Suecia evita el infierno ultra, pero no la parálisis política
elecciones. Aunque la extrema derecha no podrá llegar al poder, se abre un período de incertidumbre sobre el futuro gobierno
Suecia evitó el infierno, pero ahora parece condenada al purgatorio. Tras las elecciones legislativas del domingo, se abrió un período de incertidumbre sobre la formación del futuro equipo que gobernará el país.
Según la costumbre, el líder del partido que obtuvo la mayor cantidad de votos se convierte en primer ministro o nombra a la personalidad que le parece más indicada para dirigir el gobierno. Pero la creciente fragmentación del paisaje político sueco complica toda negociación.
Ninguno de los bloques dominantes del espectro político obtuvo la mayoría frente a una extrema derecha que sigue progresando (+5%), aunque en forma menos espectacular de lo que esperaba.
Con un magro 28,4% de los votos, los socialdemócratas del actual primer ministro Stefan Löfven ganaron y siguen siendo el partido mayoritario. Pero esa cifra significa 2,8% menos de lo que obtuvieron hace cuatro años, signo de cómo las formaciones de centroizquierda pierden adeptos en todo el mundo.
Por su parte, los moderados (conservadores) de Ulf Kristersson y su bloque de partidos de centroderecha (la Alianza) hicieron una mejor elección de la que preveían los sondeos. Pero con 19,8% de los sufragios, también cayeron 3,5 puntos en relación a 2014.
Por fin, la extrema derecha de los demócratas suecos pasó de 12,9% a 17,6%. Un avance, pero que no alcanzó para transformarse en una fuerza dominante del país, como esperaba su líder, Jimmie Akesson.
Hasta ayer, el bloque “rojo-verde” saliente tenía una minúscula ventaja sobre la oposición de centroderecha: una banca. Las últimas dudas se disiparán con los resultados del voto en el extranjero, generalmente favorable a la derecha.
En esas condiciones, el primer ministro Löfven llamó a la oposición a formar una amplia coalición: “Estas elecciones marcan el entierro de la política de bloques. Nadie obtuvo la mayoría. Es necesario lanzar una colaboración”, dijo.
“De ninguna manera. Este gobierno debe renunciar”, respondió Ulf Kristersson. Él y sus aliados anunciaron la intención de terminar con el gobierno socialdemócrata en cuanto se inicie la sesión parlamentaria, el 24 de septiembre. Si la Alianza y la extrema derecha se unieran, tendrían mayoría como para asegurar un voto de censura.
Pero, ¿y después? ¿Quién podría formar gobierno? Todos los partidos han boicoteado históricamente a los demócratas suecos, con raíces en los movimientos racistas y ultranacionalistas de los años 1980. Sin ellos, la Alianza tendría serias dificultades para gobernar. Aunque también podría formar un gobierno minoritario y obtener el apoyo de la extrema derecha en el hemiPARÍS.– ciclo que, en ese caso, impondría condiciones leoninas.
En las actuales condiciones, los socialdemócratas parecen contar con algunas ventajas. Como Löfven lo hizo en 2014, podría intentar formar un gobierno minoritario con los ecologistas y obtener el apoyo del Partido de Izquierda en el Parlamento. También tiene la opción de invitar a liberales y centristas a la mesa de negociación.
Una expresión de deseo que seguramente no será fácil de alcanzar: liberales y centristas son miembros de la Alianza, con los conservadores y los demócratas-cristianos. Desde 2006, el objetivo de todos es formar un gobierno, liderado por el conservador Ulf Kristersson.
Tras un primer momento de decepción, el líder populista Jimmie Akesson declaró su voluntad de formar gobierno con la Alianza. Pero, mientras muchos conservadores creen que ha llegado la hora de incluir a la extrema derecha en el terreno político-institucional del país, la mayoría de sus militantes –y sobre todo los partidos Liberal y de Centro– rechazan la idea. Kristersson, por su parte, parece privilegiar un nuevo compromiso con los socialdemócratas con quienes en estos últimos cuatro años firmaron cerca de 30 acuerdos de todo tipo.
Si la derrota de centroderecha se confirmara, esa continuidad parece ser la menos mala de las soluciones para el líder de la Alianza. Y muy probablemente para Suecia.