LA NACION

Ataques al país en la tierra de Trump

- Carlos M. Reymundo Roberts La columna de Carlos M. Reymundo Roberts volverá a publicarse el 29 de septiembre

por fin, ¡ya era hora! De no creer pegó un salto de calidad: escribo esta columna desde la capital del imperio. También podríamos llamarla “la capital del Fondo Monetario Internacio­nal”, que tiene aquí su sede central. E incluso podríamos hablar de “la capital del capital”. Una ciudad linda, lindísima, que ni siquiera se ha afeado con la presencia de Trump. Por cierto, aprovecho para desmentir las versiones que circulan por las redes: no vine a asesorarlo en cuestiones de discurso e imagen. Es verdad que en la Casa Blanca es apreciada mi condición de experto en mercados de relato regulado, pero jamás trabajaría para él. La religión no me lo permite.

Tampoco vine a acompañar a Nico Dujovne, un héroe de la resistenci­a. Nico vino a hablar con Christine Lagarde –a la que en el gobierno argentino llaman “Cristina la buena”–, que es su amiga y se entienden perfecto. Ella lo recibió con un abrazo consolador y una duda de prestamist­a responsabl­e: “No quiero saber cuánto me venís a pedir, sino en cuántos días pensás que se la van a gastar”.

El motivo de mi presencia aquí fue participar en la Conferenci­a Anual de la Corporació­n Andina de Fomento e Interameri­can Dialogue. Apenas puse un pie en el Newseum, donde se hizo el foro, decenas, cientos de personas salieron a mi encuentro. ¡Era la gran atracción! No podía creer que desde este humilde espacio de los sábados hubiese conseguido trascender las fronteras y ganarme un lugar en la cima del mundo. Menos mal que no me lo creí. En realidad, no me conocían: iban a ver de cerca a un sobrevivie­nte de la crisis argentina. “¡Ahí está, respira!”, los escuché decir mientras intentaba zafar de su acoso. “Señor, ¿cuánto subió el dólar desde que bajó del avión?”. “¿Vino al foro o a exiliarse?”.

“¡Paren, gringos!”, les grité. Una reacción destemplad­a y ridícula, porque muchos eran latinos. Pero logré que se callaran, y entonces seguí. “Ustedes no entienden nada de lo que está pasando en mi país. El dólar estaba muy barato, ridículame­nte barato. De hecho, si un día amanecía lluvioso, nos íbamos de compras a Santiago de Chile o a Miami. Incluso se acaba de conocer el caso de un chofer que en su auto nunca llevaba menos de dos o tres millones de dólares. Gracias a Dios, logramos sincerar el tipo de cambio. Quizá se nos fue un poquito la mano y ahora el que quedó excesivame­nte barato es el peso, pero ya volverá el equilibrio. Y, lo más importante, por fin estamos yendo al déficit cero. Antes era pobreza cero. Un objetivo muy pobre”.

Rescatado por los organizado­res del encuentro justo cuando el gentío estaba a punto de avanzar nuevamente sobre mí, les pedí que fueran sinceros: me habían invitado para que hablara de libertad de prensa, como me dijeron, o venía en calidad de numerito de circo. “Un poco de las dos cosas”, admitieron.

Ah, ¿con que querían circo? Pues tuvieron circo. En mi panel, agarré el micrófono y dije, con tono disruptivo y provocador, que no iba a hablar de nada de lo que tenía preparado, sino de lo que el auditorio quisiera. Me llovieron preguntas. ¿Lo escuchó ayer a Macri? Dijo que conocía el camino para salir de la tormenta. Entonces que tome otro, respondí. ¿Está de acuerdo con la reducción del gabinete? Cómo no voy a estar de acuerdo, si se la reclamé al Presidente en la columna del sábado pasado y ese mismo día a la tarde la anunció. ¡Si me leyera más seguido...! ¿La Argentina tocó fondo? No, tocó al Fondo, pero es tocado, no hundido. ¿El caso de los cuadernos afectó la economía? Todo lo contrario. Nunca se vendieron tantos Gloria, las remiserías están a full, la plata de las coimas se vuelca al mercado porque ya no saben dónde esconderla y proliferan los tours que siguen las rutas de recaudació­n que hacía el chofer Centeno. Es cierto, sí, que se vio afectada la industria marroquine­ra, por menor demanda de bolsos. A ver si acierta: de los 35 países de América solo uno no tiene déficit fiscal, ¿cuál es? La Argentina de Macri, el año que viene. No, perdió: Grenada. ¿Grenada? Se ve que no tuvieron sequía. ¿Cómo se está viviendo la salida del gradualism­o? Como un shock. ¿Qué expectativ­a hay con el próximo

Me preguntaro­n: “¿Cuánto subió el dólar desde que bajó del avión?”

viaje de Trump a la Argentina? Si nos visita con ánimo de gastar, será bienvenido. Eso podría equilibrar la balanza comercial. ¿Cristina va a ir presa? No. En las cárceles fue declarada persona no grata.

También me preguntaro­n, pero no ahí, sino en los pasillos, si había pensado en radicarme en Estados Unidos. Francament­e, no. Admiro este país, pero no quiero vivir pendiente de las oscilacion­es del dólar. Y de populismos ya estoy hasta la coronilla. Además, según datos que me pasó en Buenos Aires la ONG Club de la República, actualment­e hay 181.000 argentinos viviendo acá. Llega uno más y levantan un muro.

La verdad, quiero estar allá para cuando empiece a bajar la inflación, cuando lluevan inversione­s y cuando los maestros hagan un paro contra Baradel. Sueño con ver funcionar algún día la clínica de Camioneros que Hugo Moyano ya inauguró dos veces. Sueño con que el clima se confunda, crea que gobierna el peronismo y vuelva el viento de cola.

Sueño con venir a Estados Unidos y no escuchar que dicen: “El milagro argentino. Todavía respira”.

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