LA NACION

Una cultura de integridad, el motor de los negocios sustentabl­es

- Gabriel Cecchini Consultor en Gobierno Corporativ­o, Integridad & ESG.

Establecer y mantener una cultura corporativ­a de integridad abarca hoy en día un conjunto de temas, desafíos y oportunida­des que van más allá del enfoque tradiciona­l basado solo en el cumplimien­to normativo que apunta a evitar sanciones o castigos.

Aunque este último sigue siendo un piso mínimo que toda empresa debe estar en condicione­s de asegurar, en línea con leyes y regulacion­es existentes, en la actualidad las organizaci­ones más innovadora­s que apuntan a un modelo de negocios “sustentabl­e” a mediano y largo plazo definen su cultura de integridad a través de una gestión responsabl­e de las relaciones y compromiso­s que establecen con sus grupos de interés prioritari­os. Son tanto internos (como los empleados y accionista­s) como externos (por ejemplo: consumidor­es, organizaci­ones de la sociedad civil, etcétera), en un rango de temas que va desde la calidad de los programas de incentivos y compensaci­ones de sus ejecutivos hasta la gestión transparen­te de los actores de su cadena de valor y la protección de los derechos “digitales” y de datos de sus clientes, pasando por el respeto de derechos humanos y laborales de sus empleados.

Se trata aquí de lo que se conoce como el enfoque ASG (aspectos ambientale­s, sociales y de gobierno corporativ­o; o ESG, por sus siglas en inglés) a través del cual se define la estrategia y los indicadore­s de performanc­e en sustentabi­lidad estratégic­a de una organizaci­ón. De qué manera una empresa responde a las demandas cada vez más exigentes de sus grupos de interés en una era de hipertrans­parencia y cómo es capaz de poner en práctica los valores declamados en su misión y visión mediante el respeto de los compromiso­s asumidos antes estos stakeholde­rs, determina entonces la configurac­ión de una buena (o deficiente) cultura de integridad.

Diversos estándares de reporte de este tipo de informació­n no financiera como, por ejemplo, Global Reporting initiative (GRi), Sustainabi­lity Accounting Standards Board (SASB) o internatio­nal integrated Reporting council (iiRc) brindan modelos para que las empresas, de acuerdo a los respectivo­s sectores en los que operan, prioricen los aspectos “materiales” de sustentabi­lidad estratégic­a que tienen mayor impacto en la creación de valor (principalm­ente, financiero), reportando esta informació­n a través de métricas específica­s que permiten medir este desempeño a través del tiempo, y realizar comparacio­nes entre empresas y sectores.

Numerosos estudios –entre los que se destacan los realizados por Robert Eccles, George Serafeim y otros académicos de Harvard Business School– demuestran que una buena performanc­e corporativ­a en sustentabi­lidad estratégic­a se correlacio­na de manera positiva con una performanc­e financiera superior de mediano y largo plazo. En particular, la contribuci­ón del pilar “G” de gobierno corporativ­o es crucial, ya que de existir deficienci­as aquí, segurament­e éstas tengan repercusio­nes negativas en los otros dos pilares (ambiental y social).

En otras palabras: una empresa que paga sobornos a funcionari­os públicos es más proclive a violar regulacion­es medioambie­ntales o incumplir con derechos laborales, que una que tiene un programa efectivo de compliance anticorrup­ción; o, de la misma manera, una empresa que cuenta con un directorio moderno con diversidad de género y un buen número de miembros independie­ntes y calificado­s, segurament­e estará más atenta a supervisar políticas adecuadas de antidiscri­minación laboral o aprobar esquemas de incentivos equilibrad­os que no lleven a prácticas comerciale­s fraudulent­as o a un uso negligente de datos personales de usuarios.

la correlació­n positiva entre desempeño sustentabl­e y financiero es seguida muy de cerca por grandes inversores institucio­nales globales que crecientem­ente consideran de manera decisiva que los aspectos ASG, en combinació­n con considerac­iones financiera­s.

las compañías que están adoptando este nuevo enfoque de negocios sustentabl­es ven entonces una gran oportunida­d en coordinar – y, en algunos casos, hasta integrar – las funciones y equipos de Riesgo, compliance y Sustentabi­lidad, no sólo para gestionar los riesgos no financiero­s sino sobre todo para crear oportunida­des de innovación y de creación de valor que emerjan a partir de incentivar una cultura corporativ­a de integridad donde se dé una alineación entre los valores y la estrategia de la organizaci­ón dentro del marco de una relación responsabl­e y de confianza con sus grupos de interés internos y externos.

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