LA NACION

Mario Markic. “En muchos lugares la gente me dice por su culpa estoy acá”

- algo para declarar

—¿Cómo se convirtió en cronista de viajes? —Por una imperiosa necesidad de conocer y descubrir otra gente, otros lugares, otras culturas. Y porque descubrí que los viajes se podían transforma­r en cuentos o novelas. —¿Y cómo surgió la idea del programa En el camino, que conduce por TN? —Un verano, me pidieron notas de color para el noticiero Telenoche. Hice entonces a lugares remotos y hermosos del país. En ese momento, en TN había que llenar la amplia grilla así que me preguntaro­n si se podía hacer un programa con mis notas. Les dije que sí, que podría hacer un programa de media hora. Con el tiempo, claro, le agregue la otra media...

— ¿Alguna estadístic­a de cuántos kilómetros lleva recorridos?

—Grosso modo, más de un millón y medio de kilómetros, a razón de 25 viajes por año, en avión, auto o camioneta. —¿Cuáles son los tres pilares de una buena crónica de viajes para TV? —Buena cámara, buena edición, buena idea. Eso es más allá de mí. De mi parte, buena pluma, buenos reportajes, buen relato oral. —¿El mayor contratiem­po que haya sorteado como viajero en estos años? —Mis viajes son profesiona­les. El mal tiempo que condiciona mis notas es lo que más me perjudica. Y el poco tiempo para el trabajo de campo también. Todo sale exprés. —¿Algún rincón de la Argentina poco conocido que lo haya sorprendid­o especialme­nte? —Campo de Piedra Pómez, en Catamarca; Iberá, en Corrientes, y Trevelin, en Chubut. El primero, alucina; el segundo es un zoológico a cielo abierto y el tercero es el extremo de una cultura que sufrió mucho para instalarse (la galesa), y el héroe del pueblo es un caballo. Me parece simpático. —¿La mejor anécdota que haya recogido en este tiempo?

—Pocas. Todas vinculadas a gente que se me acerca y me dice, como enojada: Por su culpa estoy acá. Claro, es al revés: me lo agradecen, en realidad. Parece que soy un gran motivador para viajar. —¿Cuál es su lugar favorito para pasar las vacaciones?

—Punta del Este. Voy desde hace veinte años. Hermoso sitio para descansar, escribir y jugar al golf. —¿Cuál es el mayor pecado de un turista?

—No podría ser una voz autorizada. Pero, desde mi óptica, no sentir curiosidad.

—¿El mejor parque o reserva natural que haya visitado? —Los Glaciares, diría, por familiarid­ad. Soy nacido y criado en Río Gallegos, fui al Perito Moreno cuando no había ruta. Y a El Chaltén... ¡cuando no había pueblo! El conjunto da un lugar portentoso. —¿Algún destino exótico en todo el mundo… que no haya perdido aún su exotismo? —No sé, tengo poco mundo, y mucha Argentina. Pero estuve en Fordlandia, en el Amazonas, tal vez mi mejor historia. Exótico es ir a la Antártida. Fui dos veces. O viajar de La Paz a Chulumani por el Camino de la Muerte, una cornisa peligrosís­ima. Pero ya ves: son todos destinos para escribir o contar historias. Cero glamour. —¿Un día de vacaciones perfecto?

—Mis vacaciones no son malas. En Punta, desayunar tostadas con mermelada de durazno con té Twinnings. Caminar a la mañana por la playa acompañado por mi mujer y el perrito, ir a tomar un café a media mañana con algo dulce, comer asado, leer un libro, jugar al golf y después de comer ver una película de Hitchcock o seguir cada noche los capítulos de una serie, tipo Mad Men o La casa de papel.

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