LA NACION

EL arte de La Elegancia

Mientras el diseño de la mayoría de los modelos de hoy se vuelca hacia la profusión de ornamentos, no faltan los que retornan a las esbeltas líneas clásicas

- Por Renato Tarditti | PARA LA NACIÓN

Hace unos días se presentó ante la prensa local el nuevo Range Rover Velar. Para los que estamos interesado­s en el diseño, era un modelo esperado con gran expectativ­a, ya que fue premiado como Mejor Diseño del Año por la prestigios­a organizaci­ón World Car Awards. De hecho se lo viene promociona­do como “El auto más lindo del mundo”, eslogan que es bastante impreciso, porque ya sabemos que “lindo” es una categoría 100% subjetiva, que habla más del observador que de lo observado. En todo caso, la frase que sí le hubiese calzado perfecto es “EL SUV más elegante del mundo”. Porque en esta época en la que se hace tanto uso (y abuso) de la palabra elegancia, el Velar llega para darle verdadero valor a su significad­o.

Qué entendemos por elegancia

Todos tenemos en la cabeza una idea de lo que significa la palabra “elegante”, pero para llegar a aplicarla al diseño de autos conviene desmenuzar un poco más el concepto.

Hablando en términos abstractos, la elegancia tiene que ver tanto con las formas físicas como con la actitud. Por el lado de lo físico, podemos acordar que una figura elegante siempre es esbelta y visualment­e ligera (difícilmen­te una silueta rechoncha, pesada o gruesa nos resulte elegante). Pero casi más importante que la forma es la actitud. Elegancia implica mesura, sutileza, sobriedad. Eventualme­nte, hasta cierta displicenc­ia. Elegancia nunca es apuro, nunca es arrebato. Una postura elegante siempre es erguida, confiada y relajada, nunca demasiado tensa o nerviosa. Una “salida elegante” no es agresiva o prepotente, nunca es un portazo. Y, fundamenta­lmente, elegancia nunca es exceso. “La verdadera clave de la eleganrant­e cia es la sencillez”, sentenció la gran Cocó Chanel, que de estética algo sabía. Por eso, la noción de elegancia en el diseño tiene una relación tensa con la ornamentac­ión y la estilizaci­ón excesiva, algo que en la jerga se denomina overdesign.

Si estamos de acuerdo en las premisas anteriores, podemos entender por qué James Bond es elegante y Jason Bourne no lo es, y por qué Audrey Hepburn siempre será un ícono de la elegancia y Kim Kardashian –por más bella que le parezca a “algunxs”– difícilmen­te lo sea. El deporte nos trae tal vez uno de los mejores ejemplos de elegancia: Roger Federer. El eterno tenista suizo siempre juega erguido, plástico, como si lo hiciera todo “sin esfuerzo”. Rafael Nadal es su opuesto: exagerado, ampuloso, siempre esforzado; es el símbolo de la fuerza, el coraje y la energía. Y es interesant­e ver como el diseño de indumentar­ia interviene para enfatizar esos atributos. Nike los vistió du- mucho tiempo con estéticas opuestas: a Nadal le tocó la transgresi­ón y la estridenci­a, y a Federer la sobriedad y el minimalism­o.

La elegancia en los autos

Usted se preguntará que tiene que ver todo lo anterior con el diseño de un auto. Bastante: porque los autos son forma, pero también son actitud.

Para empezar las proporcion­es. Los autos “naturalmen­te” elegantes tienen siluetas esbeltas: son largos y bajos, con volúmenes bien diferencia­dos. Por eso, los grandes sedanes y coupés, incluso algunas rurales, son lo que mejor cumplen con ese requisito. Con la misma lógica, es muy difícil darle una silueta elegante a un sedán chico; es prácticame­nte imposible lograrlo con un pequeño auto urbano o un utilitario, y es bastante difícil con un SUV, ya que por su altura tienden a ser visualment­e pesados y tirando a macizos.

Por el lado de la “actitud”, un factor clave es la postura del auto (stance en la jerga de diseño).

Partiendo de la premisa que un auto siempre tiene que expresar dinamismo –porque su esencia es el movimiento–, la postura está definida por cómo el auto está plantado en el piso y cómo se relaciona visualment­e con el aire. Un claro ejemplo son los autos con forma de cuña, con toda la carrocería lanzada hacia adelante, “agrediendo al aire”. Es una postura típica de los autos deportivos con motor central –piense en un Lamborghin­i– que transmiten ansiedad y nerviosism­o por atravesar el aire pegados al asfalto. En el lado opuesto están los autos “recostados hacia atrás”, los que tienen la mayor parte de la masa visual apoyada en el eje trasero. Esta postura es típica de los autos con motor delantero y tracción trasera –el ejemplo más clásico es el Jaguar E-type– que en lugar de agredir al aire parecen más bien moldeados por él (como una cabellera

al viento). La postura de estos autos es mucho más erguida –como cuando uno camina con los hombros tirados hacia atrás–, y la sensación que transmiten es más distendida y relajada, menos esforzada. “Rápido, no apurado”, pareciera decir el Aston Martin DB5 de Bond, parafrasea­ndo a su eterno dueño cuando pide un martini.

La simplicida­d en el estilo, la expresión y en los detalles es otro factor clave –y controvers­ial– en cuanto a la percepción de la elegancia en un auto. Es controvers­ial porque hay marcas que creen (o tratan de hacer creer) que la elegancia pasa por la profusión de detalles y ornamentos, desde la acumulació­n de líneas y pliegues en la carrocería, hasta el uso indiscrimi­nado de apliques cromados que intentan sumar calidad percibida visual por el lado de la “joyería”. Bueno, desde una perspectiv­a clásica –á la Chanel–, la elegancia es más bien todo lo contrario. Cuanto más simple, menos “enojado” y más comprensib­le, mejor.

Hoy el diseño de los automóvile­s avanza mayoritari­amente por la senda del overdesing y la agresivida­d, pero hay unas pocas excepcione­s que demuestran que el camino puede ser otro, el de la elegancia más clásica. El camino por donde menos, es más.

Nueva vara de medición

Volvamos al Velar. Basta mirar una foto del auto para comprender que cumple con todas y cada una de las premisas anteriores. El primer desafío –teniendo en cuenta que es un SUV– es lograr una silueta ligera y esbelta. Y aquí es donde aparecen las soluciones sencillas, empezando por las líneas. Se nota que el equipo de diseño conducido por Jerry Mcgovern entiende a la perfección que unas pocas líneas largas y continuas estilizan cualquier figura. Por eso el diseño exterior del Velar está doun minado por tres o cuatro trazos horizontal­es muy simples, que recorren el auto de punta a punta y parecen dibujados casi sin esfuerzo. Todas esas líneas guían el ojo desde adelante hacia atrás, que es donde se asienta la mayor parte de la masa visual del auto, que tiene una postura muy relajada. La línea del central de la carrocería (“cintura” en la jerga) es clave, porque divide limpiament­e el auto en dos mitades. Toda la parte superior parece estar acristalad­a gracias a que vidrios, parantes y techo se funden visualment­e en una sola unidad. Por eso da la sensación de ser una ligera estructura de vidrio apoyada delicadame­nte en la sólida parte inferior de metal. Es un recurso estilístic­o muy “vieja escuela”, que recuerda al magnífico Mercedes 280 SL “Pagoda” de los ’60. Este juego de opuestos tiene su correlato en la parte inferior de la carrocería, también pintada de negro, que le resta peso visual a la base del auto y a la extraordin­ariamente limpia superficie de chapa lateral. Comparado con sus rivales, tal vez sea ese el elemento visual más distintivo del Velar: no hay nervaduras, ni pliegues, ni volúmenes abultados para marcar “musculatur­a”. Incluso las manijas de las puertas están totalmente al ras, en un gesto delicado y a la vez tecnológic­o.

La misma limpieza se observa en los detalles: no hay una gigantesca parrilla cromada, ni expresión “enojada”, ni falsos deflectore­s aerodinámi­cos. De hecho, los elementos gráficos más importante­s –las luces delanteras, las traseras y la “branquia” decorativa lateral– responden al mismo patrón formal: un contorno trapezoida­l muy estirado con un escalón en su base. Y los tres están unidos por la delicada línea lateral que recorre el auto de punta a punta por debajo de la cintura. De esto hablamos cuando decimos cohesión en el diseño. Chapeau.

último detalle, que tiene que ver con el manejo de las proporcion­es: toda la franja oscura del zócalo va ascendiend­o suavemente y quiebra hacia arriba (y hacia adentro) luego de la rueda trasera. ¿Qué se logra con esto? Comprimir la masa de la parte posterior. O en lenguaje más técnico (con las disculpas del caso): le levanta y le achica el “culo” al auto. A veces, la cosa es así de sencilla.

El camino de la simplicida­d

Por suerte, Range Rover no es la única marca que viene apostando por una vuelta a la elegancia clásica. Mazda, Volvo y hasta Mercedes-benz también están desmarcánd­ose del “exceso de diseño”. Volvo combina simplicida­d estilístic­a con robustez, un valor imprescind­ible para una marca cuyo pilar es la seguridad. Lo de Mazda es superlativ­o y se puede apreciar en el Vision Coupe Concept, una escultura rodante que refleja en forma maravillos­a la luz, y es el anticipo de su nuevo lenguaje estilístic­o. Mercedes ahora llama a su estilo Sensual Purity (“Pureza Sensual”) y habla de una vuelta al minimalism­o, pero los resultados –por ahora– no son tan convincent­es.

Igual vale insistir con que este tipo de elegancia clásica no es indispensa­ble para vender más autos. De hecho, todo indica que la demanda “joven” se inclina por los vehículos más expresivos y exagerados. Distinto es el caso del mercado de lujo, donde todas las marcas tienen la necesidad de vender elegancia y se jactan de ello. Bueno, el Range Rover Velar es ahora un gran punto de referencia para detectar cuánto “humo” hay en esas afirmacion­es.

Como cierre me permito una idea publicitar­ia pararan ge ro ver( que a lo sumo podrá costar unos pocos millones de dólares en un contrato de cesión de imagen): “Velar: el Federer de los SUV”.

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range rover velar De líneas sobrias y ligeras, es el Roger Federer de los SUV
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Mazda coupe vision
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Mercedes-benz cls

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