LA NACION

Peña, el funcionari­o imprescind­ible

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Simbiosis entre el jefe de Gabinete y Macri, que lo defiende a capa y espada

Mauricio Macri está harto de que el “círculo rojo” le cuestione cíclicamen­te una decisión que ni siquiera cambiará al borde de ningún precipicio: la permanenci­a de Marcos Peña como jefe de Gabinete, con la excusa de que está desgastado o se ha mostrado poco eficaz para neutraliza­r las crisis políticas, derivadas de las económicas, desde aquella malhadada conferenci­a de prensa del 28 de diciembre que lo tuvo como protagonis­ta, primera estación del vía crucis que viene padeciendo el Gobierno por parte de los mercados desde hace unos meses.

Macri está convencido de que aun cuando esa reunión nunca hubiese existido las “tormentas” –su imagen eufemístic­a preferida para hablar de la crisis– se hubieran abatido, de todos modos, con la misma fuerza. “Además –recuerda Macri cada vez que alguien levanta el dedo acusatorio contra su más estrecho colaborado­r–, él no es el ministro de Economía”.

Sorprende que el Presidente salga a poner el pecho cuando las balas silban cerca de quien debería ser su principal fusible. Es más: el primer mandatario ha resuelto amarrar su suerte a la de Peña.

Para usar un verbo que a Cristina Kirchner le gustaba mucho repetir cuando mandaba en la Casa de Gobierno, Macri no ahorra energía para “empoderar” a Peña públicamen­te todas las veces que sea necesario. Y en privado la vehemencia para defenderlo se vuelve todavía más enfática: “Es el mejor funcionari­o que tengo, el más claro, el más inteligent­e, el que ha mantenido la coherencia”.

De acá al 10 de diciembre del año próximo, fecha en que terminará Macri su actual mandato presidenci­al, podrán suceder muchas cosas, malas y buenas, y hasta algunas impensadas para todos –lo sorpresivo e inesperado, sean cisnes negros o de colores más auspicioso­s, es una constante de la era actual, en la Argentina y en el resto del mundo–, pero si hay algo que no está ni siquiera en los planes más pesimistas del jefe del Estado es desprender­se de Peña.

A Macri la ofensiva para convencerl­o de eyectarlo de su administra­ción le resulta francament­e insólita. “Nunca he visto –se le escuchó decir últimament­e– un ataque así del ‘círculo rojo’, ni siquiera contra Aníbal Fernández”. Difícil desmentirl­o en esto: es verdad que ese controvert­ido y locuaz funcionari­o kirchneris­ta estuvo en el medio de distintos escándalos informativ­os y judiciales, pero no hay registro que exigiera, en voz alta o baja, apartarlo de aquel gobierno. En cambio, es deporte recurrente señalar que parte de las inconsiste­ncias del oficialism­o se deben al sostenimie­nto en el cargo, contra viento y marea, del actual jefe de Gabinete.

Sin embargo, a medida que se va tomando distancia de Olivos, las críticas hacia Peña pueden pasar de tímidas a más ásperas.

José María Sarachaga, especialis­ta en comunicaci­ón política, tiene una hipótesis: “Mauricio cuida a Marcos como a un hijo indefenso al que los compañerit­os del colegio le hacen bullying, y a su vez Peña lo cela como si fuera su padre y se encoleriza cada vez que siente que alguien disputa su afecto”.

No son pocos los que consideran que Peña es un cerco más que eficaz que se interpone entre ellos y el Presidente. Otros consideran que le falta cintura política, que mantiene a raya a los radicales para que –al decir de Elisa Carrió– no sumen nuevos puestos en el Gobierno, en tanto que irrita a buena parte del periodismo tradiciona­l por su ninguneo constante, su monocorde discurso sin sorpresas y su fascinació­n acrítica con las redes sociales, a las que sobrevalor­a. Un importante columnista político recienteme­nte efectuó una experienci­a muy reveladora: les envió un texto común sobre un tema específico por WhatsApp a Macri y a Peña en busca de lograr sendos off. El Presidente, detalla el colega, respondió de inmediato accediendo al pedido. Ante el silencio de Peña, días después, el mismo periodista volvió a conectarse para rechequear al menos si ese seguía siendo su celular. Solo ahí contestó para confirmarl­o, y de inmediato derivar la consulta hacia un vocero monosilábi­co. No es casual que los problemas en la comunicaci­ón oficial se sucedan.

Macri, que está fascinado con las periódicas incursione­s de Peña en el Congreso y que lo considera el “gran armonizado­r”, puertas adentro, entre los socios de Cambiemos, tiene su propia teoría, que suelta tan pronto como cualquiera se lo pida: “El problema de fondo es que Marcos representa el cambio, no transa con ninguna corporació­n y es un tipo sano, inteligent­e, con ideas modernas, y tiene una mirada tan positiva de la vida que ha irritado a muchos”.

La figura del jefe de Gabinete fue incluida en la reforma constituci­onal de 1994, aporte de Raúl Alfonsín para atenuar el hiperpresi­dencialism­o nacional. De Eduardo Bauzá, el primero en tiempos del menemismo, a Aníbal Fernández, el último de la viuda de Kirchner, algunos gozaron de mayor predicamen­to y otros de menos, pero ninguno fue más que un mero coordinado­r. La simbiosis entre Macri y Peña lo convierte a este en el más poderoso de esa lista. Remata Macri para quien quiera escucharlo: “No creo en los cambios simbólicos; discutamos las ideas, no las personas”.

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