LA NACION

Frente de tormenta Lo que las retencione­s se llevan

Pese a la situación favorable con el tipo de cambio, el nuevo esquema de derechos de exportació­n para el sector representa una poda en los márgenes esperados respecto del escenario que muchos productore­s manejaban antes de las medidas; impacto en los cere

- Fernando bertello /4

Con el trigo ya sembrado y la campaña de maíz dando sus primeros pasos, el lunes pasado el Gobierno rompió las reglas de juego que mantenía para la agricultur­a. Bajó del 25,5 al 18% las retencione­s para la soja, pero le introdujo un tributo nuevo de $4 por cada dólar exportado que lleva la retención final a un 28/29%. Según el movimiento del dólar, en el caso del trigo y el maíz, entre otros productos ahora gravados, la retención rondará del 10 al 11 por ciento.

Sorpresa, descontent­o, pero también muestras de entendimie­nto de que la medida se tomó en un contexto difícil para el país fueron las reacciones que dejaron trascender los productore­s en las redes sociales. Y muchos se volvieron a hacer la pregunta sobre cómo quedan los números, los costos y los márgenes con las nuevas reglas de juego.

Como dato positivo, para Juan Manuel Garzón, economista del Ieral, de la Fundación Mediterrán­ea, la foto del campo “agrícola” luce hoy mejor que la de comienzos de año o la de un año atrás. Lo explica así. Respecto de septiembre de 2017, en pesos “los granos valen más del doble de lo que valían en septiembre de 2017, para tomar una referencia, incluyendo ya el efecto del nuevo esquema de derechos de exportació­n”. Esta cuenta da un 183% más en trigo, 121% más en maíz y 112% más en soja.

Según Garzón, los granos por ahora incluso aumentaron más que el gasoil (+74%), que el costo de una canasta básica de bienes y servicios (+38% en últimos doce meses, incluyendo una estimación para septiembre) y más que los salarios privados, que en un año subieron un 25%. “Es la foto de hoy; la película va a depender de cómo evolucione­n los precios internacio­nales de los granos, el tipo de cambio y la inflación en los próximos meses”, expresó.

Para Horacio Busanello, consultor, la actual cotización del dólar “abre las puertas a un gran despegue agroexport­ador”. En su opinión, el dólar de 40 pesos equivale al promedio que tuvo Néstor Kirchner entre 2003 y 2007 (con tipo de cambio ajustado por IPC en la Argentina y EE.UU). “En ese período, la soja osciló entre 240 y 515 dólares por tonelada, con un promedio de US$320 que está en línea con la actual cotización internacio­nal”, indicó.

Busanello agregó que el trigo y la cebada fueron sembrados con un dólar promedio de 28 pesos, generando, en su opinión, una valorizaci­ón en pesos del 43 por ciento.

¿Y la campaña gruesa? Según el para la soja, el maíz, el girasol y el sorgo “este tipo de cambio es alentador”. Señaló que “la rentabilid­ad para los cultivos de verano se potencia porque los costos fijos en pesos, así como las variables tipo fletes y combustibl­es van a tardar en reaccionar”. En tanto, sobre los insumos dolarizado­s apuntó que se debería analizar caso por caso. “Productos como el glifosato han bajado de precios sostenidam­ente en dólares en las últimas campañas”, precisó.

Vale recordar que, en junio pasado, un estudio de CREA reflejó que los cultivos con mayor participac­ión de costos en dólares son el girasol y el maíz, con el 72 y el 61%, respectiva­mente. En soja hay una participac­ión del 59% y en trigo del 55%. En tanto, el tambo como actividad tiene un 82% de costos dolarizado­s.

Por lo pronto, más allá de los precios y el dólar, las retencione­s traen una merma en la rentabilid­ad para el ciclo 2018/2019. Teo Zorraquín y Alejandro Meneses, de Zorraquín + Meneses y Asociados lo reflejaron en una serie de cálculos.

Simularon una situación de “antes” y “después” de las medidas oficiales para un modelo de producción agrícola sobre campo arrendado en la zona oeste de Buenos Aires, a 400 kilómetros del puerto. En ese modelo se asume que se habían realizado previament­e ventas forward de todos los granos por el 20% de la producción esperada.

Según explicaron, consideran­do el punto anterior y asumiendo que el tipo de cambio al momento de vender los granos será más alto (acompañará al menos la inflación), se obtiene en este modelo una retención “neta” del 8% (estando hoy más cerca del 10 a 11% con el tipo de cambio actual). Además, en el modelo del arrendamie­nto a pagar se asume que el 30% se había pagado con el precio “viejo” (más caro) y el 70% con el precio “nuevo” (con más retencione­s).

Allí el precio de los insumos se consideró en dólares de hoy, aunque muchas empresas segurament­e ya han adquirido una parte a precios pesificado­s a futuro o disponible o en canje. Se toma un valor de alquiler de 10 quintales de soja por hectárea y rindes en maíz de 85 qq/ha, en soja de primera de 35 qq/ha, en soja de segunda 22 qq/ha y en trigo 37 qq/ ha. En la proporción de cultivos se considera un 40% maíz, un 40% soja de primera y un 20% trigo/soja.

¿Cómo quedan los números? Para Zorraquín y Meneses, hay un golpe duro tras las medidas oficiales por retencione­s. En rigor, el resultado promedio (consideran­do esos culconsult­or, tivos) cae de 122 a 77 dólares por hectárea, en tanto que la rentabilid­ad retrocede del 18% al 12%.

Visto de otro modo, en dólares por hectárea el maíz pierde un 37% (de

130 a 82 dólares por hectárea), la soja un 40% (de 89 a 53 dólares por hectárea) y el trigo/soja un 33% (de 173 a

116 dólares por hectárea).

“La caída de la rentabilid­ad está en el orden del 33%, con un resultado por hectárea que baja 45 dólares (de 122 a 77 dólares) al comparar la situación anterior con la simulación de la situación actual. O sea que el cambio en las retencione­s se llevó

45 dólares por hectárea”, señalaron Zorraquín y Meneses.

Según explicaron, después debe restarse el impuesto a los ingresos brutos y ganancias. La cuenta dejaría un resultado neto de unos 30 a 35 dólares por hectárea para la campaña 2018/2019. “Es un resultado muy ajustado y frágil ante cualquier evento climático o de caída de los precios internacio­nales. Para ejemplific­ar esto, si hubiera una caída de los rendimient­os presupuest­ados del 10% en todos los cultivos, la rentabilid­ad final tiende a cero”, alertaron.

Si bien el golpe a la rentabilid­ad es fuerte, para estos expertos parte del impacto negativo se iría licuando si el clima acompaña y el dólar sube a un ritmo similar a la inflación.

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EFE Campaña El nuevo ciclo agrícola enfrenta nuevas reglas de juego que afectan a las empresas

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