que ayer, cuando efectivame­nte lo necesitaba­n, dejaron la largada librada al azar. Sin colaboraci­ón del finlandés y brillantem­ente presionado por Lewis Hamilton, Vettel quedó fuera de combate en el kilómetro 2 de una carrera de 306.

“La culpa del incidente es suya, al 100 por ciento”, juzgó el campeón mundial 2016, Nico Rosberg. “Cada vez que Vettel tiene una oportunida­d para dañar a Lewis, la arruina; le toca a Seb conseguir los resultados que su auto amerita”.

Ferrari pudo haber restañado en parte el daño pero acabó tragándose el anzuelo de una detención anticipada de Hamilton, cuando el manual indicaba que –yendo Raikkonen en punta y sin tanta disgregaci­ón del pelotón– podía aguardar a la detención del inglés para reaccionar con Raikkönen un giro después.

A continuaci­ón, Mercedes hizo durar a su campeón en la pista ocho vueltas más que el finlandés (giro 28 contra giro 20) y luego, con Bottas como stopper para contenerlo, la escuadra plateada completó una tarea ejemplar: así se ganan los títulos.

“Nosotros tenemos pilotos, no mayordomos”, fue la frase que eligió Maurizio Arrivabene para quejarse de la estrategia de Mercedes. Pero la historia de la Fórmula 1, aún en el periodo reciente, lo desmiente rotundamen­te.

Las cubiertas arruinadas de la Ferrari de Raikkönen (que lleva 103 Grandes Premios sin triunfar) fueron la prueba evidente del fracaso estratégic­o de la Casa de Maranello, que ha hecho un trabajo estupendo para producir el auto más veloz de la Fórmula 1, pero que en Monza hizo todo lo posible para arrancar una derrota de las fauces de la victoria.

Con Hamilton cada vez más cerca de un quinto título, habiendo dado ya suficiente­s pruebas del diferencia­l de capacidad respecto de su gran rival en el campeonato, Ferrari vuelve a quedar al borde de otro fracaso.

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