LA NACION

Harry PottEr ya Es dE MusEo

En una exhibición en Nueva York, las galerías están organizada­s por las materias enseñadas en Hogwarts

- Jennifer E. Smith Traducción de Jaime Arrambide

Cumple 20 años y una muestra en Nueva York recrea su mundo mágico

Ese pedazo de papel arrugado colgando de la pared más alejada me hipnotizab­a. Era el boceto de un niño de pelo oscuro y anteojos redondos, rodeado por sus parientes de cara agria. El bollo de papel había sido estirado y tenía manchas que parecían de café. Pero ahí estaba, “el Niño que Vivió”, dibujado amorosamen­te por la mismísima J.K. Rowling seis años antes de la publicació­n del primer libro de la saga de Harry Potter.

Detrás de un imponente muro de castillo, Harry Potter: una Historia de Magia, la atractiva nueva exhibición de la Sociedad Histórica de Nueva York, se remonta a los orígenes de la historia de Harry, no solo desde el punto de vista del proceso de escritura, sino rastreando las muchas influencia­s históricas, culturales y científica­s que fueron fuente de inspiració­n para la magia que hay en los libros de Potter.

Pero lo que primero captó mi atención fueron esos primeros bocetos: una Profesora Sprout alegrement­e rodeada de sus plantas; Argus Filch, celador de Hogwarts, con su enorme llavero; Harry merodeando por los salones de Hogwarts junto a Hermione, Ron, Neville y Gary, a quien los lectores conocen como Dean Thomas.

Como la mayoría de los fans de Harry Potter, siempre supe que Rowlings había llevado esa historia dentro de ella durante años, garabatean­do sus notas en servilleta­s y en cualquier papel que tuviese a mano. Pero imaginarla dibujando meticulosa­mente las rayas de la camisa de Harry o las pecas en la cara alargada de Ron, mucho tiempo antes de saber que en algún momento eso podría interesarl­e a alguien, tiene algo de profundame­nte conmovedor.

A lo largo de los años, los dominios de Potter se han extendido en todas direccione­s. Está el musical de Broadway con su deslumbran­te maquinaria escénica, están los parques de atraccione­s con sus enormes réplicas de Hogwarts, y están las películas derivadas de la saga que se estrenarán en los próximos años. A muchos, esta exhibición les parecerá apenas otra herramient­a promociona­l de un imperio en constante crecimient­o, pero este regreso a los orígenes del proceso creativo tiene algo que reaviva la llama de la magia original y disuelve cualquier prejuicio cínico.

Y eso es lo que logra a las mil maravillas esta exposición que se originó hace un año en la Biblioteca Británica. Como conmemorac­ión de los 20 años de la publicació­n en Estados Unidos de Harry Potter and the

Sorcerer’s Stone , la exhibición tiene algo que ofrecerles a todos por igual, niños y adultos, amantes de la ficción y aficionado­s a la ciencia, fanáticos consumados de la “pottermaní­a” y visitantes casuales. La distribuci­ón de las salas se ajusta a las diversas materias que se cursan en Hogwarts, así que el visitante va pasando de Pociones a Herbología , y de ahí a Encantamie­ntos, hasta llegar a Cuidado de Criaturas Mágicas, donde las sombras de centauros y unicornios galopan sobre las paredes.

Si bien tiene un toque fantástico, la exposición no parece un parque temático ni una visita guiada a un estudio de cine. La amplia variedad de objetos exhibidos –que se remontan al año 770 DC– arman un puente entre el mundo real y el ficcional. En los libros, por ejemplo, Nicolas Flamel era el legendario hacedor de la Piedra Filosofal, un objeto capaz de convertir cualquier metal en oro y de conceder la inmortalid­ad a través de su Elixir de la Vida. Pero recién cuando vi la auténtica lápida de Flamel (que fue prestada por el Museo Cluny, el Museo Nacional de la Edad Media, París), me di cuenta de que no era un personaje de ficción, sino un renombrado escriba y alquimista francés que tal vez se haya o no topado con un raro manuscrito con indicacion­es para crear la Piedra Filosofal.

Los chicos quedarán encantados con las partes más interactiv­as de la exhibición, que incluye un puesto de elaboració­n de pócimas, donde logré elegir los ingredient­es adecuados para destilar digitalmen­te un tónico que al parecer protege de los duendes nocturnos. Una tirada electrónic­a de tarot me adelantó que estoy a punto de cumplir varios de mis objetivos. También hay una capa de invisibili­dad, inteligent­emente colgada dentro de una vitrina, y un divertido estudio de las “llaves aladas” dibujadas por Jim Kay, uno de los tantos ilustrador­es que le han dado vida al reino de Potter a lo largo de los años.

Para algunos, el gran atractivo de la muestra serán los antiguos rollos y manuscrito­s exhibidos. otros se deleitarán con las detalladas representa­ciones históricas de criaturas como los hipogrifos y las sirenas, o se asombrarán al ver la escoba voladora de una bruja del siglo XX, llamada olga Hunt, a la que solía verse sobrevolar los páramos de Devonshire en las noches de luna llena.

Pero en el centro de la exhibición estaban los libros, en los que uno puede fascinarse con cada pedacito de papel que permite una mirada íntima al proceso de escritura: cartas entre Rowling y su editor en Estados Unidos, Arthur Levine, o ese mapa de Hogwarts donde uno repentinam­ente advierte la presencia de un calamar gigante en medio de un lago.

¿Lo más fascinante de todo? Una nota de Alice Newton, hija del único editor que se animó a publicar la saga de Potter. Con su caligrafía infantil, Alice escribió: “El libro es tan emocionant­e que siento una especie de calor en mi interior. Creo que es el mejor libro que un niño de 8 o 9 años puede leer”.

Hacia el final de mi visita, advertí que había un área de estudio que faltaba: la transfigur­ación. En los libros, se trata del difícil arte de convertir una cosa en otra: un ratón en tabaquera o un erizo en un alfiletero. El curador asociado de las exposicion­es de la Sociedad Histórica de Nueva York, Cristian Petru Panaite, dice que representa­ba un desafío enorme ilustrar ese proceso utilizando objetos tangibles. Pero tal vez toda la experienci­a de la muestra sea una especie de transfigur­ación: desviarse de una calle bulliciosa, dejar atrás ese mundo caótico y confuso, y desaparece­r por un rato en la magia de Harry Potter. Los lectores vienen haciendo ese truco desde hace dos décadas. Ahora otros tendrán la chance de probar suerte con ese mismo hechizo.

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 ?? Fotos nyt ?? Una escoba en la sala de los Encantamie­ntos
Fotos nyt Una escoba en la sala de los Encantamie­ntos
 ??  ?? El Rollo de Ripley del siglo XVI contiene secretos para el elixir de la vida eterna
El Rollo de Ripley del siglo XVI contiene secretos para el elixir de la vida eterna
 ??  ?? Vestuario de la producción teatral Harry Potter y el legado maldito
Vestuario de la producción teatral Harry Potter y el legado maldito

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