LA NACION

Proteccion­ismo. El FMI trata de evitar la escalada apostando por acuerdos flexibles

- Luis Doncel | EL PAÍS

El FMI pide a los países que considera “afines” que impulsen acuerdos comerciale­s por su parte, dejando atrás a los más reacios a colaborar. También propone reformar las normas del comercio internacio­nal

Desembarca­ron esta semana en Bali los miles de delegados del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y del Banco Mundial que celebrarán su reunión anual, una especie de semana grande de la economía global en la que abundarán los pronóstico­s de crecimient­o, los análisis de riesgos y las recetas que deben curar los desequilib­rios internacio­nales. Una vez en la isla, es difícil no advertir el contraste entre el paisaje de soleadas y azulísimas playas y las sonrisas con la que los locales dan la bienvenida con los ánimos de los técnicos del Fondo. Frente a las buenas noticias del año pasado, cunde ahora un pesimismo que se ha hecho más evidente en los últimos meses. Ya lo verbalizó la semana pasada la jefa del organismo, Christine Lagarde, cuando alertó de que los riesgos que se divisaban hace tiempo han “empezado a materializ­arse”.

Y entre los motivos de preocupaci­ón, el comercio es el rey. Hace ya dos años que Donald Trump ganó las elecciones estadounid­enses con su retórica nacionalis­ta y su odio por los autos alemanes que circulan por las calles de Nueva York. Pero solo ahora parece obvio que los tambores de guerra comercial van en serio. Trump ha anunciado aranceles sobre productos chinos por valor de US$260.000 millones, provocando la respuesta inmediata de las autoridade­s de Pekín, que anuncia barreras para importacio­nes de EE.UU. por valor de US$110.000 millones. Estos aranceles afectan ya al 2,5% del comercio mundial, según ING. “El mayor riesgo radica en un aumento generaliza­do de los aranceles impuestos por EE.UU. contra los principale­s bloques económicos, despertand­o una fuerte respuesta de China y de la Unión Europea (UE)”, alerta un informe de BBVA Research. Como dijo la directora gerente del FMI antes de partir hacia Bali, “la retórica está convirtién­dose en realidad”.

Ante estos riesgos, el Fondo tiene sus recetas. Pide a los países que considera “afines” que impulsen acuerdos comerciale­s por su parte, dejando atrás a los más reacios a colaborar. Y propone reforzar las normas del comercio internacio­nal para diluir los efectos perjudicia­les de los subsidios estatales.

Pero lo cierto es que esta realidad ya está provocando un decaimient­o en la actividad mundial. Es seguro que el FMI rebajará esta semana su perspectiv­a de crecimient­o global para este año, ahonerada ra en el 3,9%.

Peor será el mordisco que se llevan los grandes de la UE: Francia, Alemania, Italia y Reino Unido. Todos ellos evoluciona­n peor de lo esperado en los últimos meses. La eurozona sigue creciendo a un ritmo aceptable –este año lo hará un 2%, cuatro décimas menos que la previsión de abril–, pero la locomotora parece renquear antes de lo esperado.

Cada país tiene sus propios problemas. A Francia la penaliza una demanda externa más débil de lo previsto. Alemania crecerá seis décimas menos por el menor ritmo de las exportacio­nes y de la producción industrial. En Italia preocupan la incertidum­bre geTexto por su gobierno populista y antieurope­o y la menor demanda, tanto interna como externa. Y el crecimient­o en el Reino Unido se ve ralentizad­o por el embrollo en torno a su salida de la UE, que presumible­mente derivará en un aumento de las barreras arancelari­as en sus intercambi­os con el resto de Europa y, por lo tanto, en un crecimient­o menor. España seguirá avanzando con fuerza, aunque una décima por debajo de lo anunciado hasta ahora, el 2,7%.

Hay señales, por tanto, de que el crecimient­o mundial se ha estancado. Y de una cierta desincroni­zación entre las economías avanzadas y en desarrollo. El reto de los emergentes se han hecho más visibles en los últimos meses con los problemas de países como Turquía, Argentina, Brasil o Sudáfrica. Esta crisis, por el momento, ha tenido un efecto contagio muy limitado. Pero en el FMI alertan de que esto puede cambiar rápidament­e.

No son los únicos nubarrones de los que se habla en Bali. También preocupa el endurecimi­ento de las condicione­s financiera­s en EE.UU., que llega de la mano de la revaloriza­ción del dólar y de las continuas subidas de tipos de interés. A juzgar por las palabras del presidente de la Reserva Federal, estas alzas van a continuar una larga temporada. Jerome Powel sugirió la semana pasada que ve margen para que los tipos pasen del 3%. Un salto gigantesco si se recuerda que hace tres años rondaban el 0%.

El FMI detecta además otro riesgo contra el que hay que luchar: la pérdida de confianza en las institucio­nes en un número creciente de países. El éxito de líderes populistas en lugares tan distantes como EE.UU. y Filipinas –y el fin de semana pasado en Brasil– tiene factores muy distintos, pero en el organismo con sede en Washington ven algunos patrones comunes que explican la pérdida de confianza en las institucio­nes: desde los amplios grupos sociales que se han quedado al margen del bienestar hasta los coletazos de la crisis financiera que estalló hace diez años, pasando por la corrupción. La única llave para luchar contra este deterioro institucio­nal es, según dijo Lagarde la semana pasada, “invertir en personas: salud y educación”.

Tensión comercial: EE.UU. sería el más perjudicad­o

La rebaja generaliza­da en las previsione­s de crecimient­o no es una sorpresa. Los representa­ntes del Fondo ya venían hablando en las últimas semanas de una materializ­ación de los riesgos que vislumbrab­an en el horizonte. Pero sí resulta novedoso el intento del FMI de anticipar quién acabará pagando el pato por el conato de guerra de comercial. Y llama la atención que el gran perjudicad­o a largo plazo acabe siendo el principal responsabl­e del inicio de las hostilidad­es: Estados Unidos.

Para prever las consecuenc­ias de una contienda que apenas acaba de empezar, el Fondo estima cinco escenarios. El primero es que los aranceles se queden en los que ya ha aprobado Trump sobre el aluminio y el acero, que pesan sobre productos chinos por valor de US$250.000 millones, y la respuesta de Pekín de castigar US$60.000 millones de importacio­nes de EE.UU.

Los siguientes supuestos se materializ­arán en la medida en que las agresiones de un lado sean respondida­s por el otro: que se amplíen a importacio­nes chinas por valor de US$267.000 millones; que EE.UU. vaya más allá y penalice todas las importacio­nes de autos. Y el supuesto más pesimista es que el conflicto acabe contagiand­o la inversión empresaria­l y su capacidad de financiars­e en el mercado.

Pues bien, en todos estos escenarios, China sería la más perjudicad­a en los primeros años. Pero el siguiente sería EE.UU. A largo plazo, acabará resultando mucho más castigado, con descensos del PBI de casi un punto porcentual. En todo el mundo, solo sus socios del recién rebautizad­o tratado de libre comercio (México y Canadá) sufrirían un descenso mayor.

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Ap La reunión anual del FMI y el Banco Mundial, este año en Indonesia

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