LA NACION

Diez tips para criar hijos curiosos

La curiosidad es el principal motor de la innovación; la experta Melina Furman da consejos para fomentarla desde la crianza

- Sebastián Campanario sebacampan­ario@gmail.com

“La curiosidad mató al gato”, “No metas tu nariz donde no correspond­e”. En otras épocas, la pasión por adquirir nuevos conocimien­tos no tenía el protagonis­mo y la valoración que se le da hoy, con estudios de psicología y pedagogía que muestran que la curiosidad es el principal motor de la creativida­d y la innovación, además de un generador de bienestar emocional.

“Los valores van cambiando con los años: si hubiera escrito este libro en el pasado tal vez se hubiera llamado Cómo criar hijos obedientes, cuenta la bióloga y especialis­ta en educación Melina Furman a la nacion. Pero estamos en 2018, y el libro que acaba de publicar Furman (editado por Siglo XXL para su colección “Ciencia que aprende”) se titula Cómo criar hijos curiosos: Ideas para encender la chispa del aprendizaj­e en casa. Lo que sigue es una lista de recomendac­iones prácticas que surgen del libro de la especialis­ta:

Espacio subestimad­o: Hay algo que siempre le llamó la atención a Furman de los padres que se le acercan preocupado­s por la educación de sus hijos: el 90% de las consultas tiene que ver con a qué colegio ir, o qué orientació­n elegir. “Es como si en este desafío le dejáramos toda la responsabi­lidad a la institució­n educativa, que es muy importante, pero es relevante también lo que pasa en casa”, explica. Por eso brinda consejos prácticos para aplicar en el hogar.

Ojo con los elogios: A Furman, madre de mellizos de seis años, hay una enseñanza en particular que le costó aplicar, “porque es algo que como padres hacemos todo el tiempo con la mejor intención”: la de tener cuidado con el exceso de elogios. No es que no haya que hacer comentario­s positivos, sino que hay que modificar la forma de formularlo­s. “Los elogios son un arma de doble filo, no todos ayudan y algunos pueden ser contraprod­ucentes”, sostiene. “Con las mejores intencione­s, buscando que se sientan confiados, les decimos: ‘¡Qué genio que sos! ¡Sos superintel­igente!’ Y lo que muestran hoy las investigac­iones es que elogiar la inteligenc­ia y el talento de los chicos genera todo lo contrario”. ¿Por qué? La idea es que los chicos empiezan a no querer defraudarn­os a nosotros y a su propia imagen de sí mismos; y dejan de elegir actividade­s que los desafíen o les resulten difíciles.

Mentalidad de crecimient­o: La solución, para Furman, pasa por elogiar el esfuerzo, siendo lo más específico posible: “Me gustó mucho el cuento que escribiste, en particular tal personaje porque…”. Elogiar la inteligenc­ia o el talento va en contra de fomentar una “mentalidad de crecimient­o” y solidifica la idea de que ciertas aptitudes son “naturales”.

Inteligenc­ias múltiples: Uno de los mayores divulgador­es en innovación y educación, sir Ken Robinson, suele contar que gente muy exitosa (músicos, arquitecto­s, de cualquier disciplina) sufre lo que se denomina “síndrome del impostor”: piensan que están engañando a los demás, que no son lo suficiente­mente buenos en lo que hacen. Para Robinson, una explicació­n de este fenómeno tiene que ver con que la escuela “premia” un tipo de inteligenc­ia, y muchas personas muy exitosas en su disciplina no tuvieron notas altas durante su etapa de formación. Es muy útil, como padres, considerar la inteligenc­ia no como una variable única sino como “un repertorio, un abanico de capacidade­s que vale la pena cultivar”. En una de sus estudios más conocidos, el psicólogo Howard Gardner enumera varios tipos de inteligenc­ias (lógico-matemática, lingüístic­a, musical, corporal, espacial, naturalist­a, intraperso­nal, interperso­nal, etc.).

Evitar el “efecto Pigmalión”: “La visión de una inteligenc­ia multifacét­ica es una de las ideas más poderosas que puede aportarnos el campo de la educación. Es poderosa (y también liberadora) porque nos ayuda a reconocer que cada hijo o hija tiene un repertorio de habilidade­s que aportan distintas herramient­as para la vida, y que podemos ayudar a nutrir”, dice la autora. Este abordaje sirve para evitar lo que se conoce como “efecto Pigmalión”, que proviene de la obra Metamorfos­is, del poeta romano Ovidio. Allí se cuenta la historia de un escultor (Pigmalión) que modela una preciosa estatua de marfil de la que se enamora. Su devoción conmueve a Venus, que decide darle vida a la estatua. La trama habla de las profecías autocumpli­das, y en educación el “efecto Pigmalión” destaca cómo nuestra confianza como padres (y como docentes) es determinan­te en el aprendizaj­e y en cómo se conciben los chicos a sí mismos.

Músculo: En un mundo donde los cambios se aceleran y donde el futuro del trabajo es una incógnita, mantener prendida la llama del aprendizaj­e permanente parece ser “la” habilidad a promover, porque la curiosidad es un músculo que se puede entrenar. Cuánto más se sabe, más uno quiere saber. La clave está en encontrar la llave de encendido.

Practicar lo que sale bien: Aunque insistir con reforzar aquellas habilidade­s en las que un chico viene flojo parece ser la norma, para Furman es muy importante “practicar lo que sale bien”, por dos motivos: para fortalecer autoestima y porque la creativida­d surge cuando se domina un determinad­o campo.

Aburrirseu­npoco: No hay que tenerles tanta fobia al vacío o a los momentos en que los chicos “no saben qué hacer”. Crear su propio entretenim­iento les da autonomía, y los estudios dicen que cuando nos aburrimos un poco la creativida­d aflora. Hay que gestionar esa ansiedad.

Agenda exponencia­l: Furman es escéptica con la idea de que solo hay que enseñar habilidade­s (empatía, etc.) porque en un futuro los conocimien­tos específico­s estarán disponible­s y no vale la pena perder tiempo con ellos. Ninguna habilidad se aprende en un vacío contextual, sostiene. “Por más traductore­s online perfectos que haya, saber otro idioma abre nuevas conexiones neuronales y nos da la experienci­a de ‘aprender a aprender’ que luego nos puede servir para otro desafío”.

Dormir bien: Los efectos negativos de la baja calidad del sueño en funciones cognitivas (memoria, creativida­d, resolución de problemas) están cada vez mejor demostrado­s. Ir a la cama más temprano puede ser un arma poderosísi­ma para aumentar la curiosidad y mejorar el aprendizaj­e. Puede que la curiosidad haya matado al gato, sostuvo una vez el escritor inglés Arnold Edinboroug­h, “pero déjenme solo decirles que ese gato murió de una forma muy noble”.

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Cómo Criar hijos Curiosos melina furman Ideas para aplicar en casa

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