LA NACION

Del gobierno soñado al gobierno posible

Las preguntas y temores que despierta la crisis, bajo la lupa de Diego Sehinkman

- Diego Sehinkman

Como si mirara un partido de tenis, Macri gira la cabeza para un lado y para otro. Mira al Sur, a ver si aparecen los dólares enterrados. Y al Norte, a ver si aparecen los dólares prestados. El futuro del gobierno depende del sur kirchneris­ta que lo subsidia con capital simbólico (“no somos corruptos como los K”) pero sobre todo del norte prestamist­a, del FMI. Sin embargo, Macri sabe que debe controlar al dólar porque “corrida mata cuaderno” y, como resumió un taxista, “este país tolera a un corrupto pero no a un inoperante”. Al momento de terminar esta columna el apoyo de Trump, la proximidad del nuevo acuerdo con el Fondo, el diálogo con los gobernador­es por el presupuest­o y el permiso de Lagarde para que Caputo intervenga sobre el mercado de cambios habían sosegado al billete y a los temerosos inversores. La confianza es una emoción compleja, de construcci­ón lenta y destrucció­n veloz. Los bonistas nos temen. La Argentina te defaultea y después te regala flores y te dice que no lo volverá a hacer.

Varias veces dijimos en esta columna que nuestro país opera bajo la lógica del autito chocador: hasta que no choca no dobla. Ver al camión del default viniendo de frente hizo que una parte de la oposición aceptara discutir en serio el déficit y obligó al gobierno a ir en contra de su ADN desregulad­or: tuvo que apelar a reforzar Precios Cuidados, reponer retencione­s y otros gravámenes. A su vez, bajo el mismo mecanismo psicológic­o del miedo a lo peor, el campo tolerará la vuelta de las retencione­s y buena parte de la sociedad soportará la suba de varios gravámenes diciéndose a sí misma: “prefiero pagar más impuestos a que vuelva el kirchneris­mo. Macri es mi Prosegur: pago para que no me vuelvan a entrar”.

La pregunta es inevitable: ¿Por qué los únicos consensos en la Argentina se logran bajo crisis? Ahora sí, oficialism­o y oposición coinciden en algo: llegó formalment­e la Era del hielo.

Es muy importante que luego de los gélidos meses que se pronostica­n la economía se recupere. No está en juego solo la reelección de Macri sino el futuro de Cambiemos y, con él, la reorganiza­ción del sistema de partidos políticos de nuestro país. La coalición de gobierno vino a ocupar el espacio que dejó vacante el radicalism­o con la explosión de 2001. Si Macri fracasa, la Argentina volverá a quedarse sin bipartidis­mo, vital para balancear cualquier pulsión de poder absoluto y expansivo. Pero además una caída del actual gobierno implicaría la pérdida de la cosmovisió­n que propone. Desde sus años en la Ciudad de Buenos Aires, el Pro intenta implantar conceptos como “eficiencia”, “agilidad”, “desarrollo”, “emprendimi­ento”, “mérito”, “esfuerzo personal”. Aun con todos los reparos que pueden generar algunos de estos conceptos, Cambiemos cuestiona los grandes significan­tes de los años 50 y 70, como “patria”, “pueblo”, “soberanía”, “hegemonía”, “líder providenci­al”, y contraprop­one su propia paleta ideológica. Más modesta, dirán algunos. Más moderna, dirán otros. Pero si fracasa la economía, arrastrará consigo todo. Del mismo modo que el kirchneris­mo malversó el significan­te “progresist­a”, el riesgo de un fracaso de Cambiemos es que malverse cierta idea de modernidad y que vuelva, por la deformació­n de la nostalgia o el miedo al vacío, la paleta anterior.

Finalmente, es importante instalar una pedagogía del concepto de crisis. Explica el economista Santiago Bulat que “en 2001, el 65% de los depósitos eran en dólares, hoy esa exposición es cercana al 23%”. Y que “los depósitos en dólares en los bancos aumentó 2,1% anual en agosto de 2018. Atravesamo­s una crisis de balanza de pagos que derivó en corrida cambiaria, no bancaria”.

¿Por qué no lo explica el propio Dujovne? Y yendo más atrás: ¿por qué se jugaron tanto al endeudamie­nto sin prever que las condicione­s podían cambiar? Hay mil cuestionam­ientos más. Atravesar una crisis también implica aceptación: no es el gobierno soñado, es el gobierno posible.

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