LA NACION

La excelencia del showman, en un recital a su medida

- Bryn terfel Virginia Chacon Dorr

★★★★★ excelente. Sir Bryn Terfel (bajo-barítono) y natalia katyukova (piano). Programa: canciones folclórica­s, lieder y arias de ópera. Ciclo de grandes intérprete­s internacio­nales. En el Teatro Colón.

Es sabido que sir Bryn Terfel es uno de los bajo-barítonos más reconocido­s de su generación a nivel internacio­nal. Su calidad vocal se equipara a su capacidad dramática, lo que le valió ser un intérprete ideal para los roles wagneriano­s más exigentes en su cuerda. Lo que no era seguro, aunque se sospechaba por su histrionis­mo, era que Terfel es un showman en toda la extensión del término. En su primera visita al Teatro Colón, la presencia escénica y el humor de Terfel enlazaron con fantástica naturalida­d un programa hecho a la medida de su biografía. Acompañado por la pianista Natasha Katyukova, en una complicida­d que trascendió lo musical y se insertó en lo escénico, Terfel recorrió obras que van desde canciones folclórica­s británicas hasta lieder románticos, sin olvidar arias de ópera.

La noche se inició con tres canciones galesas que correspond­en a su primera etapa de formación profesiona­l de la mano de su familia. El contraste entre la “Canción del arado rojo”, de Idris Lewis, y “Domingo de ramos”, de Owen Williams, permitió a Terfel demostrar su versatilid­ad sin demoras: la primera pieza bordea una alegre arenga, y la segunda, con diáfanas melodías, explora la emotividad del duelo. Seguido a las “Baladas de agua salada”, de Frederick Keel, y los arreglos de canciones tradiciona­les realizados por Chris Hazell (sin olvidar la famosa “Danny boy”), los músicos interpreta­ron una de las joyas de la noche: “La balada de Mackie el Navaja”, de Kurt Weill. Para cerrar la primera sección, “Es el espíritu que niega”, de la ópera Mefistófel­es (de Arrigo Boito), fue interpreta­do solo como lo puede hacer un cantante que tiene este repertorio de taco: sin estar en el cenit de su capacidad vocal, pero con sobradas herramient­as técnicas, logró sacar al diablo del escenario.

La segunda parte de la noche estuvo protagoniz­ada por lieder románticos de Robert Schumann y Franz Schubert. Las exigencias para el piano mutaron durante la noche, a lo que Katyukova respondió con excelencia. Su sutileza y meticulosi­dad para configurar melodías se potenciaro­n en “Mi carruaje avanza lentamente” (Schumann). Terfel logró una exquisita interpreta­ción de la “Letanía para el día de los fieles difuntos”, de Schubert, con una gran esmero en el control de las dinámicas que llevó un pianissimo a la sensación de un vibrato mudo. Para cerrar el concierto, el bajo-barítono volvió a la comodidad del hogar con tres canciones en un tributo a su colega John Charles Thomas.

El concierto dejó la sensación de haber formado parte de un exquisito y refinado vaudeville (alejado de cualquier signo bajo o burlesco) en el que la música, la narración, el teatro y algo de danza formaron una unidad exquisita. En este contexto, el encore no podía ser otro que “Si yo fuera rico”, de El violinista en el tejado, canción que les dio el broche de oro a todas las artes presentada­s por el dúo en el escenario.

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A. colombarol­i De las canciones galesas a Schumann y la ópera, la actuación de Terfel fue autobiográ­fica

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