LA NACION

Ana Padilla se sumerge en el desafío de encarnar a Nina, el personaje de La gaviota, de Chéjov, en un unipersona­l

La destacada intérprete que trabaja en El vestidor, ante el desafío de un unipersona­l sobre un personaje de Chéjov

- Jazmín Carbonell

Para Ana Padilla, sin dudas, 2018 será un año muy especial. Como siempre en su vida, el teatro tiene un papel fundamenta­l, porque es su oficio, pero también su pasión. Por esas casualidad­es que cuesta entender que sean de puro azar, la reconocida directora teatral Corina Fiorillo la convocó para formar parte del elenco de El vestidor, obra que tiene a Arturo Puig y a Jorge Marrale como protagonis­tas. La trama transcurre dentro del camarín del actor principal (Marrale) de una compañía británica que representa a Shakespear­e en los años 40, se encuentra cansado, confunde personajes y su vestidor de toda la vida (Puig) lo contiene. “Es una obra preciosa para hacer, que habla del teatro dentro del teatro. Estamos desde mayo con un público que acompaña muy bien, así que tenemos El vestidor para rato”, cuenta Padilla, que además de haber iniciado su carrera como actriz hace más de 40 años es docente de teatro y de tap desde hace 43. Sin dudas, El vestidor la hizo comunicars­e con el teatro mismo, repasar rituales, representa­r esa trastienda que los espectador­es suelen perderse.

Pero hay más. Desde mañana, Ana Padilla se subirá a escena para interpreta­r el unipersona­l Nina, de Patricia Suárez, en la sala Hasta Trilce, de Boedo. La actriz encarnará ni más ni menos que a Nina Sarechnaia, ese personaje emblemátic­o de La gaviota, de Antón Chéjov, pero unos cuantos años después. ¿Qué fue de la vida de esta mujer tan importante para la historia del teatro? Suárez ensaya un posible camino de Nina y la ubica en su pieza 20 años después de La gaviota trabajando en el guardarrop­as del Teatro de Arte de Moscú (del propio Stanislavs­ky) mientras en el escenario se representa Las tres

hermanas, del mismo Chéjov. Se trata de una obra para un solo personaje y es Padilla quien toma este desafío, contenta porque encuentra en esta mujer unas cuantas zonas de diálogo. Es que Nina fue actriz, y aunque hace tiempo que nadie la llama para trabajar, el amor por el teatro sigue siendo inmenso. “No hace falta que se conozca La gaviota. Nina habla de cualquier mujer. Nina es una avanzada para su época, porque se fue a vivir con un hombre con el que nunca se casó, con el cual tuvo un hijo y él la abandonó a su suerte. Esta obra la agarra sola, pero con sus fantasmas, sus recuerdos, esa muerte del hijo que a ella, obviamente, le cambió la vida, y tiene humor y tiene dolor. Es una luchadora porque no pierde la esperanza y el deseo de volver a estar arriba del escenario como actriz. Ella sabe que un día la gente la va a aplaudir de pie. Y ella les va a decir ‘gracias, porque gracias a ustedes viví’”, cuenta Padilla, emocionada por este papel que la tiene visiblemen­te conmovida.

“Nina es un proyecto mío –agrega Padilla, porque en este caso además tiene a su cargo la producción del espectácul­o–. Y eso tiene mucho peso para mí. Hace un tiempo, Patricia Suárez me acercó este texto bellísimo y me enamoré inmediatam­ente. Se lo acerqué a Jorge Diez para ver si lo conmovía y le interesaba la idea de dirigirlo y me dijo que sí. A veces los hechos se acomodan y funcionan, y este es el caso. No podría haber encontrado un equipo mejor para este proyecto”. A Padilla la acompañan, además, Rony Keselman, en la composició­n musical, y Pepe Uría, en la escenograf­ía y el vestuario.

Y así será su año, lleno de reflexione­s sobre el teatro porque las dos obras que la tienen en plena actividad –El vestidor va de miércoles a domingos y entonces Nina se acomoda los lunes porque los martes Padilla los tiene reservados para dictar sus clases de teatro y zapateo americano– suceden dentro de un teatro para poder develar y descubrir aunque sea un poco la magia que sucede tras bambalinas.

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Ana Padilla

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