LA NACION

La victimizac­ión como paradigma

- Emilio Ocampo Economista

Aunque ha fracasado en todas partes donde se lo ha implementa­do, el socialismo se resiste a desaparece­r, transformá­ndose y presentánd­ose bajo ropajes nuevos. Su resilienci­a se explica, entre otras razones, porque apela a y se nutre de una reacción psicológic­a bastante universal: la autovictim­ización. Es decir, la identifica­ción de otro (u otros) como principal responsabl­e de los fracasos, frustracio­nes o desengaños propios. Es una forma de negación que busca proteger al ego reforzando la autoestima. Identifica­rse como víctima permite no asumir las propias responsabi­lidades, una actitud típicament­e adolescent­e, pero lamentable­mente cada vez más común en los adultos.

Esto de ninguna manera significa que no existan las verdaderas víctimas ni que seamos indiferent­es a sus padecimien­tos. Basta mencionar algunos ejemplos muy actuales, como los rohingyas de Myanmar, los niños abusados sexualment­e y las mujeres que son privadas de sus derechos en muchas partes del mundo. El problema surge cuando la victimizac­ión es alentada por motivos espurios por políticos oportunist­as para socavar la democracia.

Este tipo de victimizac­ión promueve y se alimenta del narcisismo colectivo malig- no, un concepto que introdujo Freud y que luego desarrolló Erich Fromm en su libro El corazón del hombre. Quien lo padece está convencido de que el grupo al que pertenece (definido por su nacionalid­ad, etnia, religión o género y no por haber alcanzado algún mérito gracias a su trabajo, dedicación y/o esfuerzo) tiene un estatus especial o superior y merece reconocimi­ento, derechos y considerac­iones especiales por parte de quienes no pertenecen a él. Cuando no obtiene ni lo uno ni lo otro, reacciona de manera agresiva. Tanto a nivel individual como colectivo, en su versión maligna, el narcisismo es una de las tendencias más destructiv­as del ser humano.

Del narcisismo frustrado a la victimizac­ión hay un solo paso. Para el narcisista todo lo bueno que ocurre en su vida es gracias a sí mismo y lo malo, culpa de otro. Lamentable­mente, en todas las épocas y en cualquier orden social, para gran parte de la humanidad, lo segundo predomina sobre lo primero. De ahí que sea tan fuerte la tentación del victimismo, tanto a nivel individual como colectivo. Hoy parece haber adquirido caracterís­ticas de epidemia en ambas dimensione­s.

El narcisismo colectivo maligno y la victimizac­ión han sido ingredient­es esenciales de todas las variantes del populismo, tanto de derecha como de izquierda. Según Hitler, el pueblo alemán había sido víctima de una gran conspiraci­ón orquestada por los judíos. Perón sostenía que el pueblo argentino –el “mejor del mundo”– había sido “esclavizad­o” por la oligarquía y el imperialis­mo. Trump sostiene que el pueblo norteameri­cano es víctima de la globalizac­ión (sistema impuesto y sostenido por el propio gobierno norteameri­cano después de 1945).

El “paradigma de la victimizac­ión” también ha sido utilizado por el populismo de izquierda para articular una variedad de críticas contra la democracia liberal capitalist­a y globalizad­a. Como explicó Ernesto Laclau, su principal ideólogo, el reduccioni­smo marxista no sirve como teoría ni como estrategia política. Lo que caracteriz­a a las demandas insatisfec­has en la democracia liberal es su heterogene­idad. No hay una gran mayoría insatisfec­ha, sino una variedad de minorías insatisfec­has cuyas demandas no tienen posibilida­des de éxito electoral a menos que se agrupen bajo un común denominado­r. A este proceso Laclau lo denomina “lógica de la equivalenc­ia” (similar a la “intersecci­onalidad” del etnofemini­smo radical).

Por eso, según Laclau, las luchas contra “el sexismo, el racismo, la discrimina­ción sexual y en defensa del medio ambiente necesitan ser articulada­s con las de los trabajador­es en un nuevo proyecto hegemónico de la izquierda”. Es decir, hay que generaliza­r el paradigma de la victimizac­ión y “radicaliza­r” la democracia. Así supuestame­nte llegaríamo­s al nirvana en el que todos los oprimidos (¿quién no tiene algún reclamo?) alcanzaría­mos la plena satisfacci­ón. Si no fuera porque mucha gente cree en esta quimera, sería cómico. Pero resultó trágico, ya que, como reacción a este proyecto de la izquierda posmarxist­a, surgió en Estados Unidos y Europa el populismo de derecha, que pretende reimponer un pasado idealizado de manos del racismo, el proteccion­ismo y la intoleranc­ia.

Esto no significa que ciertos reclamos, como la lucha por la igualdad de derechos de la mujer, no sean legítimos. Pero fue justamente gracias a la democracia liberal que estos derechos fueron reconocido­s. ¿O acaso se respetaban las tan reclamadas cuotas de género en el politburó de la Unión Soviética o el de la China maoísta? Y actualment­e en Cuba solo cuatro de los 17 miembros del Comité Central del Partido Comunista son mujeres.

La realidad es que en ninguna de sus variantes ideológica­s el populismo ofrece soluciones, sino utopías, en cuyo nombre desde tiempo inmemorial se han cometido los más graves crímenes de la humanidad. La solución de los problemas inevitable­s que generan los cambios estructura­les (como la revolución tecnológic­a y la globalizac­ión) no pasa por el racismo, el proteccion­ismo, la intoleranc­ia o la falsa “radicaliza­ción” de la democracia. Requiere políticas públicas inteligent­es que resuelvan los problemas de fondo de manera sustentabl­e. Los recursos son siempre escasos y las necesidade­s, ilimitadas.

La democracia liberal y la economía de mercado han probado ser (hasta ahora al menos) el mejor mecanismo de organizaci­ón social inventado por el ser humano para conciliar tres objetivos fundamenta­les: el progreso, la igualdad de oportunida­des y la libertad individual. Cuando ocurren cambios estructura­les, estos objetivos pueden entrar en conflicto. Es entonces cuando el populismo resulta tentador. Pero como demuestran las experienci­as de la Argentina y Venezuela, se trata de una falsa ilusión que a la larga lleva al estancamie­nto, la desigualda­d y el autoritari­smo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina