Con fórmulas viejas, la TV abierta pierde rating
Los canales no logran asumir los nuevos hábitos de consumo, como el streaming, y sus audiencias son cada vez más chicas; ShowMatch, una de las víctimas
En el mundo nadie da por muerta o extinguida a la televisión abierta, esa que registra para sus programas de emisión diaria más ambiciosos y vistos en la Argentina (100 días para enamorarse, ShowMatch, Todo por mi hija, Mi hermano es un clon) un rating cada vez más menguante.
Todos sabemos que la TV de aire todavía funciona aquí y allá como reducto casi exclusivo de lo que sucede en tiempo real, de las noticias, de los hechos deportivos y de cualquier acontecimiento de impacto global capaz de cambiar de un día para el otro la vida del planeta. Estamos hablando del único lugar mediático que hoy está en condiciones de acaparar millones de miradas al mismo tiempo frente a lo que ocurre.
La televisión abierta también es el terreno en el que se ponen en juego los comportamientos más tradicionales. Un espacio en el que el público prefiere seguir comportándose como un actor más bien pasivo en su relación con la pan- talla. Con todo, hace ya bastante tiempo que esa tendencia ya se encuentra en plena transformación. Hasta el televidente más conservador recibe hoy con simpatía la posibilidad de tomar ciertas decisiones que hasta hace poco tenía completamente vedadas. Sobre todo la de elegir cuándo, cómo y dónde ver su programa favorito sin estar sujeto a las rigideces de las grillas de programación clásicas. Hoy, hasta la telenovela más añeja o pasada de moda les ofrece esa opción a sus seguidores. Y, de a poco, cada vez son más los que asimilan esas nuevas reglas.
En la Argentina, la TV abierta asumió esa novedad. Hoy tenemos a disposición en la web una serie de dispositivos y herramientas para recuperar episodios perdidos o volver a verlos. Lo que no parece aceptar todavía es que debe adaptarse a este cambio permanente en la matriz de la TV abierta y admitir que el contexto es muy distinto al de antes. Solamente así los géneros tradicionales y las marcas históricas de fábrica de la televisión tradicional podrán sobrevivir.
Viene de tapa Nuestra pantalla de aire sigue sin percibir del todo ese diagnóstico irreversible. Por el contrario, insiste en verse a sí misma en el espejo distorsionado de un presente perpetuo. Una reincidencia preocupante y sobre todo peligrosa. Podrá sobrevivir, pero en un estado de infinito letargo.
En vez de conservar y estimular lo que le queda de impulso creador en estos tiempos, la TV abierta sigue confiando en algunas fórmulas de éxito probado en el pasado reciente, pero con dudosa eficacia para este presente. En esa búsqueda pierde la conciencia y no percibe la amenaza de un conformismo que achica sus metas. Se pelea por cifras de rating cada vez más ínfimas.
Las pruebas están a la vista en la competencia del segmento horario más fuerte. Marcelo Tinelli hizo antes del demorado regreso de ShowMatch un cálculo de expectativas de audiencia muy conservador. Lograr un promedio diario de entre 13 y 14 puntos lo dejaría satisfecho, dijo. La realidad de los últimos días parece darle la razón, pero los números de Tinelli (siempre dentro de esa banda de flotación) se ubican de manera constante más cerca del piso que del techo.
Las cifras por sí mismas no les preocuparían a Tinelli y a Eltrece si enfrente no se produjera lo contrario. El rating diario de 100 días para
enamorarse supera a ShowMatch y se ubican dentro de otra banda
de flotación un poco más elevada y siempre más próxima al techo (entre 16 y 17 puntos de promedio) que al piso. Para mejorar todavía más el cuadro, la telenovela turca
Todo por mi hija sostiene el rating que le deja 100 días… y le brinda a la TV abierta otra muestra de la eterna batalla de estos tiempos: ficciones puras vs. entretenimientos con perfil de reality show.
Todo parece salirle más o menos bien a Telefé en este trance actual. A su favor hay que decir que todas las estrategias pensadas para renovar todo el tiempo la atracción de
100 días… le van saliendo. Desde la evocación de los tiempos de juventud de los personajes centrales (con el notable aporte de dos desenvueltas actrices de asombroso parecido con Carla Peterson y Nancy Dupláa) hasta la recurrente apelación al personaje trans de Maite Lanata, que funciona mejor como estímulo y toma de conciencia hacia afuera de la tira de un debate de fuerte actualidad que como aporte decisivo a la lógica de la trama.
Como si todo esto fuese poco, Telefé también dispone del comodín de La voz argentina, que le da la posibilidad adicional de reubicar más tarde a 100 días… en una competencia horaria directa con
ShowMatch. Y de paso asegurarse el potencial efecto de un producto que en el fondo no difiere demasiado de su adversario circunstancial. En esencia, ambos no son otra cosa que concursos de talento.
En cambio, ShowMatch (que pone en juego en estos días una de sus armas más fuertes, el aquadance) tiene como único aliado real del
prime time a Mi hermano es un clon, que más allá del alarde tecnológico de avanzada (muy bien logrado) que coloca dos veces a Nicolás Cabré en un mismo plano repite una y otra vez los clásicos tics de las telecomedias noveladas de Pol-ka. Por lo visto, hasta ahora a Mi hermano es un clon no le alcanza con un visible esfuerzo de renovación y actualización visual. Un refresh en el rostro de Pol-ka por ahora de incierto resultado. La matriz conceptual no cambia, el rating se estanca alrededor de los 10 puntos y el futuro se llena de dudas. Nadie dará por muerto o extinguido a este modelo, pero su agonía se estirará si la TV de aire insiste en no reconocer todo el cambio de perspectivas que fuerza desde hace tiempo su reconfiguración. Mientras tanto, el rating sigue menguante.