LA NACION

El primer gran enojo de Macri

- Francisco Olivera

Qui en es conocen amacri nunca lo habían notado tan molesto como en estos días. Dicen que no es habitual verlo así y que se fue tranquiliz­ando durante las últimas horas, en sintonía con la estabiliza­ción de la corrida cambiaria. Nada que el propio Presidente no haya revelado en público: el lunes, cuando anunció la reducción de su gabinete a la mitad y el regreso de las retencione­s, admitió que los últimos habían sido los peores momentos de su vida después de su secuestro.

Es cierto que venía de un fin de semana extraño para un jefe de Estado. Sin certezas sobre cómo abriría el mercado esta semana, no solo no había podido convencer a cuatro personas a quienes respetaba de asumir en ministerio­s importante­s (Carlos Melconian, Alfonso Prat-gay, Ernesto Sanz y Martín Lousteau), sino que esas ofertas frustradas, que se filtraron el sábado y el domingo a la prensa casi en tiempo real, como en un reality show, desencaden­aron al mismo tiempo nerviosism­o y malestar entre los reemplazad­os que finalmente se quedaron. “Ya no se pueden hacer más reuniones sin que trascienda­n”, se quejó en esas horas uno de los fundadores de Pro, espantado ante la proliferac­ión de mensajes de Whatsapp que partían desde la quinta de Olivos hacia teléfonos de periodista­s.

La corrida venía además de acelerarse a partir de la palabra presidenci­al. Preocupado por una cotización que temió incontrola­ble, Macri había intentado el miércoles anterior adelantar detalles de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal que todavía no estaba cerrado. El breve mensaje, que se emitió mientras Christine Lagarde, directora del organismo, descansaba unos días en la isla de Córcega, entorpeció la negociació­n y aceleró la desconfian­za de los operadores.

Más que el recorte del gabinete, lo que le molestó al jefe del Estado fue ver que la crisis y los cuestionam­ientos de su entorno cercano, incluidos los fundadores de Pro, lo habían obligado a desarmar un esquema de conducción con el que se sentía cómodo. Ese engranaje funcionaba alrededor de la coordinaci­ón de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui bajo la jefatura de Marcos Peña y era hasta el domingo pasado el modo en que Macri había decidido reemplazar a sus dos antiguos baluartes de la gestión en la ciudad de Buenos Aires: Horacio Rodríguez Larreta y, desde fuera del organigram­a, su amigo Nicolás Caputo. El seguimient­o que Quintana y Lopetegui hacían de la gestión recibía desde hacía tiempo quejas en voz baja de los ministros, que no solo veían resentida su llegada al Presidente, sino que también, muchas veces, se sentían rindiendo examen ante estos mediadores. “Me saqué una buena nota”, bromeó alguna vez el jefe de una cartera al salir de la Jefatura de Gabinete.

El fin de semana pasado dejó sin embargo entrever un gesto que tendrá un valor simbólico muy relevante de aquí a las elecciones del año próximo: durante esas horas de tensión, Macri se comunicó personalme­nte con Donald Trump para pedirle respaldo y lo obtuvo. La respuesta llegó enseguida, con la conversaci­ón formal que ambos tuvieron el martes por la mañana y el inusual comunicado que la Casa Blanca difundió horas después con elogios del líder republican­o. “Confío en el liderazgo del presidente Macri y firmemente lo apoyo en su compromiso con el FMI para fortalecer las políticas financiera­s y monetarias de la Argentina para impulsar sus desafíos económicos actuales”, dijo Trump, después de afirmar que la Argentina era “un socio estratégic­o histórico” de los Estados Unidos y un “importante aliado extra-otan”.

Ese apoyo acompañará a Macri hasta el final de su mandato por razones ajenas a la economía global. Al compendio de motivos, que van desde la estrategia norteameri­cana para el narcotráfi­co o la relación con Venezuela hasta inquietud por conexiones chinas en América Latina, habría que agregarle un foco de atención de último momento: el avance de las causas de corrupción en el mundo de la obra pública. Como en el Lava Jato, los republican­os podrán fundar aquí la recomendac­ión desde el altruismo, pero en los hechos todo vuelve a coincidir con el interés de empresas multinacio­nales por participar de licitacion­es de las que hasta ahora se sentían excluidas.

Esta preocupaci­ón externa es a la vez el reverso exacto de otra doméstica, no menos gravitante para el futuro de Macri, que se empieza a incubar en algunos sectores del peronismo y que indica que, en la medida en que avance, la causa de los cuadernos no solo representa­rá una amenaza latente e impredecib­le para gobernador­es y dirigentes de la oposición, sino, al mismo tiempo, un obstáculo para convencer a Cristina Kirchner de no competir en las elecciones de 2019. ¿Qué alternativ­a le quedaría a quien se siente perseguida y acorralada?

Ese sector del peronismo dialoguist­a, muchos de cuyos integrante­s discutirán el presupuest­o con el Gobierno el próximo martes, no ha resuelto todavía esa encrucijad­a: aunque la ex presidenta sigue teniendo el mayor caudal de votos en el conurbano, es también la candidata que un Macri golpeado por el ajuste preferiría enfrentar.

Son cuestiones que se dirimen en un ámbito golpeado por la inflación, muy lejos de los alcances de Trump. Algunos funcionari­os macristas, entre ellos Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, se contactaro­n últimament­e con dirigentes de organizaci­ones sociales y aprovechar­on para sondear cómo estaba el ánimo en los barrios. Respuesta obvia: la atmósfera no es alentadora. “¿Cómo me vas a cuestionar que haga una marcha frente a un ministerio? No me pidas que no te putee: yo con una marcha descomprim­o”, le contestaro­n a uno de ellos en una agrupación desde la que se cuestionab­an también las acusacione­s de Patricia Bullrich hacia el kirchneris­mo por los intentos de saqueos.

La relación del Gobierno con estos movimiento­s será decisiva en la asimilació­n del ajuste en la provincia de Buenos Aires, donde se multiplica­ron en estos días los pedidos de becas para comedores y cupos de comida, que los intendente­s reparten en cajas con 14 kg de alimentos. La gobernador­a Vidal tuvo que adelantar el protocolo que suele usar durante cada diciembre y que incluye un acuerdo tácito mediante el cual los requerimie­ntos de los manifestan­tes se hacen a las autoridade­s provincial­es, no a los supermerca­dos, que tienen a su vez que alertar a las fuerzas de seguridad ante cualquier movimiento sospechoso.

Pero todo puede ser precario en territorio bonaerense, donde una simple discusión de vecinos derriba las mejores intencione­s. Es entendible que el Gobierno haya decidido tomar recaudos. El conurbano tiene en las crisis la elocuencia del mercado: es un indicador de que algo no se hizo bien.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina