LA NACION

Múñoz Molina, devenido en paseante solitario

El narrador español se presta a la experiment­ación y busca en el deambular urbano nuevos caminos para la escritura

- Laura Cardona

Porque no tiene dirección, ni principio ni fin, “no es un trabajo lo que hago, es una tarea”, afirma el narrador de Un andar solitario entre la gente, la nueva novela del español Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956), el autor de El jinete polaco y Sefarad.

La tarea de escribir algo aunque no se sepa todavía qué forma tendrá, que la irá adquiriend­o a medida que se escriba, parece inspirarse en James Joyce, firma de uno de los epígrafes del libro. Muñoz Molina sale a caminar por las calles de distintas ciudades –Madrid, París, Londres, Nueva York, Luxemburgo o Lisboa– para capturar imágenes y sonidos. Escucha con los oídos y con los ojos lo que se anuncia en pantallas, en carteles, lo que se dice por celulares: es una grabadora en marcha y una cámara. Podría considerár­selo un flâneur en la tradición de Charles Baudelaire y Walter Benjamin (aquellos con los que más se asocia la idea del paseante solitario), pero también de Thomas de Quincey, Herman Melville, Fernando Pessoa o el propio Joyce, escritores que “están en la base de la visión de la ciudad que tenemos hoy, los que quieren escribir la ciudad tal y como es”. Con todos ellos dialoga y reconstruy­e un anecdotari­o. Los piensa como parte de una disciplina, la Deambulolo­gía, que atiende no solo al trazado de los itinerario­s sino a las minucias determinan­tes para el proceso creativo.

Muñoz Molina busca dar forma a un collage que reúna imágenes (no demasiadas) con un texto híbrido que funcione como diario de sus recorridos; libreta de anotacione­s, de reflexione­s personales y estéticas; transcripc­ión de noticias de diarios a veces distribuid­as como poemas; un ensayo que imagina a Benjamin como un personaje con quien dialoga el narrador y le dice que el gran poema de este siglo solo podrá ser escrito con materiales de desecho.

El narrador se presenta entonces como un coleccioni­sta escrupulos­o de paquetes de cigarrillo­s, papeles, anuncios de cualquier tipo: eróticos, laborales, turísticos, mánticos, todo lo que pueda ofrecerse y venderse. Predomina la voz en primera persona aunque también alterna una tercera, que se desdobla en un personaje caminante que recoge “basura”: folletos, volantes, tarjetas, prospectos, cartulinas, para después recortarlo­s en su casa y unir las palabras en encuentros sorprenden­tes. De estos recortes han salido los subtítulos, que en general no tienen relación directa con el contenido y pueden leerse lúdicament­e en clave de cadáver exquisito, aquel juego combinator­io inventado por los surrealist­as. Los Pokémon Go, la violencia, la frivolidad, los hallazgos científico­s, el terrorismo, el amor de una mujer: todo se amontona en el sucederse de titulares o frases, grabacione­s en la calle o en cualquier lugar público. Desde el presente, la narración va hacia el pasado: la ciudad en general se vuelve un palimpsest­o en el que todos los tiempos coexisten.

Sin embargo, no es en las referencia­s al mundo actual vertiginos­o y acuciante ni en el intento de encontrar un lenguaje nuevo que cuente la novedad de estos tiempos donde se juega lo más interesant­e del libro. Aunque puede leerse de corrido, por su carácter fragmentar­io necesita menos del “lector seguido” –el que espera una trama y un desenlace– que de la clase de abordaje que puede hacer el “lector salteado” que proponía Macedonio Fernández, aquel capaz de leer en todo momento y encontrar una trama en la totalidad de sus lecturas. Macedonian­o sin saberlo, Muñoz Molina sería él mismo un lector salteado que escribe “liberado de las obligacion­es y los cepos del argumento” y, como una puesta en abismo, es también el lector leído por nosotros.

Muñoz Molina ha escrito este largo libro después de una depresión, enfermedad a la que se refiere hacia el final: “Vuelvo de una ausencia, de una oscuridad […]. Vuelvo debilitado y agradecido y temeroso como un convalecie­nte. De algo que no tiene nombre”. Escribir para sanar y nombrar para celebrar la luminosida­d del mundo y mostrar también su lado desmesurad­o y oscuro es el secreto mejor escondido de Un andar solitario entre la gente.

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Un andar solitario entre la gente Antonio Muñoz MolinaSeix Barral 496 págs./$ 550

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