LA NACION

Al borde del precipicio. Una inmensa grieta angustia a los vecinos de Diamante

Se extiende por 130 metros a lo largo de un barrio de pescadores de esta localidad; unas 60 familias resisten la advertenci­a oficial de abandonar la zona ante el riesgo de derrumbe

- Germán de los Santos

DIAMANTE, Entre Ríos.– La grieta no es un eufemismo ni una metáfora. La falla que divide la barranca del barrio Urquiza, en esta ciudad del sudoeste provincial, es literal, y tiene en vilo a toda una localidad cuya ribera está atravesada por una larga historia. La caída del terrón que está a punto de desprender­se parece inminente. Por prevención, Defensa Civil evacuó a 13 familias, aunque 64 están asentadas en la zona de mayor peligro. Pero hay vecinos que no se quieren ir.

Claudio Correa, un pescador de 32 años, tuvo que abandonar su casa la noche del lunes, junto con su pareja, Fabiana Pereyra, y su bebé en brazos. Fue cuando una lluvia torrencial provocó pánico y empleados de Defensa Civil les advirtiero­n que debían salir de la vivienda, que está a unos 30 metros de la grieta.

A pesar de la precarieda­d en la que viven los vecinos, muchos se niegan a dejar sus casas. Luchan contra la incertidum­bre. ¿Qué pasará luego de que la barranca se desmorone? Esa es la duda que los carcome tanto como la falla misma.

El municipio tuvo que recurrir a la Justicia para obligar a un grupo de pobladores a abandonar sus viviendas. Un centenar de chicos que van al Centro de Salud San Roque, en el que comen y hacen actividade­s, tuvieron que trasladars­e a otro sitio. Aquel lugar también está en peligro.

“Teníamos mucho miedo porque creíamos que íbamos a perder todo, lo poco que uno tiene”, relata Pereyra. Al otro día, cuando el sol salió con furia, después del paso de la tormenta, decidieron volver a su casa. Ayer la pareja descansaba bajo la sombra del pequeño alero de la vivienda, construida con bloques de cemento y techo de chapa, cuyas paredes están surcadas por grietas pronunciad­as que atraviesan los dos ambientes. Y no piensan irse.

“Este problema no es nuevo. Hace más de tres meses que la tierra comenzó a moverse y nadie hizo nada para detenerlo. Ahora que vinieron los medios todos se preocupan, pero nuestras casas son las que se van a derrumbar sobre nuestras cabezas”, afirma Correa, sin poder esconder la furia y el enojo que siente. Él y su pareja están convencido­s de que el problema no es una falla, como señalan las autoridade­s, sino la pérdida de líquidos cloacales de un caño que se rompió hace tiempo y, como señalan, nadie reparó.

A unos metros de su casa, una camioneta de la policía provincial está atravesada en medio de la calle para que nadie pueda pasar. Toda esa zona está en peligro de derrumbe, luego de que un terrón gigantesco de la barranca se desprendió y quedó casi en el aire.

Marta Grancelli, secretaria de Acción Social de la Municipali­dad de Diamante, indicó a LT14 que son 13 las familias que están en mayor riesgo por la grieta y se trasladaro­n a casas de familiares. Otras 25 están en riesgo, pero un tercer grupo permanece en el lugar. De hecho, 64, que residen en el norte del barrio, están en la zona hasta que se produzcan nuevas rajaduras en las viviendas y deje de ser seguro estar en el sitio.

Silverio Soria, de 63 años, jubilado del puerto, considera: “Nunca se intervino la barranca con obras para evitar que avanzara la erosión. En el puerto se pusieron pilotes de acero hace 20 años y nunca más hubo problemas, pero en la zona donde viven muchos vecinos pobres no se hizo nunca nada”.

La grieta mide 130 metros de largo y cuatro de profundida­d, aunque un estudio del Conicet, según advirtió a los medios el intendente, Lénico Aranda, dice que llega hasta Victoria, ciudad ubicada a 80 kilómetros de aquí. La falla va paralela a la costa, donde, en esta zona, hay pronunciad­as barrancas, que ahora son más imponentes por la fuerte bajante del río, que –según el registro de la Prefectura Naval– comenzó a revertirse. En las últimas 24 horas había crecido dos centímetro­s, al alcanzar los 2,92 metros en el puerto de esta localidad.

El barrio Urquiza, también conocido como Cristo Pescador, es un conjunto de casas bajas y humildes, surcado por calles de tierra y otras de asfalto. Cuando el río crece y supera los cuatro metros, cubre parte de la costa, que hoy está al descubiert­o. Allí se ven los terrones que quedan como testimonio del peligro. La ribera tiene tierra arcillosa, que con las lluvias se hace más débil.

En la zona viven pescadores y vecinos que hacen changas, que se asentaron en un área de peligro que estaba vacante. De hecho, entre 1975 y 1978 se produjo uno de los desprendim­ientos más grandes de la barranca. Los memoriosos, como el intendente Aranda, recuerdan que arrasó con todo. Aún persisten a la vista los cimientos de una escuela que la barranca se tragó. “Desde hace años parece que va a caer, pero sigue ahí, en el aire”, señala Kevin Rodríguez, de 26 años, que vive a 20 metros de esos escombros.

La grieta literal, palpable, también se abrió en el plano político. El radicalism­o, partido al que pertenece Aranda, acusó al gobernador Gustavo Bordet, peronista, que no atendió a tiempo las advertenci­as del municipio. El mandatario envió a parte de su gabinete a Diamante para seguir paso a paso la posible caída de la barranca.

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El barrio Urquiza permanece vallado ante el peligro de derrumbe; allí está la imagen del Cristo Pescador
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Ya hay vestigios del impacto de la falla en las casas

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