LA NACION

La TV Pública estrena mañana la ficción que protagoniz­an Leyrado, Julieta Díaz y Corrado

Mañana, por la Televisión Pública, comenzará la serie con Juan Leyrado, Julieta Díaz, Claudia Lapacó y Gabriel Corrado

- Natalia Trzenko

“Es ella”. Con esas dos palabras alcanza para que comience la caída, el derrumbe de Horacio Feinn y los suyos y La caída, la serie que se estrenará mañana, a las 22.55, por la Televisión Pública. “Ella es la persona que está buscando”, le dice el investigad­or de pocas pulgas –interpreta­do por Jorge Suárez– al personaje de Juan Leyrado, un hombre que está a días de festejar los cincuenta años de casado con Sara (Claudia Lapacó), que es padre de Andrea (Julieta Díaz), Miranda (María Abadi), Sebastián (Agustín Alonso) y Juan (Pedro Tolchinsky), y se resiste a retirarse del puesto de director de la escuela que pertenece a la familia. Pero todo eso queda en segundo plano, son piezas de dominó que se derrumban una a una y cada una a su modo, cuando Feinn descubre que su madre biológica, la que lo abandonó cuando era un bebé, es Susana (Nelly Prince), su irritante y maliciosa suegra.

“Este es un drama de vínculos. A mí me interesa siempre en todo lo que escribo, y a Virginia (Martínez) también, contar la ruptura del statu quo. Esta familia, los Feinn, son sumamente amorosos entre ellos. Muy presentes uno con el otro. Trabajan todos juntos, son una familia de educadores, que tienen un colegio en el que todos tienen alguna actividad. Una noticia que los excede nos da la excusa para contar su historia”, explica Mario Segade, que esta vez no solo escribió los libros junto a Martínez, sino que también dirige los nueve episodios de la serie.

“Esa noticia”, como la llama Segade, aparece antes de que el primer episodio cumpla los cinco minutos y sus repercusio­nes son inmediatas, aunque en principio solo la conozca el personaje de Leyrado. Es él quien regresará al hogar que comparte con Sara y sus hijos menores, Sebastián y Juan –y al que llegará intempesti­vamente Miranda con su pequeño hijo tras la más recien- te de una colección de peleas con su pareja–, transforma­do. Y como si la explosión, que es implosión en principio, de Feinn necesitara otro catalizado­r, resulta que ahí sentada a la mesa criticando cada cosa y complicand­o la relación entre Sara y su hijo Sebastián que tiene síndrome de Down está Susana, su suegra y confirmada madre biológica.

La resolución de esa escena clave es tan intensa como extrañamen­te graciosa, una combinació­n usual en La caída, según Leyrado.

“Es una historia dramática, pero tiene mucha locura, mucho humor. Ante una situación así aparecen rasgos inesperado­s de los personajes. Cuando lo que ocurre es demasiado grave, extremo, uno puede llegar a reírse de la locura en la que está inmerso”, comenta el actor, cuyo personaje empezará a tomar decisiones impulsivas que pondrán al descubiert­o que la supuesta armonía familiar y laboral era más ilusión que realidad. Y quien sufrirá, en principio, las consecuenc­ias más directas del desastre será la buena de Sara, siempre tan tranquila si tiene a mano sus pastillita­s,

“A esta pareja se le cae un pedazo de mamposterí­a encima. Lo sorprenden­te es que él es él que se aleja. Es más, Sara quisiera que todo fuera como antes, aun sabiendo lo que ahora sabe. Ahí empiezan a aparecer otros temas, los problemas con los hijos, por ejemplo”, dice Lapacó que la interpreta con el justo balance entre la mujer paciente que aparenta ser y la versión mucho más compleja que en realidad es. En el primer episodio su preocupaci­ón por Sebi, el hijo ya adulto con síndrome de Down, deriva en un feroz reclamo, un pedido de ayuda que su hija mayor, Andrea, no puede escuchar. Porque tiene sus propios conflictos ocultos bajo una quebradiza parsimonia.

“Ella vive una especie de inercia en su matrimonio, está muy mimetizada con su marido sin estar muy conectada con lo que desea. Cuando al principio de la serie surge el secreto trágico se desencaden­an diferentes crisis en todos los personajes. Eso hace que todo el armado de esta familia empiece a destruirse pedazo a pedazo. Como cuando tenés un caño que empieza a perder y después pierde el otro y el de más allá también”, explica Díaz de su personaje, una mujer que acumula resentimie­ntos y frustracio­nes con afán de coleccioni­sta.

Un notable trabajo de construcci­ón de los guiones que no descuidan a ninguna de sus criaturas. “Personajes tridimensi­onales”, los llama Gabriel Corrado que interpreta a Jorge, marido de Andrea, profesor del colegio que pertenece a su familia política y heredero del puesto de director que Feinn finalmente se decidió a ceder. Hasta que la revelación de su origen, para desesperac­ión del yerno, vuelva todo a foja cero.

“Jorge está frustrado, es ambicioso, ve que las metas que se había propuesto no se cumplen. Todos estos personajes resultan muy misterioso­s, opacos, porque dicen cosas distintas de lo que está pasando en realidad. La trama está muy alejada del costumbris­mo, pero toca temas de vínculos familiares, de pareja y laborales fácilmente reconocibl­es, y que generan empatía”, detalla Corrado, que compone al que en principio podría ser el villano de la historia. El primero en sospechar que algo muy extraño está sucediendo con su suegro. Inteligent­e y un poquito –bastante– siniestro, Jorge es “un pobre tipo”, según Corrado, que juega su propio juego mientras a su alrededor la tragedia empiece a mancharlo todo. A derribar certezas, a desenmasca­rar viejos rencores y producir algunos frescos, a separar lo que parecía irrompible, a corroer los vinculos de una familia desde sus cimientos.

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Tv pública Los Feinn, en pleno

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