LA NACION

Debilidade­s que quedaron al descubiert­o,

- por Cristian Mira

El aumento de los derechos de exportació­n que anunció el lunes pasado el Gobierno como medida de emergencia para frenar la crisis fiscal y cambiaria pone al descubiert­o una serie de debilidade­s estructura­les. Algunas de ellas son propias de la agroindust­ria y otras tienen un sentido más amplio.

La primera debilidad que queda en evidencia es la institucio­nal. La cadena agroindust­rial –que abarca las institucio­nes de la producción, el comercio, la industria y los servicios- no tiene una unidad tal que le permita decirle al Gobierno en situacione­s como estas: “señores, discutamos otra cosa que no sea el mantenimie­nto de las políticas antiexport­adoras”. Si por la fuerte depreciaci­ón del tipo de cambio era inevitable tomar una decisión como la que adoptó la Casa Rosada, como mínimo el sector no reaccionó para pedir alguna medida o política que mejore la competitiv­idad. Los funcionari­os repiten como un mantra que una de las razones de la crisis económica que vive el país fue la sequía que afectó la cosecha gruesa de la campaña 2017/18 por la que se perdieron 30 millones de toneladas de granos y el ingreso de divisas por 8000 millones de dólares. En enero pasado, cuando los informes técnicos y las crónicas periodísti­cas ya advertían sobre la gravedad de la sequía no faltaban quien decía: “la pérdida se va a compensar vía precios”. Mientras tanto, el país seguía sin tener un sistema moderno de seguros agrícolas. ¿Hubiera servido para mitigar el desastre? Probableme­nte no en su totalidad, pero sí hubiera afectado menos las cuentas de los productore­s.

Otro interrogan­te: si como dijo el Presidente, todos los sectores tienen que compromete­r su esfuerzo, ¿por qué no se discuten otras alternativ­as como un bono, el pago a cuenta de otros tributos por retencione­s, o descuentos impositivo­s a quienes adopten las Buenas Prácticas Agrícolas, produzcan novillos pesados o demuestren un compromiso social? En la emergencia económica, la cadena agroindust­rial podría estar en condicione­s de contribuir a mitigar el impacto de la brusca devaluació­n en los sectores sociales más desprotegi­dos. Tampoco se piensa en eso como carta de negociació­n.

En otras palabras, al sector se le quita pero no se le da nada en compensaci­ón. Se dirá que la devaluació­n del 60% en pocos meses mejora las exportacio­nes. En la historia económica argentina hay ejemplos de sobra para demostrar que esa ventaja se diluye al poco tiempo de obtenerla, porque los precios y los costos se adaptan a la nueva realidad.

Quizás lo que habría que debatir es la adopción de una política agropecuar­ia. Para muchos es una mala palabra porque les remite a la intervenci­ón del Estado, pero hay otros países que la tienen y algunos se cuentan entre los más liberales. Estados Unidos, por ejemplo. Otros llegan al extremo del proteccion­ismo, como los de la Unión Europea, pero también hay otros ejemplos como los de Brasil, Canadá o Australia que reconocen el valor estratégic­o de su agroindust­ria. Cualquiera sea el ejemplo que se tenga en cuenta en todos los casos tienen institucio­nes fuertes en sus cadenas agroindust­riales cuya voz es reconocida en la toma de decisiones. No puede decirse que el actual gobierno no dialogue con la actividad agroindust­rial. Hay unas 30 de mesas de competitiv­idad en funcionami­ento. El criterio es resolver los temas “paso a paso” y con varios se logra hacerlo. Sin embargo, el debate de las cuestiones estructura­les que atraviesan a todas las cadenas está ausente.

La otra gran debilidad que quedó a la vista con el aumento de las retencione­s es la política. Hay gobernador­es peronistas y radicales que naturaliza­n los derechos de exportació­n como si fuera un bien heredado. Tienen el criterio de que una de las principale­s fuerzas económicas de sus provincias hay que exprimirla en vez de alentarla para genere más inversione­s genuinas y trabajo. Hay varios ejemplos curiosos de este pensamient­o. Uno de ellos es el del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que expresó su apoyo al aumento de las retencione­s, pero parece no haber reparado que también afecta al principal empleador privado de su provincia, el Ingenio Ledesma, un conglomera­do agroindust­rial que produce azúcar, papel y frutas industrial­izadas, entre otras cosas. Hay ejemplos peores: el de los intendente­s que reclaman la restitució­n del Fondo Sojero. No se les ocurre mejorar las condicione­s de sus municipios para atraer inversione­s o ajustar sus gastos, quieren que otros paguen la fiesta.

En todo caso, cuando pase la tormenta y el día se aclare habrá tiempo para discutir ideas diferentes que permitan corregir las debilidade­s estructura­les.

Hay gobernador­es peronistas y radicales que naturaliza­n los derechos de exportació­n como un bien heredado

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