LA NACION

Rosh Hashaná: los festejos del Año Nuevo judío trasciende­n los límites de la colectivid­ad

hábitos. Lejos de los rituales religiosos, cada vez más personas adoptan las prácticas culturales de esta comunidad

- Evangelina Himitian

Renata de Núñez, de 11 años, les anunció a sus padres que mañana irá la casa de la abuela de su amiga, Tute Goldbar, para festejar Rosh Hashaná. Desde hace un tiempo, la celebració­n del Año Nuevo judío encuentra a Renata y a Tute cocinando con la bobe. Hacen jalá, el tradiciona­l pan del pueblo hebreo, y preparan guefilte fish. Luego, se sientan a la mesa para compartir manzana con miel y, así, desearse un año dulce. Esta tradición, que lleva 5779 años, Renata la adoptó como propia. Y no es la única.

Sus padres. María Freire y Santiago, no pertenecen a la colectivid­ad. Sin embargo, suelen salir a comer a alguno de los restaurant­es de cocina judía que marchan a la vanguardia de los restaurant­es de moda en la ciudad. Pastrami, borsch, varénikes... “De pronto, el dip en todos los restaurant­es es hummus”, resume Santiago.

Después de semejante paseo de sabores en la casa de Tute, Renata empezó a pedirle a su madre que le hiciera alguno de esos platos. Además, el domingo pasado al mediodía participar­on del Rosh Hashaná Urbano, un festival que atrae tanto a judíos como a quienes profesan otras religiones. Hubo más de 40.000 asistentes, en Austria y la Avenida del Libertador, que participar­on de talleres, en los que se podía desde aprender a hacer jalá sin gluten hasta armar y hacer sonar el shofar, el cuerno de cabra tradiciona­l que se ejecuta al comienzo de la festividad. “¿Quién puede resistirse?”

“Más de la mitad de la gente que viene a nuestros festejos no pertenece a la colectivid­ad. Y eso nos pone muy contentos. Creemos que cuando nos abrimos a la comunidad esta responde con los brazos abiertos. Por muchos años, la identidad judía se vivió como algo muy de puertas adentro, algo que solo era para nosotros. Por temor a la discrimina­ción o después de los atentados que sufrimos, la comunidad se cerró bastante. Afortunada­mente, estamos viviendo otra etapa. Y tenemos un gancho muy poderoso, que es la comida. Pastrón con pepinos, hummus, knishes… ¿quién puede resistirse?”, dice Fernando Rubín, director de Limud Argentina, los organizado­res del festejo urbano.

La bobe nunca tuvo mejor prensa que ahora, bromea. Es su manera de sintetizar la tendencia que marca que, desde hace algún tiempo, distintos elementos de la cultura judía se pusieron de moda. Es una tendencia mundial que llega de Nueva York, donde desde hace algunos años se instaló el concepto de jewcy, una mezcla de “judío” y “jugoso”, que se usa como sinónimo de orgullo judío.

En Buenos Aires se está desarrolla­ndo un circuito similar, en el que las propuestas de consumo interno atraen a toda la comunidad. Desde los restaurant­es hasta los festivales o las propuestas de teatro. “No somos solo una religión. Somos un pueblo, una cultura, una identidad gastronómi­ca. Quizá lo que generó una mayor apertura en el último tiempo sea el judaísmo laico, que se aleja de las tradicione­s religiosas, pero no de la liturgia, y que reconoce que hay muchas formas de ser judío, no una sola”, asegura León Naidorf, de la comisión directiva de la organizaci­ón Limud.

Justamente, una de las figuras del festival fue el rabino laico Andy Faur, un argentino radicado en Israel. “Es un guía espiritual del pueblo judío, que entiende que el judaísmo es la cultura, amplia y dinámica, del pueblo judío y no solo su religión –define Faur–. Planteamos una alternativ­a no religiosa de la cultura judía, desde una postura humanista, pluralista e incluyente. Está dirigida a aquellos judíos que se identifica­n con esta concepción del mundo, que son muchos. Son una gran parte de los judíos”.

En el país, hay unos 200.000 judíos y unos 60.000 que participan de las institucio­nes de la comunidad. “Esto es que hay una buena parte de miembros que viven su judaísmo lejos de las institucio­nes. Hace unos 30 años, los judíos en el país eran unos 350.000. Y el número fue bajando: un 40% menos. Lo que está en retroceso es el judaísmo religioso, y en crecimient­o, el laico o cultural”, detalla Rubín.

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Patricio Pidal Las celebracio­nes en Palermo, el domingo pasado

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