El adiós a Julio Blanck
El reconocido periodista de Clarín murió a los 64 años
Su definición “hicimos periodismo de guerra”, en 2016, a La Izquierda
Diario levantó mucha polvareda y hasta fue recogida más de una vez por la expresidenta Cristina Kirchner. Julio Blanck, que murió ayer, a los 64 años, tras padecer un cáncer de páncreas, no solo fue un lúcido y agudo columnista político, sino que también supo ser riguroso y sin concesiones a la hora de juzgar a su propia profesión durante los años más críticos de la grieta, en tiempos de la segunda presidencia de la ahora senadora. No todos sus colegas estuvieron de acuerdo con esa opinión, que encerraba una dura autocrítica hacia la deriva del oficio hacia trincheras extremas en aquel tiempo.
Así era Julio: jamás perdía la compostura ni el decir amable, pero sus conceptos por lo general venían nutridos de verdades que hasta podían incomodar a su audiencia. Sus largos comentarios en Clarín supieron tomarle la temperatura a cada tiempo político enhebrando con maestría información obtenida de las mejores y más encumbradas fuentes, pero siempre con datos de color que hacían muy amena su lectura. Ese estilo preciso, pero relajado, lo llevó también a otras plataformas como la televisión, en la que compartió durante diez años la conducción de Código político, por TN, con Eduardo van der Kooy, y donde apareció por última vez el 10 de mayo pasado.
Antes que periodista, en su extrema juventud, fue químico técnico, aunque fue a través del fútbol –hincha de Independiente– que ingresó al oficio. Su primer paso por Clarín fue breve, porque prefirió irse a trabajar a Goles Match, la revista deportiva que le hacía la contra a El
Gráfico y que rozaba la incorrección política en tiempos en que no había paciencia desde el poder para esas licencias. Corrían los últimos años setenta y la Argentina era gobernada por una dictadura militar. Como tantos otros periodistas destacados que se iniciaron en la profesión en la sección Deportes –la primera crónica fue sobre un partido de voley–, su paso siguiente fue volver a Clarín, pero ya para siempre en la sección Política. Su primera tarea fue cubrir parte de la visita al país del papa Juan Pablo II. Desde entonces, trabajó hasta alcanzar la jefatura del área en 1992, una larga gestión de veinte años que comenzó en los albores del menemismo y terminó durante el turbulento interinato de Eduardo Duhalde. De aquel último período corresponde la primera plana que publicó Clarín al día siguiente de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán con el título “La crisis causó dos nuevas muertes”, que con el tiempo consideró “un error”.
Su carrera siguió ascendiendo desde entonces hasta convertirse en una de las figuras claves en la hechura del matutino, tarea que desempeñó hasta 2016, otra etapa intensa que abarcó todo el kirchnerismo y el primer año de Cambiemos. Precisamente, al conocerse ayer la noticia de su deceso, el presidente Mauricio Macri lo destacó como “un gran periodista”, con el que siempre tuvo “una relación muy sincera”.
Tantos años de trajinar la profe- sión de cronista a editor lo habían convertido en un agudo intérprete de su trabajo, al que amaba con pasión y entrega, lo que no le impedía encontrarle sus debilidades y exponerlas. “A los periodistas –le dijo a Sebastián Lacunza en su libro Pensar el periodismo– hay que creerles como a las encuestas, un poco sí y un poco no. No somos los dueños de la verdad. Nuestro objetivo es lo verosímil, una reconstrucción más o menos honesta. La verdad es otra cosa, lleva más tiempo”.
El largo proceso de su enfermedad le había impuesto pausas a su producción, pero, fiel a su estilo, quiso mantenerse activo hasta el final. Publicó su última columna en
Clarín –“Comida y plata, el plan para mantener en paz al GBA”– el 28 de julio pasado. Sus compañeros y periodistas de otros medios lo evocaron en las redes sociales con cariño y admiración.
Julio Blanck será velado hoy, todo el día, en o’higgins 2842. El traslado al cementerio de La Tablada será mañana, a las 9.30.