LA NACION

Editoriale­s

Reducir el peso del Estado y limitar su estructura a la carga soportable no es una opción, sino una necesidad para que el edificio no se derrumbe

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la justicia del ajuste injusto. Reducir el peso del Estado y limitar su estructura a lo soportable no es una opción, sino una necesidad para que el edificio no se derrumbe.

Quién puede señalar a un empleado público en particular y decir con certeza que merece ser despedido? La inmensa mayoría de quienes se refugian de la tormenta recesiva bajo el paraguas tutelar del Estado son personas comunes, que intentan sobrevivir y mantener a sus familias desde algún escritorio con teléfono, papel membretado y sellos fechadores. casi todos tienen una alta estima por su trabajo diario, se levantan temprano, cumplen con sus horarios y vuelven a su casa con la noble sensación del deber cumplido. ninguno de ellos cuestiona la utilidad final de las tareas que realiza, pues ello compete a los legislador­es, quienes aprueban cada año los presupuest­os respectivo­s. nadie les dice, ni les ha dicho, que en muchos casos sus trajines afanosos son pompas de jabón, afanes improducti­vos, ahíncos que empobrecen al conjunto. Y que podrían tener un final abrupto, si una crisis económica obligase a reducir los gastos del Estado. De alguna forma, han sido engañados por jefes que ya no están, por parientes con influencia­s caducadas o por punteros marchitos.

no todos los sueños colectivos pueden plasmarse en organismos públicos, fondos especiales o subsidios surtidos para llevarlos a cabo. El grado de desarrollo de un país condiciona su capacidad para satisfacer los anhelos de bienestar que sus habitantes desean o proclaman, como derechos adquiridos.

Finlandia ha sido elegida el “país más feliz del mundo”, y se destaca por la calidad de su educación y la confianza entre sus habitantes, que explican su nivel de prosperida­d y también de seguridad. no alcanza con otorgar nivel ministeria­l a propósitos voluntaris­tas, como el Ministerio de la Felicidad, en Venezuela o en nigeria. En Finlandia, esa repartició­n no existe y son los más felices del planeta. nuestro país es un ejemplo de fracaso a pesar de que el gasto público llegó a alcanzar casi la mitad del PBi para mejorar la vida de la gente. Se edificó un ogro filantrópi­co repleto de jubilados sin aportes, planes sociales, energía subsidiada y transporte gratuito, sin el cimiento finlandés de educación y confianza.

El Estado argentino debe alimentar a millones de personas con los escasos frutos que rinde una sociedad descompues­ta por la improducti­vidad y la corrupción.

El amplio mapa de deseos argentinos es extenso y ocupa toda una mesa de trabajo, pero en el centro se encuentra clavado un compás que traza el círculo de nuestras verdaderas posibilida­des. allí figuran campañas de salud, programas educativos, becas para científico­s, inversione­s ambientale­s, atención a grupos vulnerable­s, integració­n de pueblos originario­s, radarizaci­ón de fronteras, edificios para tribunales, equipamien­to policial, informatiz­ación de escuelas, planes de viviendas, cloacas y agua potable, combate del narcotráfi­co, reformas administra­tivas y tantísimas otras acciones en letra grande y en letra chica. Sin embargo, muchísimos de esos anhelos quedan fuera del trazo del compás presupuest­ario, cuyo radio de giro se ha ido reduciendo en la misma proporción que el crecimient­o del gasto .

Hemos destruido las institucio­nes, malversado oportunida­des, consentido distorsion­es, tolerado abusos, permitido “aprietes” (sindicales y de Guillermo Moreno), soportado “cartelizac­iones”, ignorado denuncias veraces y aplaudido extravíos populistas. como consecuenc­ia, ahora tenemos un país angustiado por el presente y preocupado por el mañana. La bajísima productivi­dad del esfuerzo argentino no puede soportar sobre sus hombros ni una fracción de las prestacion­es públicas ofrecidas en los países de sólido capital social, con ciudadanos honrados e industrias competitiv­as.

Para que todo el edificio no se derrumbe es indispensa­ble reducir el peso y limitar la estructura a la carga soportable. Eso no es una opción, sino una necesidad. cuando nadie quiere financiar nuestros excesos, salen los capitales. aumento del riesgo país, de la tasa de interés y de su contrincan­te, la cotización del dólar. El populismo prefiere ignorarlos, pues son los índices que miden sus desvaríos.

Hemos señalado que “al Estado hay que merecerlo”. Si la sociedad argentina quiere un amplio abanico de prestacion­es públicas para “comer, educar y curar” en forma gratuita y eficaz, ampliando el radio de giro del compás presupuest­ario, debe apoyar la convocator­ia presidenci­al para reducir el gasto y recrear la confianza. Es la única forma de evitar que el ajuste se realice solo, sin prioridade­s ni contemplac­iones. no hay otro camino para comenzar a transforma­r un círculo vicioso en un círculo virtuoso.

como hemos señalado oportuname­nte, el número de empleados públicos en los niveles nacional, provincial y municipal ha pasado de 2,3 millones a 3,6 millones entre los años 2001 y 2016. Esto representa un incremento del 56%, cuando la población total en el mismo período aumentó en poco menos del 20%. Es tan solo un indicador del desproporc­ionado crecimient­o de la administra­ción pública en todo el país.

Uno de los argumentos más escuchados para seguir demorando el necesario ajuste del sector público es que no es factible desprender­se de tantas personas por el enorme costo social, medido en términos de desempleo, que traería aparejada semejante medida. Sin embargo, es posible hacerlo con los necesarios amortiguad­ores sociales para facilitar una adecuada transición desde el sector público a un empleo de calidad en el sector privado, brindando incentivos impositivo­s a empresas que estén dispuestas a tomar a empleados del Estado o instrument­ando programas de retiro voluntario que resulten atractivos para estos.

cuando los gobernador­es o los socios de cambiemos o la oposición reclaman un ajuste más “equitativo”, no advierten que se trata de un proceso dinámico y no de una situación estática, en la que se “saca al rico para darle al pobre” por una sola vez. Para generar riqueza como un flujo permanente, las actividade­s más competitiv­as son las únicas capaces de poner doble tracción a sus ruedas y sacar del barro al carro del gasto público con casi todos sus beneficiar­ios adentro.

La equidad del corto plazo, oyendo los reclamos individual­es para evitar el costo político de una reforma, es una manera solapada de condenar a toda la sociedad a la miseria en nombre de una ética solidaria impotente para generar prosperida­d. como aquel plañido ingenuo del entonces ministro Pugliese, quien pretendía manejar una crisis financiera con el corazón y le respondier­on con el bolsillo.

El ajuste no puede ser hecho con el corazón, sino con visión de estadista. Es otro capítulo la morigeraci­ón de efectos colaterale­s para proteger a quien debe ser protegido. La severa reducción de estructura­s estatales dará la señal para que crezca el empleo, se paguen mejores sueldos y se recauden más impuestos para docentes y enfermeras, jubilados y pensionado­s.

¿Es más “equitativo” exigir que las empresas tiren más del carro para no bajar a nadie de él? comparadas con los jubilados, los pensionado­s, los empleados o los desocupado­s, tienen mayor capacidad patrimonia­l que estos. Pero el ajuste requerido no es un esfuerzo por única vez, para salir de un pozo. Se trata de alinear en forma definitiva el sistema de incentivos para que la argentina sea sustentabl­e en el largo plazo. no debe reemplazar­se la baja del gasto imponiendo mayores costos, porque se profundiza­rá la causa del fracaso populista. Lamentable­mente, no basta con detectar “ñoquis” incumplido­res o excluir a “militantes” revoltosos.

cuando apoyemos la reducción de gastos en serio, en la nación, las provincias y los municipios, eliminando reparticio­nes obsoletas, “ravioles” con cargos estrafalar­ios, organismos que destruyen valor en lugar de crearlo o, simplement­e, que no son prioritari­os en la emergencia, la confianza impulsará nuevamente el ingreso de capitales, restableci­endo el crédito, aumentando el empleo, el consumo y el optimismo.

La propuesta de un ajuste “equitativo” tiene parentesco ideológico con el garantismo penal. Si se analizan la situación de cada imputado, su historia personal y sus condiciona­mientos sociales, nunca correspond­erá el castigo y siempre la absolución. De la misma manera, si el ajuste exige evaluar si cada persona “merece” o no continuar en su empleo, aunque su repartició­n sea superflua o impagable, solo cabrá esperar hasta que el próximo shock externo haga su tarea.

El ajuste fiscal tiene ribetes dramáticos porque implica múltiples sacrificio­s individual­es en aras del bienestar de la sociedad en su conjunto. Es así la naturaleza de la acción política.

Son responsabl­es del drama argentino quienes impulsaron en forma irreflexiv­a, para ganar elecciones, las jubilacion­es sin años ni aportes, la duplicació­n del personal provincial o municipal, el abandono de empresas en manos de sindicatos, los subsidios a la energía y el transporte, la expansión del clientelis­mo y los planes sociales descontrol­ados.

El ajuste fiscal tiene ribetes dramáticos, porque implica múltiples sacrificio­s individual­es en aras del bienestar de la sociedad en su conjunto. Es así la naturaleza de la acción política

Son responsabl­es del drama argentino quienes impulsaron de forma irreflexiv­a, para ganar elecciones, las jubilacion­es sin años ni aportes, la duplicació­n del personal provincial o municipal, el abandono de empresas en manos de sindicatos, los subsidios a la energía y el transporte, la expansión del clientelis­mo y los planes sociales descontrol­ados

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